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27 julio, 2020

La anemia del dólar y el entusiasmo mundial

Por José Siaba Serrate

¿Quién ha visto un dólar bull? La divisa se debilita y los futuros de Chicago no apuestan un centavo (neto) a que dejará de hacerlo. El euro se apreció 2% en la semana con la ayuda extra del acuerdo por el Fondo de Recuperación, que amén de verter 750 mil millones de euros estrenará a la Unión Europea como gran emisor de deuda soberana.

La moneda común avanzó 3,6% en el mes y 7,7% en los últimos tres. No sólo cicatrizó la fragilidad de febrero y marzo -cuando el coronavirus hacía estragos en el Viejo Continente- sino que eleva su cotización (1,16 dólares por unidad) a un nivel desconocido desde septiembre de 2018.

Con 125 mil contratos “largos” en Chicago -el mayor posicionamiento a favor del euro (contra el dólar) desde abril de 2018- el mensaje de los profesionales es que la saga continúa. ¿Qué define la actualidad de las monedas? No es un euro fuerte. Es la anemia del dólar frente a todo el menú de las principales divisas. Última pregunta, ¿esto es bueno o es malo?

El presidente Trump ordena a China cerrar su Consulado General en Houston, el viernes, sin preaviso, y el dólar resbala. Late Soviet America, titula Harold James un artículo reciente. ¿Será un signo ominoso? ¿Es la decadencia del imperio americano? No. ¿Inflación en ciernes? Tampoco: el bono del Tesoro a 10 años rinde menos de 0,60% y no tiene defensa ante un error de cálculo. Créase o no, es una señal de optimismo. Sería imposible si el mundo desconfiara de su suerte de cara a la crisis.

¿Y por qué escalan el oro y la plata y otros activos refugio mientras hocica el dólar? Son free riders de un estímulo extraordinario que se prolongará. Cuando rige de veras el temor existencial, cash is king. ¿Cómo olvidar cuando se derretían en simultáneo acciones, bonos del Tesoro y metales, todos en términos nominales, o sea, rendidos todos a los pies del billete?

Al estallar la crisis del covid-19 -cuando los mercados acusaron el impacto, y las Bolsas entraron en caída libre- conseguir un dólar de los EE.UU. fuera de los EE.UU. era un desafío al tope de la agenda. Se sabe, el sistema financiero internacional opera con un descalce de monedas estructural, lucra con una cartera de negocios activa en dólares que es de mayor tamaño que su fondeo natural en la divisa.

En tiempos de pax monetaria, la cobertura en los mercados cambiarios pasa inadvertida. En la borrasca -que lo diga la crisis de Lehman- la posición neta “corta” en dólares, y la necesidad de financiarla, es el talón de Aquiles del sistema. No en vano el 17 de marzo el BCE, el Banco de Japón, el Banco Nacional de Suiza y el Banco de Inglaterra comenzaron sus operaciones de provisión de liquidez en dólares empleando las líneas de swaps con la Fed.

Luego, nueve acuerdos adicionales se habilitaron con otros tantos bancos centrales (incluyendo los de México y Brasil). La Fed emitió hasta 449 mil millones de dólares para el consumo externo. En la zozobra por Lehman los swaps orillaron los 600 mil millones.

Desde junio, en cambio, su utilización disminuye y el balance de la entidad se achica pari passu. ¿Qué significa? Que la situación internacional mejora de manera sostenida. Ya no son necesarios. La semana pasada se cancelaron 27 mil millones de dólares, y el saldo remanente se ubica en 121 mil millones.

Las monedas flotan desde que EE.UU. chocó el régimen de tipos de cambio fijo en 1973. Fue el final de Bretton Woods, no de su supremacía. Y conste que entonces se salió sin guión ensayado y sin saber cómo operar un régimen cambiario así con actividad y precios estables.

Que el dólar se debilite es parte de la receta conocida. Es bienvenido porque relaja las condiciones financieras internacionales. Que lo nieguen las economías emergentes que serán los principales beneficiarios.
Libradas a su suerte, la fortuna esta vez no les da la espalda. Ya sacaron provecho del derrame de las políticas de emergencia de los demás, y del milagro posterior, la reapertura de los mercados de deuda internacionales. Iniciativas que no coordinó el G-20 sino la amenaza universal del virus.

La pandemia no afloja, pero el goteo de la expansión continúa y un dólar declinante le da esperanzas al comercio y a los precios de los commodities, tan necesarios ambos para capear las penurias en un océano de incertidumbre.

 

*AF