19 febrero, 2021
Per Espen Stoken es director del Centro de Crecimiento Verde de la Escuela de Negocios de Noruega. Dice que las películas sobre el apocalipsis climático generan un temor fascinante. Pero cree que los medios y la ciencia se equivocan cuando sólo hablan del fracaso ante el calentamiento global. Afirma que es necesario también definir qué podemos hacer para contenerlo y, a partir de eso, contar otra historia: la historia donde triunfamos, para que suceda.
Esa es la propuesta del psicólogo y economista Per Espen Stoken, director del Centro de Crecimiento Verde de la Escuela de Negocios de Noruega.
Stoken cree que para movilizar a las personas frente al cambio climático es necesario dejar de pensar en el fin del mundo y empezar a creer que sí podemos ganar la batalla.
En 2015, el psicólogo publicó el libro «En qué pensamos cuando tratamos de no pensar en el calentamiento global» (What We Think About When We Try Not to Think About Global Warming), identificando los mecanismos con los que funcionan las personas que no creen en el cambio climático y proponiendo un nuevo marco a partir del cual impulsar los cambios que requiere disminuir los gases de efecto invernadero.
P: Usted ha planteado que, ante el cambio climático, no podemos pensar sólo en el apocalipsis: también tenemos que crear un relato en el que seamos capaces de triunfar sobre esta amenaza. ¿Podría explicarnos más esa idea?
PES: -Me gustaría partir diciendo que, en muchas formas, y especialmente en los países occidentales, existe una cultura cristiana, y la cultura cristiana tiene su libro fundacional en la Biblia. La Biblia termina en el apocalipsis, ese es el libro final del Nuevo Testamento donde todo se va al infierno y la tierra colapsa.
Esa es la narrativa profunda, la historia profunda de nuestra cultura. Cuando se habla de cómo la atmósfera y el clima se volcarán contra nosotros y terminarán con nuestra civilización, esta narrativa profunda se empieza a actuar en nuestra cultura, porque coincide con lo que hemos estado escuchando por cientos y cientos de años: que si continuamos pecando el mundo se derrumbará, y vendrán el fuego y las catástrofes.
¿Cómo se amplifica este fenómeno?
Las personas que trabajan en la ciencia del clima son gente muy racional. Utilizan números, gráficos, barras lenguajes y conceptos abstractos. Así funcionan.
Pero para trasladar esta información a los medios de comunicación, necesitas una historia. Y durante los últimos 35 años nuestra historia sobre el calentamiento global ha sido apocalíptica, ha sido que nos encaminamos a la catástrofe.
Por qué funciona así es simple y lo sabemos: porque es más fácil. Es más sencillo describir todo este fenómeno en unas pocas palabras y frases, agregando las imágenes de hielos derretidos y osos polares ahogándose, o de grandes columnas de humo y enormes incendios: todo lo que tenemos a mano refuerza esta historia arquetípica sobre el fin de los días.
Y sin saberlo y sin quererlo, la ciencia ha terminado consumida por esta historia del apocalipsis climático.
Pero la intención es buena: crear conciencia sobre el calentamiento global. El problema que usted ve es que esta historia apocalíptica no nos moviliza ni nos empodera, sino al revés.
Exacto. La primera vez que se dio este fenómeno en la prensa mundial fue cerca de 1989, un año después de que Jim Hanson diera testimonio ante el Congreso estadounidense, diciendo que estábamos haciendo «hervir» la tierra.
Fue también justo después del accidente de Chernóbil, cuando el tema ambiental estaba en el centro de la agenda mundial. Era fue la primera vez que el público en general empezó a oír de la amenaza global climática. Y esa amenaza se ha venido repitiendo cada año, en cada una de las COPS (Conferencia de Partes por el Cambio Climático), en cada informe del IPCC (Panel Internacional de Cambio Climático).
