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3 junio, 2024

Me está cansando la crisis con esperanza

Siempre escuché de los que saben, que lo que no se hace en los primeros 100 días no se hace más.

Por Sergio Marcelo Mammarelli*

Si bien históricamente la importancia de los 100 días de gobierno responde a un invento de Roosevelt inspirado en Napoleón para luchar con una emergencia nacional, fijando dicho plazo como una manera de presionar al Congreso en plena crisis financiera, hoy la idea coincide con un periodo en el que los presidentes suelen ser populares y tener margen para actuar como un instrumento comunicacional, que utiliza la atención y movilización de los ciudadanos, con el objetivo de aprovechar la popularidad para llevar a cabo las propuestas de campaña y capitalizar las primeras sensaciones positivas como Gobierno.

Los ciudadanos están ansiosos por saber cómo arranca el nuevo período y como se da este cambio de mandato. Para los equipos de comunicación de gobierno, el reto está en hacerle entender a sus clientes, la importancia de la comunicación como una oportunidad de encuentro permanente y constante y un espacio para la interacción social. ¿El fin último? Lograr que la ciudadanía acepte, legitime y apoye al Gobierno, y para el gobernante, trabajar en una campaña permanente que le permita ganar la reelección para el próximo período. En síntesis: “Viva la libertad carajo”!

En el caso de Milei ya pasaron más de 150 días y “el pescado sigue sin venderse” pero con una sensación distinta y rarísima en toda la sociedad argentina: Crisis con esperanza nos explican los analistas políticos más importantes. ¿Pero qué significa eso? Al menos para mí, que lejos estoy de esa especialidad y que me percibo como un ciudadano más, me produce sentimientos contradictorios. Todo depende de “cómo me levante”. ¿Acaso a ustedes no les pasa lo mismo?

¿Qué significa la esperanza que sienten los argentinos? ¿Será la imaginación de un futuro que nunca vendrá porque lamentablemente ya pasaron más de los 100 días para las transformaciones que necesitaba la Argentina? ¿Será en ese caso, una mutación definitiva de esperanza en crisis larga y permanente, transformando esa emoción difusa en una nueva frustración? ¿O que esa esperanza requiere todavía una dosis adicional de paciencia a la espera de los ansiados resultados de cambio? No lo sé, pero tampoco puedo evitar lo que siento.

Claramente estoy, como le debe pasar a muchos, con sensaciones encontradas y cíclicas. Veo el vaso medio lleno y medio vacío con igual intensidad dependiendo de los días, de las noticias o de lo que sucede en mi vida cotidiana, cuando me llega la cuenta de la luz, el gas, la prepaga, cargo combustible, etc.

Milei nos prometió una “revolución en democracia”. Es decir, nos prometió una innovación profunda y sin anestesia y la mayor parte de los argentinos compramos la receta. Nadie, al menos de quienes lo votamos para consagrarlo presidente en la segunda vuelta, pueden quejarse de ese objetivo. Y yo tampoco me quejo en estas líneas. Mi preocupación es un poco más profunda que un simple disgusto personal.

Salvo el grito de “viva la libertad carajo” y algunas actitudes disruptivas del presidente, la revolución de Milei ni siquiera puede transformarse en reformismo y las innovaciones profundas están dando paso a más de lo mismo.

Como quiero que mi visión sea lo más objetiva posible, arrancaría con el famoso DNU del Gobierno, que de un hecho esperanzador hoy naufraga entre la paralización judicial, cumplimiento a medias sin consistencia y la amenaza de su rechazo por el Congreso. Casi inmediatamente apareció la famosa Ley de Bases y Puntos de Partida para la innovación profunda. Un verdadero libro refundador de la nueva Argentina. Sin embargo, luego de más de 5 meses, el proyecto de ley se quedó con una arquitectura que la aleja de las bases y también de la revolución. Un proyecto de ley clásico de todo gobierno: moratoria laboral, seguido de blanqueo impositivo más promoción industrial y de inversiones energéticas y mineras y una privatización al estilo más clásico de la década del 90. A ello se le suma una delegación legislativa con la declaración de emergencia en algunas materias bastante acotadas y por un período de solo un año. Si comparamos el actual proyecto aprobado en diputados o incluso el que proponen los Senadores, no hay diferencia alguna entre ese proyecto de ley con cualquiera que hayan enviado Menem, De la Rúa, Macri, Néstor o la misma Cristina.

¿Acaso, la revolución liberal anunciada en la ley de bases será mantener las retenciones a las exportaciones o el impuesto PAIS? ¿Acaso esa ley bases implicará mantener el modelo sindical argentino con sindicato único, ultraactividad convencional total y monopolio de recaudación sindical y reelección indefinida? ¿O será solamente lanzar una reforma laboral cosmética manteniendo un modelo laboral fordista de hace 50 años atrás? ¿O acaso será mantener regímenes incomprensibles como los existentes en la provincia de Tierra del Fuego, proteccionismo prebendario, etc.?

Por último, tanto la Ley Bases como el plan fiscal siguen naufragando en un Senado que a lo sumo lo aprobará con modificaciones, sobre fines de mayo, frustrando el pacto del 25 de mayo, regresando a Diputados con la amenaza de quedar atrapada en un pantano de intereses en juego. Es decir, en el mejor de los casos, la Ley de Bases encogerá nuevamente algunos talles más.

