12 mayo, 2025
En 2025 se renovará la mitad de los diputados (127 bancas) y un tercio del Senado (24 bancas). Las elecciones serán el 26 de octubre, sin las PASO, por lo que esas elecciones primarias no se realizarán, al menos este año y con otra novedad. Por primera vez se implementará la Boleta Única Papel.
Por Sergio Marcelo Mammarelli*
En las provincias y la ciudad de Buenos Aires, 9 jurisdicciones desdoblaron sus elecciones legislativas locales: Salta (11 mayo), Jujuy (11 mayo), Chaco (11 mayo), San Luis (11 mayo), Ciudad de Buenos Aires (18 mayo), Misiones (8 junio), Santa Fe (29 junio), Formosa (29 de junio) y la Provincia de Buenos Aires (7 septiembre). Muchas eliminaron también las PASO y además estrenan boleta única papel o boleta electrónica.
Esta carrera que comenzó hace rato, con la elección de constituyentes en Santa Fe, donde LLA quedó muy lejos de la lista del Gobernador Maximiliano Pullaro y detrás del Peronismo, ahora el próximo fin de semana, reanuda la prueba electoral. San Luis, Jujuy, Salta y Chaco, con distintos sistemas de votación, realizan su calendario electoral separado del nacional. Salvo mi caso, que soy claramente un “ñoño republicano” según el Presidente Milei, ¿cuál es el interés o desinterés de la sociedad y por qué?
Hay algo que caracteriza a todas estas elecciones. En primer lugar, solo son disputas por el poder local. La segunda particularidad, son todas elecciones legislativas, que no despiertan el más mínimo entusiasmo en ninguno de esos distritos. A casi nadie le interesa. Y, por último, algunos de esos distritos estrenan nuevos sistemas electorales, como la boleta única papel o electrónica.
Con este escaso interés, ¿cuáles podrían ser las consecuencias de la próxima elección legislativa nacional de octubre? ¿Acaso el interés de la ciudadanía se reserva para ese plato fuerte? ¿Sucede lo mismo en la Ciudad de Buenos Aires y en la Provincia de Buenos Aires?
Desde el punto de vista jurídico y político, las elecciones legislativas en Argentina son muy importantes por varias razones, tanto a nivel provincial como nacional. Equilibran el poder, desde que definen la composición del Congreso (Cámara de Diputados y parte del Senado) y las legislaturas provinciales o municipales, fortaleciendo o debilitando al gobierno de turno en cada distrito. Las pérdidas de mayorías legislativas modifican los términos de negociación con la oposición, marcando nuevos rumbos para la aprobación o rechazo de proyectos de ley, pero también definen el control político sucesivo. Los poderes legislativos tienen funciones de control sobre todos los Ejecutivos, sean nacionales, provinciales o municipales. Por último, son un termómetro político, evaluando sobre la mitad de mandato, los grados de apoyo ciudadano y perfilando el panorama de las próximas elecciones, que sì son ejecutivas. En el caso de las elecciones legislativas nacionales, son clave para la representación de las provincias y distritos en el Congreso, lo que influye en el federalismo y la distribución de recursos.
Si hay algo que Milei sabe muy bien, es el desencanto de la sociedad con la política. Él sabe lo que piensan la mayoría de los argentinos: sienten que su voto no cambia nada, que los políticos no cumplen o que “son todos iguales”. Todo se tiñe de una apatía formidable.
También Milei sabe que si hay algo que destaca en todo este proceso es la absoluta falta de información: nadie sabe sobre qué se elige, para qué se elige y a quiénes elegir. Al no haber figuras “fuertes” en juego, como un presidente o gobernador, casi nadie se siente movilizado, ya no concurrir a votar sino hasta saber quiénes son los candidatos.
Por último, Milei y su Gobierno tienen muy en claro que, en contextos de crisis económica o social, ningún argentino piensa que esta elección sea importante. Es más, la sienten ajena a sus intereses.
Sin Milei en la boleta, lo único que tiene claro es que debe mileizarlo todo. ¿La pregunta es cómo? ¿Cómo lograr un Mileismo sin Milei?
Los analistas más importantes ubican la estrategia electoral sobre el mismo foco que en las elecciones del 2023. La campaña de la ira en un mundo donde la sobriedad no está de moda. Sin embargo, para que el odio tenga resultado, previamente hay que buscar a alguien digno de odiar. Y pareciera que, a diferencia del 2023, esta vez no es la casta. La oposición está demasiado fragmentada y su absoluta debilidad no adquiere suficiente peso para ser dignos de odiar. En cambio, aparecen otros dignos de ese sentimiento: los periodistas, los economistas y ahora los “ñoños republicanos” parecieran perfilarse como los “mejores enemigos”.
