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20 enero, 2022

Madryn recuerda a sus 25 chicos caídos y conmemora el Día Nacional del Mártir Bombero Voluntario

Un 21 de enero de 1994 ocurría una de las peores tragedias de la historia de la ciudad de Puerto Madryn. Tras un foco de incendio a tres kilómetros del acceso sur de la ciudad, dos dotaciones de Bomberos Voluntarios acudieron para sofocar las llamas, el hecho terminó con la vida de 25 chicos, 11 de ellos menores de edad que cumplían tareas de cadetería en el cuartel pero fueron sumados a tarea de campo. Munidos de palas y picos y con llamas de más de 7 metros, un grupo terminó rodeado por el fuego perdiendo la vida en masa. Una verdadera tragedia que marcó profundamente a la comunidad.

A 28 años de aquel fatídico suceso, se realizarán diferentes conmemoraciones en memoria de quienes perdieron la vida ese triste día.

Como cada año, la Asociación de Bomberos Voluntarios de Puerto Madryn les rendirá homenaje en tres actos a celebrarse durante la mañana de este viernes.

El primero de ellos, que se llevará a cabo a las 8.30, consistirá en la colocación de ofrendas florales en el monumento al Mártir Bombero Voluntario que se encuentra emplazado en la céntrica Plaza San Martín.

En ese mismo marco, el Cuerpo Activo realizará una formación y el acto será acompañado por los familiares de los 25 bomberos, la Comisión Directiva de la Asociación, autoridades nacionales, provinciales y municipales, y la comunidad madrynense que cada año se da cita para recordar a sus mártires.

Posteriormente, a las 9.15, el Cuerpo Activo, Comisión Directiva y familiares participarán de un responso que se llevará a cabo en el panteón que la Asociación tiene en el cementerio local y donde descansan los restos de los bomberos.

Para finalizar la jornada conmemorativa, colocarán una ofrenda floral en el barrio Mapú Gnefü (Tierra de Héroes) donde algunas de sus calles llevan el nombre de los bomberos y, en un futuro cercano, se emplazará un nuevo monumento.

 

 

Marcados a fuego

 

 

Cada vez que suena una sirena en Madryn, en la memoria colectiva late una intranquilidad mayúscula. Un síntoma social de pérdida y de tristeza. De hecho, recientemente un incendio de gran magnitud al norte de Madryn que avanzó hacia Península, arrasó con 90 mil hectáreas de campo y trajo malos recuerdos e incertidumbre durante varios días, porque el personal interviniente siempre está expuesto en primera línea en este tipo de eventos de gran magnitud.

En la tragedia de 1994 la intervención de jóvenes y hasta niños de muy corta edad en un dantesco incendio de campos fue una experiencia no dimensionada por muchos chicos que se encontraban realizando pruebas y ejercicios en el cuartel, por lo cual no sabían con lo que se iban a encontrar.

Esa sensación de incertidumbre se vive hasta el día de hoy ante cada aviso de incendio, pero la historia quiso que aquellos 25 mártires locales marcaran profundamente el profesionalismo y planificación de cada intervención bomberil en la zona. Muchas de ellas respaldas por defensa Civil y otras fuerzas de seguridad.
Hoy, para ingresar a prestar servicio hay que hacer un curso de 12 meses. Y los niños no pueden formar parte del cuerpo.

La actividad sigue siendo voluntaria y pese a que cada vez se suman más efectivos, la tarea de los Bomberos de Madryn siempre es un acto de arrojo y de enorme corazón pese a la limitante de condiciones, que rememora en el día a día a los compañeros ausentes en cumplimiento del deber y enaltece la vocación de servicio comunitario.

En la foto, todos los miembros del cuartel de bomberos de Puerto Madryn en 1994. Entre ellos, los 25 fallecidos: Daniel Araya (21), Mauricio Arcajo (12), Andrea Borredá (18), Ramiro Cabrera (16), Marcelo Cuello (23), Néstor Dancor (15), Alicia Giudice (22), Raúl Godoy (23), Alexis González (22), Carlos Hegui (12), Lorena Jones (15), Alejandra López (15), Gabriel Luna (21), José Luis Manchula (23), Leandro Mangini (18), Cristian Meriño (21), Marcelo Miranda (11), Juan Moccio (15), Jesús Moya (20), Juan Manuel Passerini (16), Cristian Rochón (19), Paola Romero (17), Cristian Llambrún (21), Cristian Zárate (14) y Juan Carlos Zárate (22)

 

Una tragedia para Madryn

 

 

 

Aquel 21 de enero hace 28 años, el incendio se inició en horas del mediodía, probablemente alrededor de una ermita ubicada junto a la ruta 3, lindera al campo que en aquel momento pertenecía a Ana Gallastegui, cerca de la rotonda sur de acceso a la ciudad y a unos 15 kilómetros de esta. El primero que vio el humo fue un adolescente, que dio aviso a la policía. Cuenta la pericia que firmaron los comisarios Evaristo León y Antonio Ruscelli y el subcomisario Guillermo Schanz -entregada el 2 de febrero de ese año- que a las 14:30 los bomberos recibieron un llamado de la Seccional Primera.

Dos grupos de bomberos, uno a cargo de Meriño y otro de Daniel Zárate, se internaron unos 3.000 metros dentro del campo en dos móviles, hacia la zona nombrada como Puesto Gallastegui, en rigor una construcción abandonada. De allí continuaron a pie para combatir las llamas. A las 16:15, un tercer grupo, comandado por el suboficial principal José Luis Manchula, llegó a ese lugar. En el mismo había varios menores. Bajaron del móvil número 8 y él decidió que caminaran 400 metros con dirección oeste. Su equipo de protección era precario: overoles y botas de goma. Manchula era, entre todo el personal de bomberos, el que tenía el grado más alto aquella jornada. Ricardo Vera, el jefe del cuerpo de Madryn, se encontraba en la localidad de Rawson.

A esa hora, la velocidad del viento se incrementó un 36%, llegando a los 25 kilómetros por hora. La temperatura era de 28,8°. Las llamas avanzaban hacia el sur a 3 km/h y hacia el oeste a 6 km/h. El grupo de bomberos llevaba cinco radiotransmisores. A las 17:15, el viento amainó: era de 18 km/h.

21 de enero de 1994. Un grupo de bomberos, y detrás, el incendio. A esa hora, hacía minutos que los 25 bomberos habían muerto. Sus compañeros los buscaban, sin saberlo (Gentileza José Luis Lazarte)21 de enero de 1994. Un grupo de bomberos, y detrás, el incendio. A esa hora, hacía minutos que los 25 bomberos habían muerto. Sus compañeros los buscaban, sin saberlo (Gentileza José Luis Lazarte)

A las 17:20, el alerta: el sargento Julio Laportilla le advierte a la avanzada que combate el fuego que el viento cambió de dirección y aumentó su velocidad. Le responde Cristian Meriño, dice que están bien y ve, a unos 300 metros, el Puesto Gallastegui. En ese momento, el viento alcanzó unos 40 km/h: un 122% más que apenas minutos antes. La temperatura sube a 32°, la máxima del día.

A las 17:25, Laportilla llama con más urgencia al grupo. Advirtió, además, que, por obra del viento y la vegetación propia de la árida meseta patagónica (jarilla, piquillín, coirón, algarrobitos y moye) las llamas incrementan su tamaño. No hay respuesta, solo silencio. Diez minutos después, insiste, y esta vez hay respuesta: Manchula le pide que los auxilie, que las llamas los están rodeando.