Quiero seguir manteniendo mi objetividad y observo el mercado financiero, donde el Gobierno nos anuncia la vuelta del crédito hipotecario pero ningún argentino sabe cuál será el sistema financiero que viene o siquiera cuál es el que quiere el Gobierno. Ni hablar acerca de cuál será el régimen cambiario futuro. Ni siquiera sabemos si saldremos este año del famoso cepo cambiario. Y el Ministro de economía sigue diciendo que está todo listo para la dolarización.

Claramente si queremos ser objetivos hay dos cosas ciertas hasta ahora. La inflación baja todos los meses y estamos en una fabulosa recesión profunda. Ambas cosas son ciertas y nadie duda de ellas. Las dudas son otras. Cuánto bajará por fin la inflación y cuánto durará la recesión profunda, son las preguntas que todos se hacen. Sin embargo, ninguno sabe las respuestas y tampoco el Gobierno, salvo que tarde o temprano habrá algún rebote, pero las dudas están en el abecedario. Nadie cree que será en V, pero nadie sabe si será en L, en U o en J, etc. Dicho de otro modo, hay certeza de que no se puede caer eternamente pero no se sabe cuándo dejaremos de caer.

La inflación de abril nuevamente bajó, y nos puso muy contentos que se ubicó por debajo del 10%, más precisamente un 8,8%. Sin embargo, ese porcentual es apenas superior a la inflación del mes de abril del 2023 con Sergio Massa como ministro (8,4%) y que provocó todo tipo de insultos al candidato de Unión por la Patria demostrando su fracaso en su programa antiinflacionario. ¿Qué festejamos entonces? ¿Que la inflación haya bajado de los niveles escandalosos que provocó el mismo Gobierno desde diciembre luego de asumir?

Como entiendo poco de economía, mi objetividad fue en busca de otra opinión menos subjetiva que la mía, motivo por el cual me preocupó muchísimo el reportaje a Miguel Angel Broda, en el diario La Nación. Si bien nunca adherí a sus ideas liberales, debo reconocer que fue uno de los primeros empleadores de Milei a quién calificó como un “intelectual brillante”, comulgando con su filosofía liberal aunque no libertaria. El economista en el diario La Nación, planteó no una sino cinco dudas centrales al plan de Milei. La primera y básica: la falta de un Plan de estabilización, que provocará que la inflación pueda seguir bajando del 4 o 5% mensual anunciada para los próximos meses, pero que, sin un plan, quedaría estancada allí siendo alta e insoportable para una normalidad económica. La segunda, la velocidad en la recuperación que considera será sumamente lenta. Un altísimo atraso cambiario constituye su tercera incertidumbre, que provoca entre otras cosas la destrucción del capital de las pequeñas y medianas empresas dedicadas a sustituir importaciones. La cuarta es la dilación en la salida del cepo cambiario y termina con la ineficiencia y problemas que advierte en la gestión. En fin, diría mi abuela, con estos amigos para qué tener enemigos, ¿no?

Lo más grave es que lo que plantea Broda es con más o menos diferencias lo mismo que piensan la mayor parte de los economistas más serios y razonables del país. Si ellos ven nubarrones en el horizonte, ¿qué hago yo con traje de baño y bronceador esperando el sol?

Pero sigo insistiendo en mi visión más o menos objetiva y también me preocupa el efecto burbuja que comenzó a invadir al Presidente. Si bien durante la campaña “no era muy salidor y conocedor de la Argentina”, desde que asumió prácticamente no tuvo un solo viaje al interior del país. Y tampoco se lo ve en contacto, aunque sea con la sociedad bonaerense o de la capital. Su vida en Olivos está envuelta en un clima de reserva a lo que se suman los rumores de propios funcionarios que no tienen casi contacto con él. Si bien les sucede a todos los presidentes de nuestro país, me preocupa que a los problemas actuales le sumemos que Milei quede encapsulado en sus propios dogmas y prejuicios sin ver la realidad del país. Contra esa realidad, el Presidente no pierde oportunidad para hacerse una escapada a cuanto lugar del mundo pueda para brindar una visión académica de su “viva la libertad carajo”. De hecho, esta semana se fue a España a encontrarse con el resto de la derecha europea.

La última novedad semanal es que sucederá con el famoso sol del 25 de mayo. Hoy hay dos ideas en el Gobierno. Una bastante razonable. El mismo Presidente le bajó el precio al encuentro en Córdoba y anunció que podría postergarse a junio o julio. La otra idea es nuevamente encender la mecha de la bomba. Si no sale la ley, Milei no descarta ir solo a Córdoba sin los gobernadores ni la política para firmar el pacto de mayo en soledad con la ciudadanía. Es decir, volver a fojas 0 en un desgaste repleto de incertidumbres.

Es difícil saber lo que hará el Presidente, pero ya tuvo un primer gran fracaso de lectura con la movilización por la educación pública y siempre vuelvo a mi vieja frase de esperanza: quiero más que ningún otro que a Milei y a su Gobierno le vayan muy pero muy bien. Sin embargo, ni la Argentina y menos aún los argentinos estamos para perdonar tantos errores políticos juntos en estos 150 días de gobierno.

 

* Abogado laboralista, especialista en negociación colectiva, Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la UNSJB, autor de varios libros y publicaciones, ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut