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2 enero, 2022

Chubut, con el corazón del gobierno ‘cerrado por derribo’

Año nuevo, casa prestada, y muchas preguntas sin respuestas en el corazón del gobierno provincial

El gobernador Mariano Arcioni ya se instaló en el principal despacho del Ministerio de Economía. El golpe de caminar los escombros de la propia sede gubernamental representa mucho más que pérdidas materiales y un revés social contundente, que se produjo tras un cahetazo político previo. Con el contrato social aún ardiendo, la pregunta de este 2022 es si ¿habrá ‘ave fénix’ entre estas cenizas?

 

Por Trivia Demir

 

Este 2022 es sin dudas una bisagra de gestión para el gobernador que ya no podrá repetir mandato, pero que en los últimos meses había logrado trasmitir una sensación de repunte económico, financiero y reactivación de actos oficiales y anuncios con sonrisas incluídas. El frentazo que a nivel político representó el «Chubutazo» cambió todo el escenario.

Ahora, transitar la segunda mitad reiterando o revirtiendo los errores cometidos, será clave para definir su futuro político o por lo menos el ‘memorial’ que desee el comodorense. El primer logro ya es notable: haber sobrevivido al literal incendio de los centros operativos de su gestión (por segunda vez) y no tener que haber perdido ningun zapato en el trámite, ni haber mencionado siquiera la renuncia, como ha sucedido por mucho menos en  otros tiempos en el propio territorio, e incluso otras provincias.

A partir de allí, se puede inferir que es todo ganancias para el oficialismo sobreviviente. Con recambio de piezas claves del Gabinete, Arcioni intentará sin dudas labrar un nuevo contrato social en lo que le queda de gestión. La coyuntura y el legado así lo amerita. En principio porque por delante quedan importantes gestiones atadas a los intereses del establishment, y más allá de ser y parecer trámites preformados, el deterioro institucional que dejó la jugada de la Zonificación por siete días, difícilmente permitirá demasiado margen de maniobra.

Para ir recuperando vínculos y credibilidad, hará falta nuevas y contundentes acciones políticas en varios organismos. Recuperar las clases y reactivar el comercio, cumplir con las numerosas y millonarias obras anunciadas, y concretar los convenios firmados en el interior provincial, garantizar el diálogo paritario y pacificar el estado, toda una tarea por delante que habrá que ver si se intenta, y se logra.

En esa línea ya se fueron dando recambios. Mirta Simone que se desempañaba como subsecretaria de Desarrollo Humano y Familia, reemplazó hace unos días en la cartera social a Gustavo Hermida, mientras que Leonardo Gaffet buscará darle mayor dinamismo a Turismo. Son áreas que puden ser absolutamente mostrables y poco comparativas.

La ida del polémico ministro de Seguridad, Federico Massoni a esta altura de los acontecimientos se puede llegar a percibir como una mecanismo de protección, ante el cóctel de desmadres que debió sobrellevar un recién asumido Leonardo Das Neves, con el consiguiente fracaso resultante. Del mismo modo, el recabio de la cúpula policial fue casi un premio para quienes se evitaron el Chubutazo, en el marco de una posta tomada por un grupo de desconocidos orgánicos con lamentable actuación y sospechas de liberación bastante fundadas.

El fusible final resultó ser el ministro de Gobierno, José Grazzini tal como se esperaba, en el marco de un libreto donde casi nadie se termina de ir definitivamente del redal de la función pública. Está claro que todo el pelotón del FdT replegará y se reorganizará este 2022 para el embate electoral del 2023. En ese marco Grazzini volvería a las bases peronistas de donde proviene, pero con un plus altamente valioso: todo el bagaje informativo de funcionamiento del gobierno. El reemplazante, Cristian Ayala, de perfil mucho más técnico, cumplirá seguramente el necesario retome de diálogo con gremios e interlocutores intermedios. Y no se descarta que por encima, se recupere la figura de un ministro Coordinador de mayor perfil político, que intente cimentar nuevas alianzas, y permita a Arcioni un descanso de cara y sobreexposiciones innecesarias.

Con el Presupuesto 2022 aprobado, las leyes esenciales que requería el Ejecutivo para funcionar el año entrante y las designaciones en un Poder Judicial que le es propio, Arcioni puede ir relajando, pese a la amargura y laboriosidad que implique la reconstrucción de ladrillos.

