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8 abril, 2024

“La llamada”: El libro sobre una secuestrada en la ESMA que hoy es bestseller

La crónica que escribió Leila Guerriero relata la historia de Silvia Labayru, cautiva de la dictadura, una de las primeras en denunciar delitos contra la integridad sexual.

Por Silvia Lorusso*

Cuenta Leila Guerriero que fue su amigo, el fotógrafo Dani Yako, el que la puso sobre la pista de la historia de Silvia Labayru y, más tarde, la contactó con ella. Silvia, que vivía en Madrid desde 1978, año en que comenzó su exilio después de un largo período de cautiverio en la ESMA, empezaba a venir Buenos Aires cada vez más seguido para visitar a su pareja. Guerriero, famosa por sus largas crónicas y perfiles, verdaderas piezas literarias investigadas con gran rigor periodístico, era la autora ideal para narrar con detalle la historia de muerte y resurrección que a Labayru le había tocado vivir.

Así, el libro “La llamada”, recién publicado en la Argentina, se realizó a partir de los encuentros entre Guerriero y Labayru, entre mayo de 2021, en plena pandemia, y noviembre de 2022. La investigación sumó, además de extensas entrevistas con Silvia, el testimonio de sus amigos, hijos, maridos y todos aquellos que podían dar una versión sobre la vida y la personalidad de la protagonista.

Descendiente de una familia de militares, Labayru fue capturada y conducida a la ESMA en 1976. Tenía 20 años y estaba embarazada. Como le sucedía a todos los cautivos, la tortura fue su bienvenida al lugar, a la que siguieron largas temporadas encapuchada y con grilletes, en espacios minúsculos, desde donde se escuchaban, de día y de noche, los gritos de sus compañeros. Tuvo a su hija, Vera, sobre una mesa, casi sin asistencia y ésta fue entregada a su familia. Para asegurar su sobrevivencia, fue obligada a tener relaciones sexuales con un oficial, Alberto González, quien la sacaba de la ESMA con regularidad para violarla junto a su esposa. El episodio que más influyó sobre su futuro, fue la infiltración junto a Alfredo Astiz en las reuniones de Madres de Plaza de Mayo, operación que terminó con la muerte de tres de ellas y de dos monjas francesas: Alice Domon y Léonie Duquet.

Una vez llegada a España, fue repudiada por sus compañeros de militancia, sospechada de delación, un estigma que la persiguió durante años y que todavía hoy la asedia.

Silvia Labayru fue, también, una de las primeras mujeres en denunciar el delito de violación, cuando comenzó a considerárselo en forma independiente de la acusación general por torturas. Alberto González y Jorge “Tigre” Acosta, como instigador, fueron los primeros condenados, en 2021, por delitos contra la integridad sexual.

La narración de “La llamada” no termina con su llegada a España. Sigue el derrotero de su vida hasta la actualidad, con el relato de sus amores, sus trabajos y sus deseos. Da cuenta de la fortaleza de una mujer que siguió adelante, a pesar de todo, resistiéndose a quedar atrapada en la trama de una historia de violencia.

 

Un libro exitoso

Desde el primer día, “La llamada” en España fue un verdadero éxito. En pocas semanas agotó varias ediciones. La gente se agolpó en las librerías para asistir a su presentación y salieron notas en los principales medios del país.

En la Argentina, adonde se publicó un par de meses después, ya trepó a la lista de los más vendidos. Su lectura resulta más que oportuna en un contexto en que vuelve a ponerse en cuestión, la responsabilidad de los militares y el número de desaparecidos.

Sobre el proceso de creación del libro y el impacto de una historia que revela, como pocas, la oscuridad de la dictadura.

Un reportaje de Revista Noticias a Leila Guerriero:

En la historia de Silvia aparecen dos cuestiones que parecen novedosas respecto de las experiencias de otros detenidos: la violación como un delito específico y la culpa por supuestas delaciones.

