27 junio, 2022
No es tema de debate visible en la minería argentina de hoy, el pasar de un modelo extractivo-exportador, a uno industrial dando valor agregado a la materia prima mineral. Al menos no lo es en las esferas oficiales, y en el de la corporación minera. Pero sí en muchísimas voces que no tienen lugar en el cerrado mundo minero, y en gran parte de la sociedad en general que lo cuestiona.
Por Favio Casarín*
En efecto, el discurso instalado es que la exigua cifra de 3000 millones de dólares que representaron las exportaciones mineras en el año 2021, en primer lugar, se la presenta como importante –aunque no lo sea-. Y sobre ese montaje gira todo un cotillón de que el objetivo es aumentar las exportaciones, y que “con los recursos que tenemos podemos llegar a 10.000 millones en 2 años, a 30.000 en 10 años, y sigue…”.
Se nota el éxtasis que provoca en quienes discurren sobre el tema, y en los escuchadores que lo propagan por todas las redes sociales, sin pensar en la veracidad, y menos en la parcial conveniencia que representa para el país.
Objetivo bastante limitado por cierto, aunque refleja el sentir de quienes lo proponen. Para ellos el éxito es exportar materia prima mineral, con un escaso procesamiento, sin ningún tipo de valor agregado, para que ingresen dólares al precio que nos quieran comprar –o que nos quieren declarar-. Un modelo de minería colonial, que pudo servir de aprendizaje en los primeros 20 años desde que se sancionó la Ley 24.096 de inversiones mineras, pero que hoy tenemos la obligación de superar, al menos por una cuestión de amor propio y autoestima. En cualquier ámbito, además, aquello que sirvió en un momento de acuerdo a determinadas circunstancias, no necesariamente servirá para siempre, y las mentes desarrolladoras, siempre miran más allá, buscando superarse.
No existe un plan de desarrollo industrial a partir de la minería. En el 2020/2021 se puso en marcha un denominado Plan Estratégico para el Desarrollo Minero Argentino (PEDMA), impulsado por la Secretaría de Minería de la Nación, dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo. Todo terminó en un libelo de expresión de deseos, proclamas y reclamos, que en sus innumerables, repetitivas e intrascendentes páginas, no menciona la palabra industrialización, ni el de dotar de valor agregado a la minería. Felizmente duerme en algún cajón, una sabia decisión –la única tal vez-, de quienes lo promovieron.
Igual, el discurso y las acciones en el 2022, siguen siendo las mismas, aún con diferentes títulos.
Además de las limitaciones y escasa ambición del modelo extractivo-exportador, existe un aspecto más que lo derrumba y son los precios de transferencia, precisamente por resultar el beneficio principal que este modelo busca, el de obtener divisas y regalías por las exportaciones. Un manto de niebla oculta los precios de exportación de los minerales, las declaraciones juradas,las desgravaciones impositivasy la falta de transparencia en los controles. Lo que da motivo a sospechas de la ciudadanía que luego son utilizadas por distintos activistas, que se traducen en movimientos sociales que se oponen a la minería, con un final conocido: leyes provinciales que prohíben la minería metalífera en sus territorios. Por ello, este propio modelo termina fagocitado en sí mismo: fracasa en su propia metodología, porque no logra expandirse para producir materia prima mineral.
Resultado: el modelo extractivo-exportador, que se publicita como beneficioso para las provincias y el país, resultó ser todo lo contrario: un modelo que ha fracasado en su propia lógica. No solo por ser el artífice de la prohibición de la minería en 7 provincias argentinas, sino porque tampoco pudo exportar en casi 30 años de vigencia de la Ley 24.196 una cifra significativa. Y la cifra del 2021 que provoca éxtasis e ilusión, es sensiblemente menor a la de hace 10 años.
El caso del litio es emblemático y más fácil de entender, ya que es noticia en todos los medios de comunicación por la suba descomunal de los precios. La estrategia de los referentes exportadores consiste entonces, en producir más carbonato de litio, para exportarlo, así ingresan más divisas.
No se menciona el aprovechamiento industrial del recurso dentro del país como política estratégica para la transición energética, ni que China sea quien termine refinando el litio.
Una autolimitación a ser solo proveedores de litio como sal básica, para que el aprovechamiento industrial lo haga otro que será el que a posteriori nos venda tecnología.