Hay estudios del Instituto del Periodismo en Oxford que calculan que más del 80% de los artículos periodísticos sobre los resultados del IPCC usan la perspectiva del apocalipsis y la catástrofe para enmarcar sus notas. Esa, que es la historia dominante, es muy fácil de vender, es buena para llamar la atención, y tiene la intención de crear conciencia. Pero la sicología ya ha estudiado qué ocurre cuando usas el apocalipsis, o la amenaza de una catástrofe de manera recurrente: pasa lo de Pedrito y el lobo. La décima vez que gritas que viene el lobo, nadie se mueve, y el lobo llega.
¿Qué puede explicarnos la sicología sobre este fenómeno?
En sicología hablamos de tres respuestas ante el uso excesivo de la amenaza de catástrofe.
La primera es la habituación. Te acostumbras y ya no respondes. Nosotros ya llevamos 30 años escuchando sobre la catástrofe, así que nuestra respuesta al apocalipsis ha disminuido.
El segundo mecanismo es el de la evitación, porque nos incomoda escuchar que estamos frente a una amenaza global y que la tierra se irá al infierno, preferimos hablar del fútbol, de las celebridades, de lo lindo que está el día, de cualquier cosa que no sea la catástrofe. Empiezas a esquivar el mensaje y al mensajero.
El tercer mecanismo después de la costumbre y la evasión, es la proyección. Proyectas un estereotipo sobre la personas que te están advirtiendo de la amenaza.
¿Qué necesitamos entonces para actuar contra el calentamiento global?
Lo que necesitamos es generar un relato que ayude a las personas a encontrar sentido, a recuperar un sentido de agencia y de comunidad: una historia en la que podemos trabajar juntos ante el cambio climático; una narrativa donde podamos ver qué opciones tenemos de crear un mundo donde el cambio climático no destruirá la civilización.
Esa historia, ese relato tiene que ser contado no por pocos, sino por muchas personas, en muchas formas distintas y de una manera que las personas consideren confiable y tenga aplicaciones prácticas: donde se vea qué rol pueden tener cada uno en esta historia donde ganamos.
¿Cómo puede movilizarnos esta historia de éxito?
Haciendo que las personas puedan ver que sus decisiones son parte de una historia mayor: que si deciden comer menos carne, se hacen parte de un movimiento mayor donde todo el sistema alimentario puede avanzar hacia un modelo más sostenible.
Que cuando tomamos un bus eléctrico, o cualquier transporte público, o una bicicleta, sepamos que nos estamos haciendo parte de una tendencia más grande, que terminará disminuyendo las emisiones que generan los autos, la bencina y el petróleo. Que comprendamos que si usamos energía solar en vez de carbón estamos haciéndonos parte de esta gran historia en la que todos trabajaremos para resolver nuestros problemas: para hacernos parte del tipo de historia que da a cada persona un sentido de comunidad y de destino común.
Cuando uno se siente parte de una historia mayor, cada uno de los esfuerzos que hace contra el cambio climático toman un nuevo sentido.
¿Cree que la idea del apocalipsis climático se fortaleció para contrarrestar el negacionismo climático?
Sí. Cuando yo creo o escucho que el mundo va «a hervir», o que caerá en llamas, puedo hacer dos cosas. Una es refugiarme en el negacionismo. Decir, «no, no hay lobo, el lobo no viene», y de esa manera evitar el dolor y el impacto sicológico que me genera la idea del apocalipsis. Simplemente escondo la amenaza en un lugar donde no pueda verla ni sentirla.
Eso es la negación. Y una de las formas que toma la negación es plantear que el clima siempre está cambiando, o que el fenómeno no es tan peligroso, o que es inevitable, etc. Esos argumentos surgen en parte como respuesta a nuestra sensación de indefensión.
Pero también pasa que cuando escuchamos hablar una y otra vez sobre el apocalipsis, es probable que empecemos a pensar que no hay nada que podamos hacer para detenerlo. Que las cosas se van a ir al infierno de todas formas, así que para qué molestarse. Son dos ideas que están muy conectadas, y ninguna de las dos nos ayuda.
¿Cuál es la alternativa?
Es crear esta otra historia. La historia donde vemos que sí, que podemos hacer algo, y que cuando cada uno de nosotros hace algo, más personas se nos sumarán, porque somos seres sociales, que nos influenciamos unos a otros.
Hay un camino en el que podemos avanzar juntos hacia la construcción de una mejor sociedad, donde el clima vuelva a estabilizarse. La ciencia nos dice que eso todavía es posible.
Si lees el último reporte del IPCC, hay escenarios en los que somos capaces de alcanzar la meta de 1.5 grados. Está planteado en términos muy abstractos, pero puedes encontrarlo en el reporte.
¿Por qué necesitamos hablar de éxito?
Para que la gente pueda comprometerse, reconocerse, y ver cómo juntos podemos progresar hacia una sociedad con menores emisiones de carbono que además sea mucho más igualitaria. Porque no podemos tener un planeta estable si los niveles de inequidad son extremos.
Así que la «justicia climática» también debe ser parte de esta nueva narrativa. No sólo necesitamos un mundo más estable, necesitamos uno donde las personas tienen acceso a comida, casa, movilidad, un lugar donde las necesidades básicas estén cubiertas y la vida sea digna. Porque hoy son las comunidades más pobres las que se están llevando la mayor parte del peso del cambio climático.
¿Cree que la idea de que todo el mundo va a desaparecer nos distrae de los efectos presentes y reales que tiene el calentamiento global sobre comunidades más pobres, que están enfrentando inundaciones, deslizamientos de tierras o sequías?
Exacto. Por eso esta historia de un mundo que logra cierta estabilidad, tiene que ser también una historia que hable de inclusividad, que incorpore a quienes hoy están en la primera línea, cargando el peso del impacto del calentamiento global, a los refugiados climáticos.
Por eso tenemos que describir y pensar cómo vamos a reconstruir los bosques, cómo reconstruiremos las vías fluviales y la tierra, cómo recuperamos las zonas que aún no están completamente degradadas.
¿Qué rol juega esta narrativa sobre las empresas, que muchas veces sólo piensan en los beneficios a corto plazo, y no en el costo climático?
De eso trata mi segundo libro, «La economía del mañana». Allí planteo la necesidad de generar un «crecimiento sano», que genere valor para las personas, el ecosistema y la sociedad. Y para eso necesitamos que las personas empujen a las empresas y la política en la dirección correcta.
¿Por qué cree que hoy se hacen tantas películas sobre el apocalipsis climático?
Porque nos crean una especie de temor fascinante, una especie de emoción ante esta amenaza existencial. Ver este tipo de películas te permite explorar la sicología del apocalipsis en un espacio seguro, porque la película termina y tú estás bien.
Un famoso poeta noruego decía hace varias décadas que desde que él era un niño, a principios de 1900, se vivía con esta idea de que el mundo se iba a acabar. El fin del mundo siempre está cerca, sicológicamente hablando, porque nuestro cerebro, nuestro lenguaje y creencias están muy atados a esta idea del fin de los tiempos. Pero nos equivocamos cuando pensamos que el fin del mundo ocurrirá en una fecha particular.
El fin del mundo puede ser una idea de cierta profundidad, si la elaboras de una forma imaginativa. Pero cuando amenazas a los demás con el fin del mundo, bloqueas su imaginación, los empujas a la negación, a la inacción. Necesitamos contarnos las dos historias. La historia del apocalipsis, pero también la historia de la transición, de cómo triunfamos y logramos crear una forma de vida sustentable para la humanidad. De cómo logramos llegar a ser nueve billones de personas viviendo bien, juntas, en un mismo planeta. Esa es la historia que tenemos que encontrar.
*BBCNM