Guerriero: A mí me sorprendió muchísimo el repudio que ella sufrió por parte de sus ex compañeros de militancia, en Madrid. Fue declarada “persona non grata” en el círculo de los de los exiliados. Me sorprendió que la figura del sobreviviente fuera “per se” sospechosa. Esto no aparece en la conversación pública. Y no le pasó sólo a ella. Pero le pasó con mucha fuerza porque quedó muy estigmatizada por la muerte de las madres y las monjas. Era algo de lo que volvíamos a hablar una y otra vez.

En todos los testimonios del libro aparece la cuestión de su belleza.

Guerriero: Su amiga Lidia Vieyra dice que pagó caro el ser hermosa, rubia y de ojos celestes. Sobre una mujer así también caía la sospecha de que hubiera usado esa belleza como un poder de manipulación para salvarse. No fue de esa manera. Además, hay muchas cosas de las que ahora hablamos, como el consentimiento, que eran impensables en aquellos años. Recién en 2010 se separó la violación del resto de los tormentos. Y hay algo por lo cual a ella le interesaba tanto llevar adelante el juicio por delitos contra la integridad sexual, casi como una reivindicación personal. Para dejar sentado que estos tipos que habían torturado, tirado gente de aviones, picaneado, también eran delincuentes comunes que violaban. ¿En nombre de qué bien superior podés violar a una persona?

– Usted señala en el libro la racionalidad de Silvia, su contención para relatar esta historia tan trágica.

Guerriero: Silvia tiene una sensibilidad fuerte pero se niega a entrar en el relato compungido. Rechaza toda posibilidad de que le pongan el sayo de víctima. Y de que ese año y medio que pasó en la ESMA o su militancia en Montoneros impregne el resto de su historia. Reacciona mucho contra eso.

 Es interesante el modo en que atravesó su historia hasta el presente.

Guerriero: Tuvo un matrimonio muy largo, de 30 años, un segundo hijo. Se quedó viuda. Ahora tiene una relación con Hugo Dvoskin. Es una persona que disfruta como todos nosotros. Lleva su historia de una manera muy potente. Cómo puede ser que siendo tan chiquita, habiendo pasado por todo lo que pasó, no se haya transformado en una persona llena de rencor, enconada, agriada. Silvia entre sus amigos despierta una devoción absoluta. Hace siete planes por día, no para. Trabajó toda su vida. Es muy lúcida para los negocios. Muy plantada.

En relación con su trabajo vale la pena mencionar que, aunque los textos que usted escribe son periodísticos, el factor literario está muy presente.

Guerriero: Esa es la escritura, querés contar una historia con los niveles de tensión y de emoción que tiene. Que no sea una grabación de un testimonio, porque uno no escribe para eso. Me interesa que el libro sea dinámico, que tenga distintas texturas, climas, escenas, humor. Es un género periodístico, que no es el de los colegas que tienen que trabajar con la noticia urgente, pero es periodismo en el sentido de que no hay nada inventado. Yo no definiría a mi libro como una novela en absoluto, es un equívoco peligrosísimo, porque además la potencia de la historia es que sucedió, no hay nada inventado.

¿Qué piensa de este momento histórico en que se publica el libro?

Guerriero: Hay una mirada que parece intentar derrumbar consensos que habíamos logrado en relación a lo que pasó durante la dictadura. Reflotar la idea de que fue una guerra, de que eran dos bandos iguales. Ese discurso está prendiendo muy fuertemente en gente muy joven que no pasó por todo eso, no lo llevan inscripto en el cuerpo.

-¿Qué le pasa cuando tiene que soltar al personaje?

Guerriero: Ya estoy trabajando en otro libro, pero sigo en relación con Silvia. Yo entregué el libro en 2023 y parece que pasaron milenios. Yo entregué el original en marzo y en abril me fui dos meses a la Costa Brava, a una residencia literaria, para escribir un texto muy complicado, muy largo y con un “deadline” muy específico, sobre la residencia de Truman Capote en la Costa Brava, adonde fue a escribir “A sangre fría”. Salí de una cosa gorda y me metí en otra cosa gorda. Para mí ese despegarse del libro siempre produce como un vacío, un limbo, pero la única manera de resolverlo, es seguir adelante con la escritura.

*RN/EP