Al no cotizar el litio como commodity, no sabemos a qué precio se vende, inclusive los gobernadores de las provincias productoras lo desconocen, tal como lo sinceró recientemente el gobernador de Catamarca, donde la empresa Livent está siendo investigada por sospechas de subfacturación, vendiéndole a su propia casa matriz en EEUU. Un informe reciente de la CEPAL, indicó que los precios de las exportaciones de Argentina y Chile son significativamente inferiores a los precios de mercado reportados en cada año, observándose diferencias promedio de un 58% en Argentina y un 21% en Chile.
Similar a lo que acontece con el litio, ocurre con otros metales. La plata y el cobre –cuando se producía-, se exportaban como concentrado. El oro sin refinar. Nos anunciamos como futuros líderes en la producción de cobre, y el país no tiene fundición, ni refinería de metales.
Los que la refinan son los compradores, algunos de ellos los mismos “dueños” de las concesiones mineras, y en los países de su casa matriz, como Canadá y Asia. En la transición energética, y plena era tecnológica, el país tiene una minería al estilo Potosí en plena época colonial hace 4 siglos, que nos sigue condenando a ser a ser simplemente los extractivistas proveedores de materia prima.
La provincia paladín de este modelo es San Juan, que hace unos días fue más allá, y aprobó una ley mediante la cual concesiones mineras que realicen obras de infraestructura –necesarias para la factibilidad de sus proyectos-, podrán descontar la inversión del pago de las regalías. Casi un estado de esclavitud feudal, donde antes se canjeaba trabajo por comida y ahora recursos a cambio de lo que sobre.
Se pone como ejemplo a seguir, a la minería chilena que exporta 20 veces más. Pero eso sí, el modelo indica hacerlo. sin fundiciones, sin refinerías, sin empresa minera del estado, sin pagar regalías, y sin industrias conexas como tiene Chile.
A esta altura, debemos entender algo. País minero no es el que produce minerales. Eso es una factoría. País minero es el que tiene toda la cadena de valor, que produce e industrializa sus productos, o al menos los vende refinados como el producido final.
Sin dudas lo lógico sería abandonar el modelo actual (extractivo – unitario y fragmentado – privado transnacional) y pasar a otro (industrial – nacional y federal – público y privado). Demasiada ambición, es cierto, luego de 400 años de colonización minera. Pero al menos, dentro del modelo extractivo-exportador actual, existen algunas herramientas que hoy mismo podrían implementarse, y que sin dudas, además de ser beneficiosas para las provincias y toda la nación, acercarían más la minería a la gente, que comenzaría a vislumbrar una minería que les sirve y que pueda desarrollarse productiva e industrialmente en todo el país. Aquí algunas:
– Sancionar una ley con incentivos fiscales, para los casos de incorporar valor agregado a las exportaciones de minerales.
La primitiva ley de inversiones mineras N° 24.196, solo incentiva la exploración, y la extracción.
-Existen reclamos del sector minero por una baja, o aplicación de alícuota progresiva en las retenciones a las exportaciones, todo dentro del modelo actual. Muy bueno resultaría aplicar rebajas a las exportaciones mineras que incorporen valor agregado, y subirlas a las que solo exporten materias primas. Además de justo, la Nación compensaría con creces el mayor desarrollo industrial, generación de empleos y aumento de las economías regionales. Las exportaciones que tanto atraen, además incrementarían notablemente su volumen.
La minería argentina, viene de años de aprendizaje, y se encuentra preparada para salir del corralito minero, desde donde mansamente ha aceptado desempeñarse en el papel con los menores beneficios de la cadena, mientras la industrialización se desarrolla lejos de aquí, y con nuestra riqueza y esfuerzo. La opción de conformarse con ser exportador para que el negocio grande lo haga otro, o industrializar el país a partir de nuestra riqueza mineral, no es solo una cuestión de negocios, es una cuestión de autoestima. Que el trabajo y el intelecto de nuestra gente, puesto sobre nuestros recursos, resulte aprovechado por nosotros mismos y para toda la comunidad.
Nos sobran los minerales, tenemos los recursos humanos necesarios. Nos falta, precisamente, la autoestima.
* Geólogo y abogado