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4 mayo, 2021

El diván de la pandemia: Por qué los sueños nos ayudan a enfrentar las crisis

La actividad onírica es similar en personas que atraviesan duelos o rupturas. Las causas de un fenómeno reparador.

Solo con la invención y proliferación de la luz eléctrica a finales del siglo XIX se volvió normal ocupar las primeras horas de oscuridad con actividades típicamente diurnas. Se cree que en Estados Unidos la duración media del sueño disminuyó de nueve horas en 1910 a siete horas y media solo sesenta y cinco años después. La luz artificial produce efectos que se superponen a los producidos por el ciclo claridad-oscuridad, provocando una desalineación de los ritmos circadianos, esto es, de los ritmos biológicos sincronizados con la rotación de la Tierra alrededor de su propio eje, con un periodo de 23 horas, 56 minutos y 4 segundos. La ocupación cada vez más ávida de la noche por la vigilia hizo más difícil separar el sueño nocturno en dos partes, con lo que se generó el periodo único de sueño de seis a ocho horas de duración que prevalece hoy en día en gran parte del planeta. Es en este espacio mental privado, reservado y compacto donde desarrollamos nuestra capacidad de soñar.

Los sueños contemporáneos en general evocan y entrelazan fragmentos de vivencias, desde simples imágenes de cosas o personas hasta escenas muy vívidas y específicas, experimentadas de hecho como situaciones de la vida. Pueden tener un solo tema o estar compuestos de varias unidades temáticas conectadas entre sí con un mayor o menor grado de sorpresa. Los sueños traumáticos tienden a ser no metafóricos; reverberan recuerdos singulares de manera fidedigna e intrusiva. Por otro lado, los sueños cotidianos sin sustos son una especie de fruslerías de acontecimientos menores mezclados entre sí.

El primero en medir de forma sistemática estas propiedades del sueño fue el psicólogo estadounidense Calvin Hall, que recopiló más de cincuenta mil relatos de sueños a lo largo de su vida. Hall se doctoró en psicología en 1933 en la Universidad de California, en Berkeley, bajo la tutela de Edward Tolman, un visionario científico que postulaba la intencionalidad para explicar las complejas destrezas cognitivas observadas en las ratas. Tras un brillante comienzo de su carrera estudiando genética conductual en roedores, Hall asumió el cargo de jefe del Departamento de Psicología de la Universidad Case Western Reserve y decidió reorientar su investigación hacia el contenido de los sueños humanos.

En busca de patrones temáticos, desarrolló un sistema de codificación onírica que registra y cuantifica escenarios, personajes, objetos, interacciones, frustraciones y emociones, entre varios otros factores. El trabajo de Hall tuvo continuidad; hoy sigue estando representado en la Universidad de California, en Santa Cruz, por el psicólogo William Domhoff, que se doctoró bajo la dirección de Hall en 1962. Domhoff y su colega Adam Schneider hicieron una contribución inestimable a la ciencia de los sueños al crear el DreamBank, un banco de datos de acceso público con más de veinte mil registros de sueños (www.dreambank.net).

 

Sidarta Ribeiro es un reconocido neurocientífico

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El sueño

 

En las últimas décadas, otros investigadores se han unido al esfuerzo de recopilar a gran escala informes de sueños, como el neurocientífico estadounidense Patrick McNamara, de la Universidad de Boston, que supervisa la plataforma Dreamboard, con más de doscientos cincuenta mil registros de sueños (www.dreamboard.com). La principal conclusión de las investigaciones hechas con grandes conjuntos de datos es que los sueños de las personas son más similares que diferentes entre sí, aunque las culturas sean muy diversas. Es frecuente la continuidad temática entre la vigilia y el sueño, lo que corrobora el concepto freudiano de “resto diurno”.

Pero los sueños son también espacios privilegiados para la simulación de situaciones contrafácticas, es decir, que no han ocurrido pero que podrían haberlo hecho. Cuando el contexto es cómodo, marcado no por un gran problema sino por una miríada de pequeños problemas cotidianos, los sueños aparentemente tienen poco sentido y se vuelven difíciles de interpretar. Son colchas hechas de retazos de vida, en las que cada retal tiene su patrón y su lógica interna propios, pero sin cohesión global.