La meseta patagónica, con su vegetación de jarilla, piquillín, coirón, moye y algarrobito, muy inflamables. El viento hizo su parte. Y la completó la irresponsabilidad (Gentileza José Luis Lazarte)La meseta patagónica, con su vegetación de jarilla, piquillín, coirón, moye y algarrobito, muy inflamables. El viento hizo su parte. Y la completó la irresponsabilidad (Gentileza José Luis Lazarte)

 

 

A las 17:38, Laportilla intenta llegar donde supone que estará el grupo, pero las llamas se lo impiden. 17.40: logra atravesar el fuego, avanza hasta una tranquera, pero no ve a nadie, y los llamados de radio no tienen respuesta. Supone que sus compañeros buscaron una vía de escape hacia el sur o el oeste. A las 17:55 se comunica con el Cuartel Central y pide que se haga sonar la sirena de alarma general.

La letra fría del informe pericial señala que entre las 18:00 y las 18:15 se reciben pedidos de ayuda del grupo, “siendo el último que captan probablemente la voz de un menor, que lo hacía con bastante desesperación”.

En ese momento parte del periodismo que por ese entonces se manejaba mucho con sistema de handies ya estaba alertado sobre la dimensión de los acontecimientos. Un grupo concurrió hasta un ingreso al campo y pudo avanzar unos 300 metros, pero la policía evacuó a reporteros y fotógrafos de manera terminante por la avanzada de las llamas.

Elatardacer fue largo y pesado para quienes temían lo peor. El escaneo permitía conocer que había busqueda desesperada de los bomberos desaparecidos a través incluso de vuelos que abandonaron la tarea una vez avanzada la noche.

21 de enero de 1994. Un camión de los Bomberos Voluntarios de Puerto Madryn y, al fondo, el fuego (Gentileza José Luis Lazarte)21 de enero de 1994. Un camión de los Bomberos Voluntarios de Puerto Madryn y, al fondo, el fuego (Gentileza José Luis Lazarte)

La noticia fue la peor que se debió elaborar aquella mañana y la responsabilidad para emitir definitivamente prevaleció antes que aquella primicia que nadie quería. Los encontraron a las 7:30 del día siguiente. Una patrulla de búsqueda halló herramientas de zapa y algunos cascos. Unos metros más adelante -se consignó- encontraron los primeros cadáveres. Más adelante, el resto. Desde el aire, un avión de reconocimiento también vio el horrible panorama. A bordo iba Vera, que al comprobar la muerte de sus subalternos tuvo un ataque de nervios y debió ser internado en la Clínica San Jorge de Madryn. Fue relevado del mando, y aunque sigue viviendo en Puerto Madryn, no pudo volver a dirigir el cuartel. El incendio tardó 40 horas en ser extinguido en su totalidad.

 

Un ícono de Puerto Madryn: el monumento al Indio Tehuelche y de fondo, el humo y las llamas del trágico 21 de enero de 1994Un ícono de Puerto Madryn: el monumento al Indio Tehuelche y de fondo, el humo y las llamas del trágico 21 de enero de 1994

El sábado 22, todo Madryn se unió en un llanto. En el Gimnasio Municipal fueron velados 23 bomberitos. Por razones religiosas, Ramiro Cabrera (16) y Marcelo Miranda (el más chico, de apenas 11 años) tuvieron una despedida aparte. El domingo 23, a las 18:15 de la tarde, los féretros fueron llevados al cementerio sobre un camión que encabezaba una caravana doliente de interminables cuadras. Veinticinco nichos -del 268 al 293- los esperaban. La memoria y el agradecimiento de toda una ciudad jamás los olvidará.

El camión que llevó a los ataúdes desde el Gimnasio Municipal, donde se los veló, hasta el cementerio. Todo Madryn los lloró (Gentileza José Luis Lazarte)El camión que llevó a los ataúdes desde el Gimnasio Municipal, donde se los veló, hasta el cementerio. Todo Madryn los lloró (Gentileza José Luis Lazarte)

*MR/IB