5 febrero, 2021
En época de pandemia, necesitamos la mirada de los pensadores de nuestro tiempo para entender lo que estamos viviendo, tanto como la medicina. Aquí, fragmentos de un reciente artículo del filósofo esloveno Slavoj Zizek en Russia Today, y una carta publicada por el escritor francés Michel Houllebecq, quien piensa que el mundo «seguirá siendo igual» tras la pandemia, aunque «un poco peor».
El filósofo esloveno Slavoj Zizek publicó un artículo de opinión en Russia Today en el que explica que la situación de pandemia obliga al mundo occidental «a cambiar la forma en que se relacionan con la muerte, a aceptar realmente la mortalidad y la fragilidad de nuestra existencia; de la nada llega un virus y nuestra vida termina.»
«En Oriente las personas están aceptando las epidemias mucho mejor, solo como parte de la vida», mientras que «en Occidente cada vez aceptamos menos la muerte como parte de la vida, la vemos como una intrusión de algo extraño que puedes posponer indefinidamente».
«En cierto sentido, la muerte no es parte de la vida, es algo inimaginable, algo que no debería sucederme. Nunca estoy realmente listo para morir, excepto para escapar del sufrimiento insoportable», agrega el filósofo, quien ya había expresado pensamientos sobre la pandemia en el libro Sopa de Wuhan, que puede descargarse gratuitamente.
Eso explica por qué muchas personas siguen día a día las actualizaciones de los mismos números: «Cuántas infecciones nuevas, cuántas recuperaciones completas, cuántas muertes nuevas». Este enfoque, agrega, nos hace ignorar que, «fuera del virus, no solo hay vida, sino también muerte.»
Tras superar el pico de la pandemia actual, dijo el filósofo, las cosas tardarán en volver a la normalidad y «la crisis se prolongará», lo que no quiere decir que la situación sea «desesperada».
Apuntó al «hecho sorprendente de lo poco que nosotros (incluidos los científicos) parecemos saber sobre cómo funciona la epidemia» y menciona «los consejos contradictorios» que dan las autoridades: «Todas las esperanzas de una salida rápida (de la pandemia) se están desvaneciendo».
Hay que «dejar de esperar un gran pico claro después del cual las cosas volverán gradualmente a la normalidad.» «Lo que hace que las epidemias sean tan insoportables es que, incluso si no aparece la catástrofe completa, las cosas simplemente se prolongan, se nos informa que llegamos a la meseta, entonces las cosas mejoran un poco, pero la crisis se prolonga», indicó.
Días atrás, otro pensador, el escritor francés Michel Houellebecq, publicó una carta vaticinando que el mundo «seguirá exactamente igual» después de la pandemia, aunque «un poco peor».
“En primer lugar, no creo ni por medio segundo en afirmaciones como ‘nada volverá a ser lo mismo’. Al contrario, todo seguirá siendo exactamente igual. De hecho, el curso de esta epidemia es notablemente normal. Occidente no es para la eternidad, por derecho divino, la zona más rica y desarrollada del mundo; se acabó, todo eso, desde hace tiempo, no es una primicia”, dijo.
“El coronavirus, al contrario, debería arrojar como resultado principal la aceleración de ciertas mutaciones en curso. Desde hace algunos años, todas las evoluciones tecnológicas, ya sean menores (video on demand, pago sin contacto) o mayores (teletrabajo, compras por Internet, redes sociales) han tenido como principal consecuencia (¿objetivo principal?) la reducción de los contactos materiales, y sobre todo humanos. La epidemia de coronavirus ofrece una magnífica razón para esta fuerte tendencia: una cierta obsolescencia que parece golpear las relaciones humanas.»
El escritor hizo referencia también al hecho de que los enfermos de COVID-19 que fallecen, lo hacen en soledad.
“Las personas mueren solas en su hospital o en las habitaciones del geriátrico, son inmediatamente enterradas (¿o cremadas? La cremación coincide más con el espíritu de los tiempos), sin invitar a nadie, en secreto. Muertos sin el más mínimo testimonio, las víctimas se reducen a un número más en las estadísticas de muertes diarias, y la angustia que se propaga en la población a medida que aumenta el total tiene algo extrañamente abstracto.»
El autor destacó que ya había abordado el tema en su novela La posibilidad de una isla, con el espectáculo de una humanidad que se extingue, «con individuos que viven aislados en sus celdas, sin contacto físico con sus pares, sólo unos pocos intercambios por computadora, y que van disminuyendo”.
En un fragmento de su libro El mundo como supermercado, del año 2000, citado por el diario La Tercera, Houellebecq desarrolla su pensamiento un poco más. Sus escritos pueden ser una clave para entender la sociedad moderna:
«Las consecuencias lógicas del individualismo son el crimen y la desdicha. Llama la atención el entusiasmo que nos anima a perdernos; es de lo más curioso. Por ejemplo, sorprende ver la alegre despreocupación con la que se acaba de desbancar al psicoanálisis para sustituirlo por una lectura reduccionista del ser humano basada en hormonas y neurotransmisores. La disolución progresiva, en el curso de los siglos, de las estructuras sociales y familiares; la tendencia creciente de los individuos a considerarse partículas aisladas, sometidas a la ley de choques, compuestos provisionales de partículas más pequeñas…, todo eso impide que se pueda aplicar ninguna solución política. Así que es legítimo empezar por desmontar las fuentes de huero optimismo. Si volvemos a un análisis más filosófico de las cosas, nos damos cuenta de que la situación es todavía más rara de lo que creíamos. Vamos hacia el desastre, guiados por una imagen falsa del mundo; y nadie lo sabe. Ni siquiera los neuroquímicos parecen darse cuenta de que su disciplina se mueve sobre un campo minado. Antes o después abordarán las bases moleculares de la conciencia; y entonces se darán de bruces con los modos de pensamientos derivados de la física cuántica. No nos libraremos de una redefinición de las condiciones del conocimiento, de la noción misma de la realidad; tendríamos que tomar conciencia de todo esto, a nivel afectivo, desde este mismo momento. En cualquier caso, mientras insistamos en una visión mecanicista e individualista del mundo, seguiremos muriendo. No me parece sensato empeñarse durante más tiempo en el sufrimiento y en el mal. Hace cinco siglos que la idea del yo domina el mundo; ya es hora de tomar otro camino.»
*RT