Sin embargo, cuando el contexto es muy desafiante, como en una situación de enfermedad grave o de disputa violenta, los sueños llegan a expresar con claridad tanto la situación vivida como las pautas esenciales para actuar contra el peligro inminente. Por eso mismo es crucial interpretarlo de forma adecuada. Sueños de gran relevancia pueden marcar las transiciones de la infancia, la adolescencia, la edad adulta y la senectud, así como cambios importantes de estatus social, hacia abajo o hacia arriba. Estos “grandes sueños” se caracterizan por contener una extensa serie de representaciones, encadenadas de manera emocionante para que todos los símbolos parezcan encajar perfectamente entre sí. (…)

La diversidad de los sueños típicos

La mitología y la historia están llenas de relatos oníricos de alianzas y conflictos, júbilo e impotencia, alegrías y decepciones, éxitos y fracasos. ¿Son comparables las tramas oníricas de hoy con esos increíbles sueños del pasado? Para entender la lógica del sueño en la actualidad, es necesario considerar su enorme diversidad, las especificidades culturales y la articulación con el contexto en el que se produce. En África, por ejemplo, se reconoce el fenómeno de la triangulación onírica, en el que un individuo recibe en sueños mensajes dirigidos a otras personas.

Además de las diferencias culturales, es necesario sobre todo identificar las ansiedades y expectativas del que sueña, que prospectan la realidad inminente y pueden simular posibles soluciones o alternativas a problemas del presente. (…)

Son frecuentes los sueños relacionados con los exámenes, ya giren en torno a la formación en aptitudes específicas, al miedo al resultado o a la celebración del éxito. Las personas que se dedican a escribir libros, artículos, tesis y disertaciones suelen experimentar periodos oníricos intensos, con visualización de problemas que resolver y posibles soluciones, que solo desaparecen cuando la persona consigue realmente elaborar el material prometido. En vísperas de la defensa de una tesis doctoral o de unas oposiciones es muy común soñar que se ha roto el ordenador, que la luz del proyector se ha quemado o que algún otro problema técnico impedirá la presentación del trabajo. Sueños de este tipo evitan accidentes y negligencias básicas y parecen preparar al que los tiene para no repetir al día siguiente errores ya cometidos en el pasado.

 

“Me quiere, no me quiere”

 

Si algunos sueños pueden ser interpretados como verdaderas claves para la resolución de problemas, en su mayoría no son más que reflejos metafóricos de las emociones que nos gobiernan. En términos de capacidad de movilización onírica, pocas experiencias rivalizan con el amor, sobre todo en los adolescentes. Los sueños recopilados en esta fase muestran con claridad la ansiedad social, la ambigüedad de los afectos, las contradicciones de los deseos, las dudas entre pretendientes, los conflictos internos sobre cómo actuar, la alternancia entre un papel pasivo y otro activo en las relaciones, la anticipación de las frustraciones del amor y su juego cíclico de gustar y no gustar.

Veamos el representativo relato de una joven de trece años: “Yo era guapa y popular y P. me invitó al baile, así que, por supuesto, ¡dije que sí! Al día siguiente, un chico muy guapo llamado J. C. vino a la escuela y también me invitó al baile, ¡y le dije que sí! Entonces me di cuenta de que les había dicho que sí a los dos y que ambos eran tan monos y agradables, y ambos cantaban mis canciones favoritas. Era un gran dilema… cuál de los dos (…)”.

El inicio de la vida amorosa coincide con el descubrimiento de relaciones muy interesantes con personas casi desconocidas y de la importancia de ajustarlas a las relaciones sociales preexistentes, incluso con antepasados fallecidos. Salta a la vista la poderosa atracción del sexo, sus consecuencias reproductivas y profesionales, la necesidad de aprobación del grupo, la mezcla con las representaciones de los padres, la inadecuación social y el miedo al rechazo. Tener que elegir, que te den calabazas, no ser amada o amado son temas universales que surgen encadenados por transiciones abruptas, personajes que aparecen sin tener que entrar en escena, lugares que cambian de repente y fusiones entre personas conocidas y desconocidas.

Las emociones peculiares de la entrada en la vida adulta se mezclan con imágenes del pasado en la génesis de desconcertantes narrativas oníricas. Una joven de diecinueve años soñó que estaba en el comedor de su piso de estudiantes y que se despedía de un novio que se iba a otra facultad. “Él intentaba darme un beso de despedida, pero dudé porque había un coche con mis amigos mirándonos, y ellos no aprobaban nuestra relación. Él se fue y yo volví al comedor, que de repente estaba lleno de cosas. Entonces mi nuevo compañero de cuarto estaba allí, y un tipo extraño salió de la ducha, se quitó la toalla y tuve una escandalosa visión de desnudo frontal. Luego fui a casa de mi madre, donde encontré a mi perra, que en realidad está muerta”.

