17 noviembre, 2021
La cosecha de reconocimientos que vienen teniendo autoras como Enriquez, desde el Premio Herralde de Novela por «Nuestra parte de la noche» en 2019, su nominación en la lista corta del Booker Internacional o la noticia de que su cuento «Las cosas que perdimos en el fuego» será adaptado al formato audiovisual por la cineasta inglesa de terror Prano Bailey-Bond, pasando por Schweblin que hace poco estrenó en Netflix el filme «Distancia de rescate» basado en su celebrada novela que indaga en ese interregno entre la fantasía y la realidad, reflejan un fértil escenario literario local de géneros híbridos que hacen un poco de pie en la literatura negra y abrazan el realismo, problemáticas sociales, el terror, lo fantástico, la ciencia ficción o todo aquello que serpentea en el registro de lo inquietante, o incluso, la ferocidad.
¿Pero es plausible hablar de una literatura negra? ¿O acaso erigir un estatus supone una estrechez que no entra en las producciones literarias de estos tiempos? Para Ricardo Romero, escritor y editor, y responsable de la adaptación de los relatos del ciclo «Nadie es inocente» que este viernes estrenó el cuarto capítulo de su primera temporada, sí puede hablarse de una literatura negra pero con algunas salvedades: «Por supuesto, existe. Pero lo pensaría de manera más abarcativa. No solo la literatura negra, sino también el terror, lo fantástico, incluso la ciencia ficción, no ya entendidos como géneros que se acercan o se alejan del realismo sino como deformaciones de lo real».
En sus palabras, «un buen cuento policial y un buen cuento de terror están a la misma distancia de lo real. Son historias y mundos que ponen en crisis las versiones estandarizadas de la realidad. Porque por ejemplo, si nadie es inocente, ¿eso significa que todos somos culpables? O mejor, ¿la inocencia y la culpabilidad son categorías estáticas y excluyentes, somos una cosa o la otra de una vez y para siempre? Creo que la literatura que elegimos se mueve en esta línea. Es una literatura que no va a darnos la tranquilidad de una respuesta definitiva».
Los capítulos de la primera temporada del podcast -ideada y realizada por Los Andes Cine para la plataforma Contar y con curaduría de la Biblioteca Nacional- se basan en textos de Enriquez, Schweblin, Horacio Convertini, Melina Torres, Osvaldo Quiroga y Kike Ferrari, todos autores que «son el ultimo mojón del género» porque «más y menos conocidos pertenecen a una nueva camada de la literatura misma, no sólo de la policial», identifica en diálogo con Télam Ricardo «Patan» Ragendorfer, el narrador investigador, voz en off, detrás del ciclo.
Periodista y escritor, Ragendorfer oficia en este proyecto de narrador y también de entrevistador porque los capítulos son acompañados por un plus, reportajes audiovisuales a las autoras y los autores de los textos, que se realizan como cápsulas en el subsuelo de la Biblioteca Nacional, escenario inquietante si los hay. Con su carrasposo tono de voz abre y cierra los relatos para dar lugar a una extraordinaria puesta en escena sonora, herencia de los viejos radio teatro: luego, hace su ingreso el elenco de actores y actrices, que van desde Gabriel Puma Goity, Sofia Gala Castiglione, Pilar Gamboa, Alejandra Flechner, Romina Escobar, Cristina Banegas, Ana Celentano o Manuel Callau, entre varios otros.
Ana Piterbarg, la directora de «Nadie es inocente», define al ciclo a «mitad de camino entre el cine y la literatura» precisamente porque ese mundo sonoro se despliega como una película, no tanto como narración oral, o texto que te leen en voz alta, soporte que -por cierto- viene en alza en tiempos de podcast, con producciones entrañables, como la biblioteca sonora con dirección de Lucrecia Martel y curaduría de Graciela Speranza que hace algunos años viene engrosando una audioteca exquisita, ahora disponible en el perfil de CCK. Pero volviendo a este flamante ciclo, la relación con la película se asocia «a la búsqueda de los planos, como explica Laura Bruno, productora y ideóloga del proyecto, que seleccionó los textos junto a Romero pensando en la posibilidad de «adaptación sonora, es decir, que pudiera tener distintos planos de sonido, elementos sonoros» que «pudieran tener al oyente atrapado».
«Básicamente -señala Romero-, se trata de traducir de un lenguaje a otro. De lo literario a lo sonoro. Lo interesante del podcast es que, al igual que la literatura, es una experiencia inmersiva y activa: quien escucha, al igual que quien lee, tiene que imaginar para ver, y eso hace que lo que vea sea único e irrepetible. En ese sentido, es como dice Ana, el podcast parece estar a mitad de camino entre la literatura y el cine. Buscamos entonces llegar a este lenguaje respetando el tono de los textos y la naturaleza de los personajes y las historias».