No soy periodista, ni tampoco economista, pero lamentablemente sin quererlo ingresé en la nueva clasificación presidencial.
Según el Presidente, somos aquellos que nos quejamos constantemente sobre las formas con que se expresa y gobierna Milei, tildando de inconstitucional todo aquello que no nos gusta. Sin darme cuenta, pasé a conformar un colectivo social de un grupo de tontos y aburridos, que pretendemos un mínimo respeto por las reglas, los procedimientos y la ley. Somos un colectivo de gente común, que no tenemos partido político, que no tenemos líderes a quién seguir, que no tenemos estructuras y lo peor, tampoco participamos en las redes sociales.
Somos un colectivo de estúpidos y parias que nos indignamos con la corrupción Kirchnerista, nos revelamos al encierro de la pandemia, muchos de nosotros elegimos a Milei no por convicción sino por descarte y ahora nos preocupa la República, las reformas a fondo que no se hacen, sean en infraestructura, educación, salud, en el mundo laboral o en el combate contra la pobreza estructural. Somos el mismo grupo aburrido que no quería a Lijo en la Corte, que quiere “ficha limpia” y que no nos gusta el discurso del odio para todos aquellos que no piensan como el Gobierno.
Incluso, tal vez, somos un tímido colectivo social que advierte que las elecciones legislativas de medio término son muy importantes, como la única forma de legitimar al Congreso y las demás legislaturas, que no solo dictan leyes, sino que definen los temas más importantes de la agenda de todos los poderes ejecutivos, sean nacionales, provinciales o municipales. Aprueban los presupuestos, designan los Jueces, designan nuestros diplomáticos, ascienden a nuestros militares, aprueban o rechazan endeudamientos públicos, aprueban tratados internacionales y hasta despiden a un presidente, gobernador o intendente, por su mala conducta o por la comisión de algún delito. Y si esto fuera poco, permiten alcanzar consenso en el único lugar donde funciona la democracia.
Con gran ojo pragmático, Milei sabe que el único elemento que orientará su campaña, además del odio, es el mantenimiento de su principal éxito económico, la reducción de la inflación. Para ello, amenaza a automotrices y presiona a supermercados por el alza de precios, controla paritarias por encima del 1% eliminando las “paritarias libres” y autoriza a los argentinos a sacar del colchón hasta 150 mil dólares sin consecuencias fiscales, incentivando un nuevo blanqueo. Todo bajo el paraguas de un “dólar barato”. ¿Tiene algo que ver todo esto, con la idea de una “sociedad de mercado”?
Es más, poco se sabe del fracaso en el Senado con el proyecto de “ficha limpia”, aunque todos observan a Carlos Rovira, dueño de los dos senadores que traicionaron su anunciado voto favorable, como más cercano a Milei que a Cristina. Varios anunciaban esta jugada, como intento de mantener a Cristina vigente en la polarización electoral. Hasta a los peronistas tomó por sorpresa la jugada. Lamentablemente nunca se sabrá, pero las dudas existen.
En conclusión, comprendo perfectamente que, no habiendo cargos ejecutivos en juego, el desdoblamiento electoral, además de producir esa sensación de que no sirven para nada, aumentan nuestra fatiga electoral. También me doy cuenta de que estas elecciones carecen de visibilidad mediática, donde casi nadie les da cobertura, aumentando nuestra apatía al extremo. También advierto que hay un solo tema que a los argentinos les preocupa, como la inflación o la economía y, por último, también comprendo que la metodología exitosa de la ira lleve al Gobierno a radicalizar su postura. En esta estrategia, nada me asombra con volver a los tiempos de Moreno para controlar la inflación o mantener a Cristina, para polarizar en las elecciones nacionales.
Ahora bien, comprender no significa compartir. Lamentablemente como verdadero “ñoño republicano”, me preocupa que el desinterés electoral no es solo una señal de apatía, sino una alarma para la salud del sistema, que más temprano que tarde vamos a extrañar en el final del camino. Mientras tanto, el experimento Milei sigue rodando.
*IS/ Abogado laboralista, ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia, autor de varios libros y Publicaciones, ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut