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7 junio, 2020

Periodismo argentino: El difícil arranque como “Boletín Oficial”

Por Jeanne d’Arc*

Un ejercicio interesante en días de conmemoraciones es mirar para atrás y comenzar a recordar. ¿Para que lo hacemos? Probablemente para lastrar el presente o hurgar en el futuro mediante proyecciones. Es que hay en el inconsciente algo de esa corriente de pensamiento que pregona la teoría en la que la historia se repetiría cíclicamente.

El mecanismo se repite a lo largo del tiempo y hay sobradísimas muestras de escrituras que se desviven en el esfuerzo de mostrar una constante. En el año 1377, Ibn Jaldun, escritor, filósofo, economista entre otros, escribió una obra en la que trataba el auge y caída de las civilizaciones como un hecho que se repite cíclicamente y cuáles son las razones para que esto tuviera lugar. Entre esos pioneros figura además Giambattitsta Vico, abogado y filósofo, publicó en 1725 la obra Szcienza Nuevoa (Ciencia Nueva) en la que aborda el sistema el ciclo repetitivo por el cual surgen y decaen las civilizaciones.

 

¿Todo vuelve?

 

El eterno retorno es una concepción filosófica del tiempo postulada en forma escrita por primera vez en Occidente por el estoicismo, que planteaba una repetición del mundo en donde éste se extinguía para volver a crearse. Bajo esta concepción, el mundo era vuelto a su origen por medio de una conflagración donde todo ardía en fuego. Una vez quemado, se reconstruía para que los mismos actos ocurrieran una vez más en él.

También para la filosofía oriental, la existencia sigue siendo un hecho cíclico, en donde cada acto, cada instante y acontecimiento se repetirán eternamente. En contraposición con la filosofía occidental, en el pensamiento oriental, el eterno retorno llevaría a la perfección del universo, pues en cada reinicio se pulirá cada hecho, hasta ser perfecto.

 

Los escritos testigos

 

En literatura se encuentran ejemplos notables de esta idea, como en Madame Bovary del escritor francés Gustave Flaubert o, en Cien años de soledad del colombiano Gabriel García Márquez.
Jorge Luis Borges usó la idea del eterno retorno como tema para algunos de sus cuentos. Asimismo le dedicó dos noticias asombrosas, en las que exploró los precedentes (y algunas variaciones) de esa visión («La doctrina de los ciclos» y «El tiempo circular», en Historia de la eternidad).

Hermann Hesse en su libro Siddhartha hace uso de este concepto y también Manuel Vilas en su novela Ordesa. Y la idea de las repeticiones cíclicas también forma parte central de la obra del escritor checo Milan Kundera en La insoportable levedad del ser, en donde relaciona el concepto de gravedad o pesadez con el eterno retorno tal como lo hiciera Nietzsche. En La historia interminable, de Michael Ende (capítulo XII), cuando la Emperatriz Niña le ordena al Viejo de la Montaña Errante que le cuente la historia interminable, el Viejo le advierte que en ese caso tendría que escribirla otra vez, y lo que escriba sucederá de nuevo, dando lugar a un «final sin final»: entrarían al círculo del Eterno Retorno, del cual es imposible salir.

Si el origen del Periodismo Argentino es como promovió el Primer Congreso Nacional de Periodistas que se realizó en Córdoba en 1938, la Gazeta de Buenos Ayres, se podría inferir bajo la teoría del ´eterno retorno´ que los medios criollos se debatirán eternamente entre el dilema del centralismo y oficialismo dominante para construir sus dichos.

Sino, basta revisar los relatos desromantizados y pensar como arrancó todo. Según la historia que cuenta Wikipedia, corría el año 1810 y Mariano Moreno publicaba el primer número de la Gaceta de Buenos Aires, un boletín de comunicación que sirvió de portavoz y difusor de las ideas promovidas por el gobierno revolucionario de mayo. Era 7 de junio y ese evento es el que se conmemora actualmente como el Día del Periodista.

 

Atada al poder

 

La Gaceta había sido fundada a los nueve días de la creación de la Primera Junta, y Moreno sabía la importancia que tenía este medio de comunicación dentro de la formación ideológica y de propaganda para la política de aquel entonces. Su publicación fue una apertura hacia una nueva libertad de expresión (aunque difícilmente se encontrasen en sus páginas críticas a la Primera Junta o la Iglesia).

La Gaceta publicaba las resoluciones oficiales, decretos y otros documentos, ofrecía noticias de actualidad tanto del extranjero como locales y contenía también los ideales del gobierno. Durante los días festivos y después de oficiada la misa su lectura fue declarada obligatoria para los curas hacia sus feligreses.

 

Corta vida

 

A lo largo de sus once años de vida, La Gaceta tuvo destacados redactores, pero sus plumas centrales estuvieron a cargo de Moreno y de Manuel Alberti, otro de los vocales del nuevo gobierno. Pero el exilio del primero y el fallecimiento del segundo hicieron que la publicación pasara a manos del diputado cordobés Gregorio Funes y posteriormente hacia Pablo Agrelo.

Desapareció el 12 de septiembre de 1821, cuando Bernardino Rivadavia decidió sustituirla por el Registro Oficial. Ergo…estimados colegas, si se repite ´esa´ historia de pegatina con el poder, difícilmente habrá verdad que nos haga libres, o sobreviviremos para contarlo. A los esforzados intentores de salida de esta ´matrix´ profesional: Sinceras Felicidades!!!

 

*Soy Juana,…ceniza de cenizas