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7 junio, 2020

Las plagas de la Argentina

Por Ricardo Auer*

Estamos llegando a un punto de inflexión donde la cuarentena se va transformando en una especie de laberinto del cual es difícil salir y podría dejar de ser efectiva en términos de popularidad e imagen pública. El debate público masivo sobre el tema revela que nuevamente estamos ante un hito de decisión política inevitable. Todas las “decisiones políticas” siempre tienen consecuencias, buenas o malas, mejores o peores, y además un costo: en este caso, en el número de muertos o bien en grados de recesión, que se medirá en número de pobres, la mayoría de los cuales no podrán recuperarse jamás, como lo indican la experiencia y las estadísticas.

Deberíamos recordar las muchas plagas que han caído durante décadas sobre el pueblo argentino. Las causas son diversas y acumulativas; abundan demasiadas explicaciones ex post ideológicas, que a nada conducen. Podríamos decir que, a diferencia de las de Egipto, las nuestras no fueron obra de Dios ni para liberarnos, sino por el contrario, los responsables fueron y son humanos y solo han servido para esclavizarnos cada día más.

Pobreza, inseguridad, inflación, corrupción, grieta, deuda externa, excesiva presión fiscal, recesión, desinversión, estado amorfo, ambigüedad estratégica y ahora finalmente, coronavirus. Circula una frase mal atribuida a Albert Camus, «lo peor de la peste no es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas, y ese espectáculo suele ser horroroso”, que me he permitido reinterpretar como que “de las consecuencias se verán mejor transparentadas las causas”. Por eso ahora es más válido que nunca aquello de que “la mejor manera de resolver problemas es comenzar a reconocer que existen”. Tal vez el coronavirus tenga una finalidad práctica, la de aplacar el orgullo de toda la clase dirigente, que no reconoce casi ningún error y nos permita volver a reflexionar seriamente en orden a comenzar a reconstruir el país sobre bases más sólidas y sostenibles en el futuro.

 

Miedo vs Esperanza

 

Si bien es cierto que, como decía Bertrand Russell en su libro ´Cómo se podría reorganizar el mundo´, «en la vida cotidiana de la mayoría de las personas el miedo desempeña un papel de mayor importancia que la esperanza”, la realidad es que el cabo de un tiempo no demasiado largo “todo pasa”, como decía el filósofo futbolero de Avellaneda, y la factura político electoral del aumento de la pobreza no va a poder ser eludida alegando que “la culpa” la tuvo esta imprevista pandemia. La gente quiere siempre resultados concretos y el rápido olvido es consustancial al facilismo nacional. Los argentinos solemos pasar rápidamente de la euforia a la desesperación y viceversa (una especie local del realismo mágico).

 

La coyuntura

 

Lo realizado por el gobierno de Alberto Fernández para enfrentar la pandemia ha sido, hasta ahora, muy correcto: dar una respuesta (cuarentena) bien temprana para frenar la pandemia, haber mejorado en algo el sistema hospitalario y haber obtenido un consenso de las fuerzas políticas. La opinión pública se lo ha reconocido largamente. Pero eso no es para siempre. El primer objetivo se ha logrado y la curva parece bien aplanada. Pero hay que enfrentar la crisis económica, abriendo las puertas a un ritmo adecuado, que a esta altura parece demasiado lento: muchos argentinos ya no responden las consignas y salen a sobrevivir, ya no del coronavirus, sino de la supervivencia material.

Las decisiones sobre las víctimas del virus pueden caer sobre gobernadores o intendentes; las víctimas de la recesión y la pobreza lo serán del gobierno nacional. Hay algo peor que no tener un plan de salida de la cuarentena, aunque luego haya que retroceder algo, y es la desbandada en masa.

 

Sin eufemismos

 

La Argentina no está en Europa; no tienen los fondos como para soportar mucho más tiempo la inmovilidad de las empresas y en particular de las pymes, que son las que dan masivamente empleo. Casi todo el interior del país (con algunas excepciones, basadas en factores objetivos y verificables) ya debería estar trabajando a un ritmo del 70% y la mayoría de los jóvenes también.

Hay muchas industrias que podrían comenzar a trabajar, tomando los recaudos sanitarios para hacerlo. Es evidente que los sectores que deberían comenzar a funcionar son el inmobiliario, la construcción, el comercio de cercanía, todos los oficios de mantenimiento, todas las especialidades médicas (hay sanatorios que pueden entrar en quiebra), la Justicia en su totalidad, todos los empleados del Congreso de la Nación, casi todos los empleados públicos, la industria automotriz, los jardines de infantes y otros.

Siempre debe haber un plan para cada sector, con distancia social y otras medidas. Mejor tener planes sectoriales que caos, respetando las personas con afecciones previas y los mayores de determinada edad. Entre la prosecución casi suicida de la cuarentena tal cual está y su terminación brusca hay un espacio para un plan que la población debe estar en conocimiento para evitar la ingobernabilidad de la calle.

Como el problema es el transporte en las grandes urbes hay que hacer una profunda reingeniería para solucionar específicamente esos temas y allí poner el dinero del Estado. El problema de fondo (que parece que se quiere esconder) es el AMBA, donde los bolsones de pobreza del GBA alteran políticamente la toma de decisiones en un sentido u otro. La vida y la economía no son disyuntivas, hay que resolver ambas a la vez. Todo el desastre de malas decisiones políticas que llevaron a esta situación de pobreza estructural ya no podrá esconderse y deberá transparentarse en las respectivas responsabilidades históricas.

 

Manos a la obra

 

La Argentina es mucho más frágil económicamente que la mayor parte de los países; sus plagas siguen bien activas y todas interactuando en forma simultánea: pobreza, inseguridad, inflación, corrupción, grieta, deuda externa, excesiva presión fiscal, recesión, desinversión, estado amorfo, ambigüedad estratégica y dependiendo de la negociación de la deuda externa, con muy poco o sin nada de crédito. Nada alentador.

Además, si las señales políticas que damos a propios o extraños son tan dispersas y ambiguas, es decir, no tienen un rumbo claro, nadie va a querer invertir en Argentina en el futuro cercano. Y sin inversión no habrá empleo. Y sin empleo ni actividad económica no habrá recaudación de impuestos. Salvo que algunos piensen que imprimiendo mas billetes de $1.000 o luego de $5.000, o bien de $10.000, el Estado podrá manejar la economía del futuro, es evidente que hace falta estructurar un plan coherente para mitigar la enorme cantidad de problemas previos y actuales, todos acumulados y sin solución fácil.

La solución de los problemas reales no se encuentra en el plano ideológico sino en el práctico. Debemos decir que el futuro, con niveles aceptables de progreso, no se alcanzará descargando culpas en el “otro”, fina expresión de la propia incapacidad, sea en el neoliberalismo, o agitando supuestos planes de la izquierda marxista. Margaret Thatcher nos dijo hace tiempo que “la sociedad no existe; sólo existen individuos”, concepto horroroso que muestra la insensibilidad de un extremo y la grave falla de

un razonamiento ideológico ultraliberal, como puede observarse en estos días de agrupamientos sociales y nacionales, unidos para afrontar los desafíos de la pandemia. Por otro lado, la agitación táctica de “ricos contra pobres” es una manera de actuar del infantilismo de izquierda, propio de pequeños burgueses acomodados, un recurso ya denunciado por el “camarada” Lenin y otros líderes rusos en su momento, quienes, con la responsabilidad de construir el socialismo en su país, tenían muy presente siempre el equilibrio necesario para agrupar a las mayorías.

Lenin incluso dispuso hacia 1921 una Nueva Política Económica (NEP) (gestión privada y estatal) muy criticada por el infantilismo de izquierda, totalmente estatista. Los chinos (Deng Xiao Ping) eliminaron drásticamente toda expresión política izquierdista (la banda de los 4) en orden a impedir que ahuyentaran las necesarias inversiones para construir su imperio; los resultados están a la vista. Además, el general Perón alentó siempre un aumento de la productividad y su política nunca fue estatista: sostuvo a las organizaciones libres del pueblo y en la práctica elevó al obrero a niveles de la clase media. Nunca intentó igualar hacia abajo; siempre hacia arriba.

 

Soltar los lastres

 

El futuro argentino depende de una sana objetividad pragmática y de políticas muy concretas y específicas para esta etapa del mundo, sin retóricas fuera de época. Por eso las necesidades de supervivencia política de minorías ideologizadas son un contrapeso negativo para el modelo nacional actualizado que debe adoptar la Argentina.

