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30 abril, 2024

Que plantea el mito moderno de que la naturaleza habla el lenguaje de las matemáticas

La idea de Galileo de que la naturaleza habla el lenguaje de las matemáticas ha consumado su hegemonía sobre la ciencia en detrimento de una visión más amplia

Por Emilio Novis

Galileo Galilei revolucionó la ciencia moderna. Fue un firme defensor del heliocentrismo, creyendo que el sol, no la tierra, estaba en el centro de nuestro sistema solar. Estas ideas, expuestas en su libro «Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo», lo pusieron en conflicto con la Iglesia. Pero su mayor contribución en realidad fue avanzar un cambio de paradigma conceptual en torno a lo que el ser humano admitiría como la realidad fundamental.

La contribución crucial de Galileo fue su «matematización» de la ciencia. Creía firmemente que el libro de la naturaleza está «escrito en lenguaje matemático», donde los triángulos, los círculos y otras formas geométricas son los caracteres esenciales para comprender el mundo.. Esta convicción transformó la forma en la que se hace ciencia; condujo al desarrollo de experimentos cuantitativos y modelos matemáticos para comprender los fenómenos naturales.

Esto suena muy bien y ha sido obviamente enormemente exitoso. Galileo, junto con Descartes y Newton podría considerarse parte de la trinidad de científicos idolatrados por los científicos modernos que siguen el paradigma materialista, de un tiempo y espacio absoluto, de la física clásica. Y de aquellos que consideran a las matemáticas como idénticas a la realidad del universo, algo así como el sello de Dios en todas las cosas, el reino de la cantidad.

Pero en realidad, como han demostrado algunos filósofos de la ciencia, la ciencia misma no descubre realidades que existen independientemente de la búsqueda humana, sino que las crea, o las cocrea, siguiendo el trabajo de Bruno Latour. Son necesarias las teorías para encontrar cosas haya afuera, es decir, las cosas depende de una cierta mirada.

El físico y filósofo Juan Arnau expone claramente esta noción. Después de Galileo, las matemáticas empezaron a dominar la ciencia, y la ciencia el conocimiento. Hoy se han convertido en sinónimos. La ciencia con sus herramientas racionales y matemáticas se ha convertido en el único método valido para obtener conocimiento en la sociedad secular tecnocrática.

Pero las matemáticas son solo un lenguaje para interrogar a la naturaleza y obtener conocimiento (o realidad); existen otros, y esta univocidad limita y empobrece el espectro de nuestra experiencia. Ya decía Chesterton, el loco es quien ha perdido todo menos la razón. Nuestra sociedad hiperracional en este sentido es una sociedad demente.

«Hay otros modos de interrogar la naturaleza, que tendrán siempre la cortesía de respondernos en el idioma que le formulemos nuestras preguntas», dice Arnau. La naturaleza es una actividad, un proceso, no una cosa, y existe siempre en relación a todo lo demás. Como diría Baudelaire, la naturaleza es «un templo de pilares vivientes… un bosque de símbolos» que deja escapar «largos ecos».

El poder de las matemáticas yace en su insistencia y en ser un lenguaje poderosamente articulado. Pero otros lenguajes como el de la poesía o el de la música arrojan repuestas igualmente reales. La vida es un fenómeno complejo y misterioso, que requiere de acercarse de diferentes maneras. El científico, el poeta, el seductor, el agricultor, el sacerdote y el ingeniero todos tienen ciertos ángulos que enriquecen la experiencia. Y sin embargo, nuestra época elige el ángulo de los ingenieros y de los científicos y olvida el de los poetas y el de los amantes. Y si tuviéramos que juzgar no por valor de efectividad y de poderío técnico, sino por belleza y gentileza, estos ángulos, estos lenguajes de interrogación son superiores.

*PS