Son seis los episodios que se pueden escuchar en esta primera temporada, con sólo registrarse en la plataforma Contar de manera gratuita: «La virgen de la tosquera», de Mariana Enriquez; «El sátiro de la bicicleta», de Horacio Convertini; «El cazador de ratas», de Kike Ferrari; «El alma va a venir» de Melina Torres; «El loco de la Panamericana», de Osvaldo Aguirre; y «La respiración cavernaria», de Samanta Schweblin. Para Ragendorfer, «si bien todos estos textos tienen una estructura propia del género serie noir pero tienen también un tipo de transversalidad en la cual se rebasa lo específicamente policial para acariciar otros géneros».
Cuento negros, policiales, fantásticos, de terror, góticos, «los géneros son un punto de partida, no de llegada», advierte, por su parte, Romero. Podría decirse un signo de estos tiempos: «Esto se hace muy patente cuando trabajás con textos de autores y autoras contemporáneos. Hay algo poético en esto que también es político. Lo que marca nuestra época, nuestro presente, la clave que parece estar en el fondo de la sensibilidad colectiva desde la que nos estamos pensando hoy, es la hibridez. No nos interesan las fronteras rígidas, los límites claros. Nos interesan las intersecciones, los cruces, las combinaciones, porque ahí surge lo inesperado. A esos imaginarios remiten las historias que elegimos».
Melina Torres (Santa Fe, 1976) es la autora detrás de «El alma va a venir», el relato elegido para el ciclo, y en el que se propuso «jugar con las posibilidades del género negro, morder las fronteras y agregarle un toque de humor para profanar el transcurrir agotador de los días iguales», dice a Télam sobre la historia que forma parte de su libro «Ninfas de otro mundo», publicado en 2016 por la editorial Ivan Rosado, y donde presenta a su dupla policial conformada por la oficial Silvana Aguirre y su ayudante Ulises Herrera, quienes también protagonizan su más reciente novela «Pobres Corazones».
Se trata de un texto que nació, recuerda Torres, con la idea de «entrar a una zona, un latir de un lugar chico con sus alaridos y sus aleluyas y clavar la estaca en la lengua, en los decires de los personajes que a su modo cuentan el mundo. En un pueblo (inventado) de Chaco se produce un asesinato y hasta ahí viajan desde Rosario los oficiales Silvana Aguirre y Ulises Herreras más llevados por las circunstancias del destino que por sus propios deseos». Torres traslada a sus personajes – ella lesbiana, un poco malhumorada, él divertido, irónico, también homosexual- de Rosario a un pueblo remoto para resolver el asesinato de una mujer, en un sitio donde hasta sus habitantes, también, son un misterio.
Otro de los capítulos de esta temporada se basa en un texto del escritor Osvaldo Aguirre (Colon, Buenos Aires, 1964), «El loco de la panamericana» que pertenece a un libro inédito. Autor de «Los indeseables» o «Leyenda negra», entre otros títulos de ficción, Aguirre es un especialista en literatura policial no sólo en su obra de ficción sino también en libros de investigaciones policiales desplegadas en obras como «La pandilla salvaje. Butch Cassidy en la Patagonia», «Enigmas de la crónica policial» o «La oscuridad dentro de mí. El relato femicida».
El relato que la productora Los Andes eligió para adaptar al formato sonoro surgió a fines de 2018 cuando hizo una entrevista con integrantes del Archivo de la Memoria Trans y «en la que Carla Pericles (1953-2020, integrante del Archivo) me refirió el hecho al que se refiere el cuento: un policía que asesinaba travestis en la Panamericana entre fines de los años 80 y principios de los 90. Pese a que estos episodios no fueron investigados por la justicia, y mucho menos por la policía, subsisten testimonios entre las travestis. Hay distintas versiones, pero Carla Pericles contaba una experiencia personal, porque sobrevivió a un ataque del asesino -al que llamaron también el atrapa mariposas, o el cazador de mariposas- y le dio una paliza. Esa paliza fue, por otra parte, el único castigo que recibió el criminal».
En este sentido, Aguirre señala que su relato es una «ficción desplegada sobre ese trasfondo histórico; más allá del personaje del asesino me parece que el caso es emblemático de la violencia extrema padecida por las travestis hasta muy avanzada la democracia» y quiso exponerlo: no fue solo la violencia ejercida por la policía sino por amplios sectores de la sociedad. Me interesó también trabajar el lenguaje de las travestis, su visión del mundo y sus valores».
Para Aguirre esta derivación que tuvo su texto le permitió encontrarse con el relato desde otro lugar, como dice: «No es es que esos detalles y aspectos se me hubieran pasado por alto al escribir al texto, pero la puesta dramática y el diseño sonoro le dan un relieve y una profundidad que agregan sentidos». Torres, por su parte, destaca el registro de la oralidad porque «me remite a la infancia a ese momento en que me contaban historias. A todos nos gustan que nos cuenten historias, y a diferencia del audiovisual no tiene un acabado total, cada oyente completa a los personajes, los colorea a su modo, elije el filtro y el acabo final».