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9 enero, 2023

Análisis: Las razones que explican por qué el camino de la austeridad fiscal no va a dar resultado

Sólo en una situación de pleno empleo es posible afirmar que hay una relación directa entre la inflación y el financiamiento del déficit mediante emisión monetaria.

Análisis: Las razones que explican por qué el camino de la austeridad fiscal no va a dar resultado

Por Bruno Susani*

La disminución del déficit presupuestario vía la estabilización del gasto público no reducirá la inflación y solo provocará una caída de la tasa de crecimiento y un incremento de la pobreza.

El déficit presupuestario puede ser la consecuencia de una serie de factores: a) una caída de la recaudación fiscal debido a la eliminación o reducción de ciertos impuestos, ya sea como producto de la recesión o/ y simultáneamente una baja de las tasas de imposición; b) un incremento voluntario del gasto público para incentivar la demanda global, como es el caso del gobierno de Alberto Fernández para salir de la crisis macrista y enfrentar la pandemia; o c) dado que el ingreso global está compuesto por los salarios y los beneficios, una disminución del gasto global debido al atesoramiento de los sectores de mayores ingresos, como puede ser la fuga de capitales al exterior.

En este último caso, la diferencia entre el ingreso y la demanda global provoca un incremento de los stocks, lo cual hace que los empresarios traten de deshacerse de éstos en primer lugar y disminuyan el ritmo de la producción, ofertando menos empleos y utilizando una menor cantidad de capital, lo cual provoca el inicio de una recesión. En este caso, el Gobierno puede y debe anticiparse a este evento e incrementar el gasto público para compensar la caída de la demanda global provocada por el atesoramiento.

 

Contradicciones

Afirmar que se puede disminuir el déficit fiscal achicando el gasto público y a la vez mantener la demanda global y la tasa de crecimiento es en sí contradictorio, puesto que el gasto público forma parte de la demanda global.

Cuando se incrementa el gasto público, vía el multiplicador se arrastra el crecimiento de la economía en su conjunto, pero cuando se disminuye el gasto, produce un efecto recesivo. El FMI ha aceptado, a regañadientes luego de la crisis griega, que el incremento del gasto público tiene un rol positivo para el crecimiento, pero el multiplicador tiene un efecto recesivo en el crecimiento cuando disminuye el déficit presupuestario.

Ciertos economistas neoliberales o heterodoxos conservadores afirman que el despilfarro de divisas y la mala gestión de Macri impide obtener fondos en el exterior y por ende el fondeo del gasto público en base a las disponibilidades financieras internas produce inflación. Esta posición es aún más errónea que la sostenida por Milton Friedman, quien sostenía que la “inflación se producía cuando se incrementaba el gasto público en una situación de pleno empleo de los factores de producción”.

En la Argentina actual existe una tasa de ocupación del 47 por ciento, hay un 6 por ciento de desempleo y el 28 por ciento de la capacidad productiva está ociosa. Solamente ocultando el requisito del pleno empleo se puede sostener la idea de que la emisión necesaria para financiar el déficit presupuestario genera inflación.

Se trata de un sofisma donde el razonamiento es falso con la apariencia de ser riguroso y permite a quienes lo emplean abonar a la versión según la cual la inflación resulta de la acción del Estado. Esta afirmación implicaría sostener que la inflación actual en los países avanzados es el producto de los déficits presupuestarios desde el 2008.

 

Alternativas

Las tres causas principales del déficit presupuestario señaladas pueden resolverse de tres maneras diferentes y/o complementarias. Una de ellas es incrementar los recursos del Estado mediante una ampliación de los impuestos directos a través de un aumento de la tasa marginal del impuesto a las Ganancias para los ingresos más elevados, incrementar las tasas de las retenciones a las exportaciones agrícolas, acentuar la tasa de imposición a los bienes personales o crear un impuesto permanente a las grandes fortunas.

Se puede asimismo financiar el déficit presupuestario mediante el empréstito interno con tasas de interés positivas, pero a la vez esto significa que la deuda pública rinde altos ingresos para los que tienen dinero para invertir y es financiada con los impuestos de todos los argentinos y sobre todo de los más pobres. Es el caso del endeudamiento macrista con las LEBAC, que permitió no solo rendimientos financieros exorbitantes sino que condujo a fugar los capitales de los más ricos, que deben ahora ser devueltos por el conjunto de los argentinos porque fueron financiados con un incremento de deuda externa.

Queda la solución que preconizan los economistas ortodoxos, la disminución del gasto para provocar una recesión. En este caso, el incremento de los stocks mencionado más arriba es provocado por la acción discrecional y unilateral del Estado, como fue el caso del macrismo. El argumento nunca explicitado es conocido: la inflación es el resultado de un exceso de la demanda global, lo cual es un diagnóstico erróneo como hemos visto más arriba, dado el nivel de ocupación de los factores de producción.

Se afirma a renglón seguido que la disminución del gasto público provocará una baja de la demanda global, lo cual conducirá a una disminución de los precios. Esta afirmación es también errónea. Frente a la caída de la demanda, los empresarios disminuirán la producción y no serán los precios que se ajustarán a la baja en el nuevo equilibro sino las cantidades, ya que los precios son inflexibles a la baja nominal. Esto significa que se ingresaría a una situación de estanflación, vale decir recesión más inflación, aunque la inflación sea menor.

Una situación similar se producirá si se impone un shock devaluatorio, vale decir un brusco incremento del precio de los insumos importados que se traslada e incrementa los precios internos y una caída de la demanda global debido a la disminución del poder compra de los salarios.

La inflación es la consecuencia del incremento de las ganancias empresarias a partir de una remarcación de los precios, lo cual altera la distribución del ingreso entre los salarios y los beneficios favoreciendo a estos últimos, o sea que los beneficios se quedan con la mayor parte de los incrementos de la productividad y del crecimiento.

Esto distorsiona los precios relativos, porque la remarcación es particularmente brutal en los bienes de primera necesidad, en particular en los alimentos. Como los trabajadores, sean activos o jubilados, deben en primer lugar satisfacer las necesidades primarias de su familia, deben gastar una parte cada vez mayor de su ingreso en estos bienes. Esto produce una disminución de la compra de los otros bienes menos indispensables, como textiles, indumentaria o calzado, lo cual hace que haya un estancamiento de la demanda privada, como se observa en la actualidad.

La consecuencia es una traba en la distribución del ingreso favorable a los trabajadores, que es uno de los pilares de la justicia social. Como los capitalistas tienen una demanda en bienes de consumo proporcionalmente baja respecto de su ingreso, la demanda global se contrae salvo que inviertan la totalidad de los beneficios, cosa que harán si anticipan un incremento de la demanda global.

Los anuncios reiterados de disminución del déficit presupuestario para ir en sentido del “pedido del mercado” es una pésima incitación a la inversión. Anticipa una retracción de la acción del Estado y no reducirá la inflación sino que provocará una contracción del crecimiento económico.

 

*Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS, Buenos Aires 2019. bruno.susani@wanadoo.fr