 

Robando corazones

 

Cada vez es más común que la pasión involucre a tríos, cuartetos y, en estos tiempos de poliamor, de poliédricos “x-tetos”. Aun así, la persona que desea suele sufrir y desgarrarse de celos, remordimientos y anhelo entre dos amores mutuamente excluyentes. El descubrimiento de un nuevo amor que sacude las estructuras de uno antiguo es una trama mucho más antigua que las tragedias griegas. Los sueños tienen la increíble capacidad de captar las señales de la pasión desde el principio; detectan las revoluciones interiores más profundas, cuyas repercusiones emocionales son a menudo incubadas durante días, semanas o meses hasta explotar en conquistas, separaciones y reanudaciones sísmicas. Quien nunca haya escrito una carta de amor ridícula que se salte este apartado.

 

Dormir bien

 

El hecho es que los sueños son finos sensores de los cambios del curso de los afectos, incluso cuando no son visibles a simple vista e incluso cuando la persona que los tiene no es ella misma consciente de lo que siente. Un hombre casado y sin hijos se enamoró en secreto de una mujer más joven, también casada y sin hijos. Cuando tuvo el sueño que se describe a continuación, no había visto a la joven más que unas cuantas veces, siempre con varias personas a su alrededor, en situaciones profesionales. No había nada que sugiriera que los dos pudieran un día convertirse en pareja; obviamente no era más que una fantasía, una amistad erótica sin mayores consecuencias más allá del candor y el onanismo. Sin embargo, incluso en las primeras semanas después de conocerla, soñó que una turba de justicieros se acercaba a su casa con palos y piedras, caminando de forma amenazadora por un camino de tierra, oscuro y aterrador, deseoso de arrancarle la piel. El líder del grupo era el entonces marido de la chica. Un año después, ella se separó y se fue a vivir un romance tórrido e inestable con el hombre que había tenido dicho sueño, hasta que se afianzó su relación y tuvieron hijos.

 

“El oráculo de la noche. Historia y ciencia de los sueños”, el libro de Robeiro

 

Las etapas del desamor

Los sueños relacionados con las rupturas amorosas son una categoría aparte, porque existe una clase característica de repertorios oníricos en el transcurso de una separación que incluyen tanto pesadillas de pérdida y muerte como sueños de pura satisfacción del deseo, ya sea por el restablecimiento de la relación rota o por la sustitución del cónyuge por otra persona. La psicóloga estadounidense Rosalind Cartwright, del Centro Médico de la Universidad de Rush, estudió a personas recién separadas, sometidas a múltiples sesiones de polisomnografía y a las que se despertaba del sueño REM para llevar a cabo una recopilación de relatos de sueños. Los datos mostraron que el grado de preocupación con el excónyuge es proporcional al porcentaje de sueños en los que aparece.

Los participantes en remisión de síntomas depresivos contaron una mayor cantidad de sueños bien elaborados, ricos en asociaciones y afectos congruentes, que los pacientes que seguían deprimidos y relataron sueños empobrecidos. Además, los pacientes que soñaban más a menudo con la expareja también lo hacían de forma más distante o incidental, mostrando mejor pronóstico que aquellos que soñaban menos con el excónyuge pero que, cuando lo hacían, estaban dominados por emociones negativas. Los siguientes ejemplos son bastante ilustrativos de las metáforas e imágenes utilizadas por el proceso onírico para explicitar y sortear la dificultad de la adaptación.

Después de una pasión fulminante, con aventuras y viajes internacionales para mantener encuentros románticos, una pareja fijó una fecha para empezar a vivir juntos en el extranjero. Semanas antes de la cita, el chico comenzó a tener sueños aterradores de serpientes venenosas que salían de la nevera. Poco después, a última hora de una tarde melancólica, recibió por teléfono una ruptura incondicional atribuida a los virulentos ataques que la familia y los amigos de la joven habían formulado sobre el carácter del chico. Horas después de haber sido descartado de un modo sumario, el joven soñó que se encontraba a la deriva en el mar por la noche, en una enorme bahía donde las luces de la orilla podían verse a lo lejos. Nadó y nadó en el oscuro mar, lleno de petróleo vertido por los enormes barcos que pasaban silenciosos, y el miedo a los tiburones casi lo paralizó. Por fin llegó a un embarcadero en ruinas; se puso a andar por las calles en bañador, mojado y sucio, bajo la luz amarilla de las farolas, un desastre ambulante en toda regla, para presentarse ante su amada.

Al final del sueño, ya medio despierto, indujo el desenlace para hacer que la joven lo aceptara de nuevo. La exageración del deseo moldeó el resultado onírico, pero el sabor al despertar fue amargo. En retrospectiva, las serpientes con las que el chico había soñado parecían advertir de la destrucción de su reputación, mientras que el sueño del mar y del muelle ilustraba con todo lujo de detalles la sensación de abandono, miedo, inadecuación y ruina que marcó el final abrupto de la relación.

Durante la problemática separación de una pareja —que se alejó y se aproximó innumerables veces, con muchos conflictos a lo largo de varios años, porque, a pesar de amarse, estaban enamorados de otras personas—, se recopiló una serie de sueños particularmente reveladora de la adaptación a la pérdida afectiva. Poco después del comienzo de la relación extramatrimonial, el marido soñó que se unía a su nueva novia para cometer un acto terrorista: volar con una bomba el coche de la antigua pareja.

Luego soñó que su exmujer aparecía muy hermosa, pero poco a poco se transformaba en la novia. También soñó que perdía la compañía de muchas otras personas importantes en su vida y que se dirigía a una habitación donde su exmujer estaba con su nuevo novio. Intentaba abrir la puerta, pero se contenía porque lo que sucedía allí dentro ya no era de su incumbencia. En otro sueño se vio abrazado a su exmujer, ambos con mochilas de viaje, llorando convulsivamente mientras se despedían. En otro aparecía su novia, pero al final él se iba de la mano con su exmujer, pensando en cómo arreglar la situación con ella. Una vez soñó con una reunión social llena de gente; al principio la expareja estaba allí, pero después la perdía de vista, la buscaba y no la encontraba, trataba de llamarla por teléfono, pero se daba cuenta de que el móvil que llevaba era el de ella, por lo que resultaba imposible establecer contacto.

Un año después de la separación, el hombre descubrió que su nueva mujer estaba embarazada. Al poco tiempo, soñó con su exmujer y otras dos personas no identificadas. En un momento dado, todos decidieron inyectarse veneno bajo la piel. Se lo inyectó a su exmujer, pero no a sí mismo, y ella murió tranquilamente junto a una piscina. Poco después, en la vida real, las circunstancias profesionales provocaron un reencuentro involuntario y lleno de animosidad entre los excónyuges. Después, el hombre soñó que se había muerto pero que luego reaparecía vivo, lo que enfurecía a su exmujer.

Este exceso de variaciones sobre el mismo tema explicita la dificultad que tuvo el marido para acomodar las representaciones de la nueva esposa y del marido de la exmujer en su panorama simbólico. Dividido entre la lealtad al pasado y la decisión de vivir un nuevo futuro, vacilando dolorosamente entre dos destinos opuestos, el hombre sufrió su separación de muchas maneras diferentes. Las idas y venidas del proceso reflejan el hecho de que la muerte simbólica, a diferencia de la real, no es irreversible.

Soñar adioses

 

Los sueños que siguen a la desaparición física de un ser querido son muy diferentes de las tramas de separación amorosa y conforman una categoría separada. La primera noche después de la muerte de un pariente muy cercano, un hombre soñó con un pequeño coche que circulaba por una oscura zona costera; noche de luna nueva, imágenes tomadas desde arriba, desde un punto de vista en tercera persona. Dentro del vehículo, el hombre ve llegar una enorme ola que devora la costa. El automóvil resiste y sigue, se forman otras dos olas similares y lo mismo sucede, el coche sigue adelante.

Fuertes reacciones emocionales, algunas de ellas moralmente reprobables, aparecen en los sueños que se producen después de la muerte de seres queridos: “el alivio de no haber sido yo el que haya muerto”, “el pánico de que sea yo el que se muere”, “el pánico de la muerte de quien amo”, además del anhelo en sí mismo y de la negación de la ausencia. Poderosos, tales sueños pueden complicar o resolver importantes problemas emocionales. De niño, un hombre perdió a su padre, asesinado. Supo que el cuerpo había sido embalsamado, lo que le dejó muy impresionado, imaginando el cuerpo sin vida. Se convirtió en un adolescente muy alegre y extrovertido, se casó y vivió varios años en armonía como si la tragedia del asesinato fuera un tema superado. Sin embargo, en torno a su cuadragésimo cumpleaños, su mujer lo dejó de repente. Cayó en una profunda depresión por primera vez en su vida, perdió el pelo y comenzó un intenso proceso psicoterapéutico. Entonces soñó que estaba con el terapeuta frente a la tumba de su padre, no una simple tumba como realmente era, sino una gran sepultura de piedra. El terapeuta lo animó a entrar a golpes de pico. Fue rompiendo piedras, quitando lascas, a veces queriendo parar, pero el terapeuta lo alentaba, hasta que entraron y no encontraron más que un esqueleto. Muerto, realmente muerto, en paz. El sueño marcó el comienzo del fin de la depresión.

 

*EP