A la par, los reproducidos ingresos públicos por incremento de regalías que saltaron a más del doble, y un Pacto Fiscal a la firma esta semana, que le permitiría aumentar presión tributaria y sumar ingresos, le aseguran margen de flujo para administrar una coyuntura -en general- mucho mejor que la de los dos años anteriores.

La gestión financiera y la renegociación de deuda y bonos al final del año, logrando pelotear el grueso de pagos a 2027, es otra de las dosis tranquilizante que se tomó al filo del brindis, y que contribuyen a una mejor perspectiva inmediata del escribano.

 

Asilo obligado

 

 

Entre tanto, mientras se avance con la difícil reparación de la histórica Casa de Gobierno, destruída casi en un 70% tras la vandalización hace pocos días, el mandatario iniciará el año 2022 en la sede alternativa que ofrece Economía.

En 1989, durante la gestión del peronista Néstor Perl, un incendio suscitado desde adentro de la Casa de Gobierno en Fontana 50 de Rawson, destrozó la vieja casona. Desde entonces la central del Ejecutivo pasó a lo que era el nuevo edificio de Vialidad Provincial, que luego terminó siendo sede del Ministerio de Economía. A casi 22 años, un Gobernador volvió a instalarse en aquel edificio.

Una historia bajo fuego que atraviesa la memoria pública y la vida insttucional de Chubut.

Ya pasaron dos semanas del incendio que destruyó Casa de Gobierno por parte de violentos que se mezclaron en una manifestación contra la zonificación minera. Esa destrucción de la histórica casona obligó al gobernador Mariano Arcioni a instalar su despacho en el que ocupaba el ministro de Economía, Oscar Antonena. Posiblemente el ministerio más sólido, (aunque también menos popular) que mantuvo Arcioni.

Ese mismo despacho tuvieron que ocupar los ex gobernadores Fernando Cosentino, Carlos Maestro y José Luis Lizurume, quien logró reconstruir el edificio de Fontana 50 y tuvo apenas unos meses allí, hasta que luego asumió Mario Das Neves.

Hasta el momento no trascendió de forma oficial qué sucederá con los despachos y oficinas de Casa de Gobierno, si es que se realizarán trabajos y si por ende, podrá volver a funcionar como sede central del Poder Ejecutivo. Pero está claro que la reconstrucción demandará una gran inversión y mucho, pero mucho tiempo.

Esta es la realidad con la que cierra el año la gestión provincial, literalmente desbancados y asilados en otro organismo.

Políticamente no es muy diferente la situación. Al gobernador le quedan cada vez menos aliados en proporción al tiempo de mando por delante  y sin reelección posible, y con más buitres sobrevolando un sillón que deberá resurgir de las cenizas, que palomas en la peatonal.

Como el poder real, la Casa histórica del Gobierno estará ‘cerrada por derribo’ como el corazón del cantante español. Un poder que desde hace rato se palpa intangible, tanto que la ‘mesa chica’ se achicó de tal manera, que entra en un living privado o una suite de hotel. Del mismo modo que las visitas habituales a Gobierno ‘para hacer política’, dejaron de existir para las fuerzas vivas provinciales, y los voces que predican proyectos de Provincia se redujeron a tres o cuatro cantatas de asesores vitalicios con mapa de ruta sectorial en clave de sol.

Hay que decirlo, la pandemia ayudó a virtualizar la gestión, pero también a desaparecer lo que quedaba de la política chubutense. Este déficit precisamente es para una gran mayoría de analistas, el mal de todo los males. Es que si la vieja forma de gobernanza requería de los consensos y la participación, la nueva busca hacer todo lo contrario. Esa antipolítica se ha ido convirtiendo en una administración de intereses minoritarios que ‘parecen’ a favor de la mayoría, pero resuleven sobre encajes particulares. Un trámite vacío de convencimiento y empatía que confunde gobernar con ejercer el mando, ejecutar con planificar, y querer con poder.

En fin. Como dijera Joaquinito: «Este bálsamo no cura cicatrices/ Esta rumbita no sabe enamorar, este rosario de
Cuentas infelices/Calla más de lo que dice/Pero dice la verdad». Habrá que ver…