31 enero, 2021
Las vacunas son aún un bien escaso y producido por pocos laboratorios en un mundo que ya comenzó la carrera por la inmunización. Para ello, los gobiernos firman contratos con estrictas cláusulas de confidencialidad. Pero, ¿por qué tantos secretos ante un problema global y por vacunas que pueden resultar ineficaces ante un virus que muta y muta? Cantidad dosis, precios, efectos adversos, responsabilidades, indemnizaciones, juicios, competencia, las claves abundan y alertan…
Tras más de un año de la pandemia que paralizó al mundo entero, comenzó la pelea para recibir la vacuna. Todavía es un bien escaso y producido por pocos laboratorios farmacéuticos, que están muy lejos de cubrir la enorme demanda.
En la UE plantean restringir la exportación de dosis y complicarían la vacunación mundial
Para adquirir ese bien tan preciado, los gobiernos firman contratos con las compañías que las han desarrollado en tiempos récord, pero lo hacen bajo estrictas cláusulas de confidencialidad, ocultando información crítica al gran público.
La mayoría desconoce cuánto cuestan o cómo se distribuirán, porque así lo exigen los acuerdos firmados. Pero, ¿por qué tanto secretismo en los contratos?
Como el problema es mundial, desde la ‘BBC’ citan casos como los de Perú, donde las negociaciones entre el gobierno y la compañía Pfizer encallaron por este motivo; Colombia, donde el gobierno afirma que las cláusulas de confidencialidad le impiden ofrecer aún un cronograma claro de vacunación.
O la respuesta a una petición de información en el Parlamento Europeo a mediados de noviembre, cuando la comisaria de Salud, Estela Kiriakides, afirmó: «Debido a la naturaleza altamente competitiva de este mercado, la Comisión está legalmente imposibilitada para desvelar la información que contienen estos contratos»; el caso de la ministra belga de Presupuesto, Eva de Bleeker, quien tuvo que retirar poco después de publicarlo un mensaje en ‘Twitter’ en el que recogía la lista de precios de los laboratorios con los que había negociado la UE.
Las quejas por el incumplimiento de los compromisos adquiridos por algunos fabricantes de vacunas; las de las voces que exigen mayor transparencia en un asunto de salud pública vital, y sobre todo, con la Unión Europea (UE), enojada después de que los laboratorios Pfizer y AstraZeneca le comunicaran que no estarán en condiciones de suministrar al bloque la cantidad de dosis iniciales acordadas, y exigieran a las farmacéuticas que hagan públicos los términos de los contratos y amenaza con controlar las exportaciones de las vacunas producidas en Europa.
¿Por qué tanto secreto? Según Jonathan García, experto en salud pública en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, «esto no es nada nuevo; es frecuente que en los contratos entre los sistemas de salud de los países y las farmacéuticas se incluyan cláusulas de confidencialidad».
«Los laboratorios buscan fraccionar el mercado para poder negociar precios distintos con los distintos países», dijo según indagó el medio mencionado.
Esto les permite negociar con los países en función de sus recursos, ofreciéndoles precios más bajos a los países pobres o en desarrollo y exigiendo cantidades más altas a los más ricos.
Desde la compañía AstraZeneca afirmaron que la vacuna que ha desarrollado en colaboración con la Universidad de Oxford tendrá un coste aproximado de entre US$3 y 4 dólares por dosis (se requieren dos). Pero éste es un caso excepcional.
Además, más allá de los precios, se mantienen muchas veces en secreto la información relativa a la producción y logística, y las conocidas como cláusulas de responsabilidad, en las que se estipulan límites a la responsabilidad de los laboratorios en el caso de posibles efectos adversos de los medicamentos y se indica que si hay diferencias no las resolverán los tribunales nacionales, sino unas cortes especiales de arbitraje internacional.
En este marco, las voces que reclaman mayor transparencia alertan que la urgencia por el desarrollo de una vacuna para una enfermedad que se ha cobrado ya más de dos millones de vidas en todo el mundo ha podido llevar a los gobiernos a aceptar limitaciones de responsabilidad aún mayores.
En la Estrategia para la Adquisición de Vacunas que hizo pública la Comisión Europea se decía que «la responsabilidad por el desarrollo y el uso de la vacuna, incluida cualquier indemnización específica requerida, recaerá sobre los Estados miembros que la adquieran».
El caso de Perú se convirtió en un claro ejemplo de ello cuando en medio de las negociaciones con ´Pfizer’, la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, dijo que «se identificaron algunas cláusulas que requerían un análisis más profundo para determinar la compatibilidad con las leyes peruanas y los alcances que puede asumir el Estado».
Desde Pfizer no hubo respuestas por la falta de acuerdo, y Perú ha comenzado a buscar por otro lado la vacuna sin poder, claro está, ofrecer algún cronograma seguro de vacunación.
En Colombia, el gobierno fue objeto de fuertes críticas por no haber comenzado aún a vacunar a la gente y haber aludido a las cláusulas de confidencialidad para justificar por qué no podía ofrecer aún una fecha para comenzar a hacerlo.
De todas maneras, existen también defensores de la confidencialidad en los contratos. ¿Qué argumentan? Para ellos la clave serían los «subsidios cruzados». Al poder cobrarles más a los países ricos, los laboratorios se ven en condiciones de ofrecer precios asequibles a los países con menos recursos.
Según el economista David Bardey, de haber transparencia en los precios de los medicamentos, «sería más complicado para los laboratorios cobrar precios más altos a los países más ricos si estos pueden observar precios menores para otros países».
«Si queremos que los países más desarrollados paguen más, es mejor que los precios no sean públicos», indica el experto, que alerta además de que los países más avanzados están adquiriendo muchas más dosis de las que necesitan porque «sus gobiernos tienen una gran presión de su opinión pública y eso los está empujando a una especie de nacionalismo sanitario».
Se suele aludir también al derecho que tienen las compañías a obtener un beneficio de las grandes inversiones que hacen en investigación.
Y un tercer factor son los derechos de propiedad intelectual. Un experto español en salud pública que prefirió no dar su nombre resume el papel que, a su juicio, están jugando los grandes laboratorios occidentales: «Están defendiendo su patente para evitar que otros la fabriquen en la India y se las vendan a menor coste a los países pobres».
Las diferencias en el acceso a las vacunas han llevado al mundo a un riesgo de «fracaso moral catastrófico», como definió el director de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el hecho de que los países más necesitados vayan a tener que esperar años para inmunizar a su población.
Y la historia de las epidemias muestra que no sería la primera vez. Sucedió con la poliomielitis y la viruela, enfermedades erradicadas mucho antes en los países más avanzados, y con el VIH, que todavía diezma a muchas poblaciones africanas.
En ese marco, los países de renta media, como la mayoría de los de América Latina, no pueden permitirse exigencias a los laboratorios como la que impone la Unión Europea, un bloque formado por 27 estados de los más prósperos del mundo.
A todo ello se suma que la urgencia por desarrollarla no deja mucha evidencia de su eficacia, fuertemente amenazada por las nuevas cepas del virus, que vienen registrándose en varios países.
En efecto, desde el inicio de la pandemia de Covid-19 se han escuchado comentarios sobre el temor de que el SARS-CoV-2 mutara hacia formas más agresivas. Y es, justamente ahora, cuando parece haber más variantes del SARS-CoV-2. ¿Por qué? Precisamente, porque le estamos poniendo trabas a su transmisión.
Esto es, cuando el virus prácticamente tenía vía libre para infectarnos, las variantes que fueran un poco más contagiosas tenían escasa ventaja sobre el resto.
Actualmente, mucha gente ya ha pasado la infección y posee anticuerpos frente al virus. Tenemos acceso a barbijos y aprendimos las variantes de transmisión del virus, y principalmente, se ha iniciado el proceso de vacunación.
En resumen, las variantes más transmisibles tienen una ventaja frente al resto, pudiendo hacerse mayoritarias.
Hay varias formas por las que un virus puede mejorar su transmisión. Una de ellas es aumentar su capacidad de interacción con el receptor celular, la molécula que le permite su entrada en la célula.
Otra, en poblaciones con abundancia de individuos que ya han pasado la infección, es evitando ser reconocido por los anticuerpos.
La buena noticia es que la mayor capacidad de contagio no suele asociarse a aumentos de letalidad.
Y en este sentido, las variantes del SARS-CoV-2 que más inquietud causan actualmente, debido a la rapidez con la que se están expandiendo, son la británica, la sudafricana y la brasileña, denominadas así por el lugar donde primero se detectaron.
En efecto, en estos últimos días se han generado dudas sobre si la variante británica es más letal en personas ancianas.
La realidad es que cualquier variante más transmisible aumentará el número de muertos, no solo por el mayor número de infecciones, sino también por las mayores dificultades para tratar a los enfermos.
También hay gran preocupación sobre si la circulación de estas variantes afectará a la eficacia de las vacunas o a la frecuencia de reinfecciones, como se ha comentado en el caso de las variantes sudafricana y brasileña.
Si se llegara a confirmar la menor efectividad de las vacunas sobre estas variantes, implicaría que las vacunas tendrían que ser actualizadas periódicamente en función de las cepas que estén en circulación en ese momento. De esta manera, habrá más y más contratos.
Y la Argentina no será la excepción. En el último reporte de variantes en el AMBA, se lee:
«Hasta el momento, sobre un total de 322 muestras analizadas a través de la vigilancia activa de variantes, solo se ha detectado la presencia de la variante VOC 202012/01 (UK) en un caso importado procedente de UK, y otros 13 casos sospechosos de pertenecer a la variante de Río de Janeiro (P.2) por presentar la mutación S_E484K.
Tanto el caso de la variante VOC 202012/01 como cuatro de los casos de la variante de Río de Janeiro fueron confirmados por secuenciación del genoma completo y tres más de este último grupo se encuentran en proceso de secuenciación. Por otro lado, no se ha detectado aún en nuestro país ni la variante 501Y.V2 (Sudáfrica), ni la 501Y.V3 (Manaos).»
*U24