Hay muchos debates en curso. En política exterior no se entiende pelearnos con Brasil (con o sin Bolsonaro), cuando el pragmatismo es coordinar con ellos para acceder conjuntamente a mercados externos. Los países desarrollados buscan crear “mercado común”, para su propio beneficio; los países en desarrollo buscan acceder a mercados externos, que es la razón principal del Mercosur. No hay muchas otras variantes; seamos realistas, somos demasiado poco importantes en el mundo como para encerrarnos solo entre nosotros.

Si bien la integración de las cadenas de valor globalizadas, basadas exclusivamente en la concepción de “eficiencia económica” sin consideraciones sociales y nacionales será reformulada, no alcanza con eso. La geopolítica va a dar más frutos prácticos que la ideología. Hay que jugar el juego de la “eficiencia social” multilateral. El 50% de la humanidad vive en Asia, que no es sólo China. India, Japón, Corea del sur, Indonesia, Filipinas. Allí están nuestras oportunidades comerciales externas.

 

Ojo con las excepcionalidades

 

En política interna no se entiende el tema de la liberación de los presos condenados por delitos graves, ya que todos los presos actuales son por condenas mayores a tres años, porque si no ya estarían en libertad condicional. Ponerse en contra a la absoluta mayoría de la población de esta forma es tirarse un tiro a los pies; no tiene ningún rédito. Nuevamente es el infantilismo izquierdista aplicado a un incorrecto sentido de justicia popular, sostenido solo por un pequeño grupo de políticos pequeño burgueses que viven en zonas seguras, y que suponen vivir como en Europa, con cárceles suecas, y presupuestos suizos; mientras la mayoría de los argentinos sufre robos continuos, hay femicidas, maltratadores de mujeres y violadores que quedan libres sin ningún sentido. Por algo la justicia institucional no goza de buena opinión pública, pese a que cuenta con una mayoría de funcionarios que actúan correctamente.

Además hay que ir pensando en una tercera etapa: la reconstrucción post crisis; porque pese a que ahora se tomaran medidas pro empleo y pro pymes, el daño profundo económico financiero multicausal histórico, ya de por sí muy duro, necesitará una estrategia para transitarlo. El mundo va a cambiar en muchos sentidos; parece que, agobiados por la coyuntura, no estamos preparando el rumbo correcto del largo plazo, y el panel de expertos multidisciplinarios aún no aparece para dar claridad estratégica y esperanza a nuestro pueblo. Las encuestas de estos días hablan claramente que la mayoría de la población ya está más que preocupada por el futuro y dominada por la incertidumbre.

 

Atentos con las jugadas

 

Seguramente habrá muchas decisiones empresarias de países desarrollados para relocalizar industrias, sacándolas de China o de Asia. En ese movimiento geopolítico “desglobalizador” habrá muchas oportunidades para nosotros si sabemos aprovecharlas. La automatización de procesos por las nuevas tecnologías, trae amenazas que habrá que considerar, ya que el trabajo organizado, podría colapsar en algunos sectores de la industria.

Somos un país con muchos recursos, naturales y principalmente humanos, pero falta inteligencia e ideas prácticas para beneficiarse colectivamente de esa característica. La falta de dólares ha disparado históricamente todas las recesiones en la Argentina; la próxima va a ser peor. Si hubiese un default, no habrá crédito a las empresas. ¿Cuál es el plan básico para afrontarlo? Hay argentinos que disponen unos USD 300.000 millones en el exterior. ¿Cuál es el plan para atraerlos? ¿Qué industrias protegeremos para dar empleo masivo? ¿Cómo evitaremos abusos de las industrias protegidas localmente? ¿Cuál es la estrategia para que en lugar de “planes sociales” casi todos sus beneficiarios realicen alguna tarea productiva o social?

La suma de estas respuestas (los objetivos) y de tantas otras, ya constituirían el esbozo de un rumbo; y los instrumentos para llevarlos a cabo serían el inicio de un programa. Nada se logrará sin multiplicar las inversiones de todo tipo y ellas sólo se materializan si hay climas e incentivos razonables. ¿Queremos mayor desarrollo humano o queremos entorpecerlo?

 

*Analista geopolítico, licenciado en Ciencias Quimicas, titular de la Fundación Saber Cómo, creada por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti)