16 septiembre, 2025
El INTA desarrolló una tecnología para aprovechar las lanas gruesas que suelen ser descartadas, quemadas y enterradas por los mismos productores al considerar que no tienen valor textil.
Más allá del uso convencional en la industria textil, la lana ovina tiene propiedades físico-químicas que la convierten en un excelente aislante térmico de alta eficiencia. Tiempo atrás, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) desarrolló una tecnología para aprovechar las lanas gruesas que suelen ser descartadas, quemadas y enterradas por los mismos productores.
Se estima que hay alrededor de 8 millones de ovinos en Argentina. Sin embargo, hay razas que no producen lana codiciada, como la merino que se exporta. Esa lana que no es valorada por la industria, hasta ahora, se descartaba. Un minucioso trabajo del INTA permitió que la economía regional revalorice ese subproducto.
“Hay productores que viven en condiciones habitacionales muy precarias. Por eso, pensamos en la reutilización de los productos. Elaboramos un protocolo de elaboración de aislantes para aprovechar lo que tenían en sus manos”, contó el diseñador industrial Lucas Zanovello, investigador del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar Región Patagonia (IPAF) del INTA, con sede en Plottier.
La idea impactó no solo en los productores sino en la comunidad de bioconstructores y arquitectos “con sensibilidad en la sustentabilidad”. “De esa forma, se conformaron unidades productivas que tomaron esa lana en las manos y la transformaron a escala para cubrir su propia demanda y trabajar en al área de la construcción”, señaló.
Dijo que en Argentina, no existían aislantes a nivel comercial que reemplazaran materiales de base fósil o mineral con alto aporte energético. «Con esta tecnología, los productores laneros lograron valorizar un recurso que hasta entonces era desechado o incinerado, comprobando que tenía un valor diferencial en el mercado”, advirtió el investigador del INTA.
El proceso comenzó en 2017 cuando se planteó la posibilidad de trabajar con lanas de descarte en la Línea Sur. «Es lana de mecha gruesa que no es la más habitual para la industria textil; por eso, se quemaba. Hubo algunos años buenos en que el mercado chino la compraba a muy bajo valor. Lo cierto es que es un volumen importante en Argentina”, comentó Zanovello.
Por eso, el proyecto se empezó a replicar en zonas donde la oveja se cría más que nada para carne, como en provincia de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y San Luis.
En un primer momento, se hace un lavado a mano o bien se pueden emplear lavadoras semiindustriales. El paso siguiente es hacer un tratamiento con boro que evita el ataque de ciertos insectos, como la polilla de lana. Esta aplicación de sales de boro, además, es apta para la construcción ya que es “retardante de llama” (reduce, previene y retrasa tanto la inflamabilidad como la propagación del fuego en caso de incendio).
“Poco después, se hace un proceso de apertura con una máquina que baja la densidad y homogeniza el material. A partir de ahí, tenemos el aislante a granel que se aplica con sopladoras o a mano”, especificó Zanovello.
Ese aislante térmico se puede aplicar en pisos, paredes y techos y está muy asociado a la construcción en seco. Además, se comprobó que tiene propiedades acústicas, de modo que es una buena barrera de sonido.
El investigador neuquino aseguró que, en este tiempo, se han acompañando diversos nodos en varios lugares del país donde fue surgiendo la necesidad. “El INTA brinda una capacitación teórico práctica y, después, acompaña en el diseño aportando herramientas necesarias o adecuando el equipamiento existente”, afirmó.
Puso como ejemplo el caso de la empresa familiar Aislana en San Luis, propiedad de un productor ovino y veterinario. En un primer momento, decidió aislar su casa y luego, montó una pequeña unidad productiva en un galpón donde instaló maquinaria para producir una cantidad importante de aislante que hoy comercializa en Argentina.
También se hicieron capacitaciones en el Mercado de la Estepa en Dina Huapi que ahora produce aislantes en la medida en que necesitan las familias. Una cooperativa de mujeres de El Bolsón también está procesando esa lana. “Son bioconstructoras que aíslan los techos de esa manera. Comercializan bolsas de aislantes producidos por ellas de un kilo. Hay iniciativas en Córdoba, Buenos Aires, San Martín de los Andes, Trevelin, Esquel, Comodoro Rivadavia”, destacó.
*RN/ by Lorena Roncarolo