3 julio, 2021
El desprestigio de la política, un fenómeno mundial, afirma Ignacio Zuleta, uno de los columnistas políticos con más experiencia gaucha.
Por Leonardo Casas
Ignacio Zuleta, columnista de Clarín y ex director de Ámbito Financiero, es uno de los periodistas más destacados de la Argentina. Dueño de una mordacidad particular, y al mismo tiempo, con una mirada positiva sobre la actividad política, escribe y comenta la siempre dinámica coyuntura de la actualidad criolla.
En diálogo con InfoBrisas.com, Zuleta, quien también ocupara el cargo de decano en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, analizó el panorama de cara a las elecciones, en un contexto atravesado por la pandemia de coronavirus. Además, cuenta cómo es la relación del Papa Francisco con el gobierno del Frente de Todos, y hace una defensa del rol de los políticos.
P: -Suele hablar de la debilidad de los gobiernos, desde Néstor Kirchner hasta Alberto Fernández; ¿qué es lo que caracterizaría a un gobierno fuerte, y qué le permitiría hacer a ese gobierno esa fortaleza?
IZ: -La capacidad central de un gobierno fuerte sería que pudiera tomar medidas que tengan duración en el tiempo, hacia adelante, que es lo que muchas veces les pasa a los gobiernos en Argentina en donde se les complica aprobar una ley, sin hablar de las cosas circunstanciales de un mandato, una ley importante, como por ejemplo podría ser la fórmula de actualización de jubilaciones. Ese es un mecanismo de actualización, de un sistema de seguro, que tiene que regular ingresos, cómo se calcular las jubilaciones a pagar en el futuro, es decir, no es un cálculo trivial, que compromete en el tiempo. Si esa ley uno no la toma con una cantidad de votos suficientes, holgada, negociada, o con votos propios, el gobierno que venga la puede cambiar, como le pasó al gobierno de Cambiemos, que hizo una fórmula y a los dos años se la cambiaron.
Esta situación genera un sistema débil, un esquema provisorio, que genera desconfianza en la gente, y si la gente no tiene seguridad de que le van a pagar las jubilaciones en los términos que cree, posiblemente prefiera evadir el pago de las obligaciones para las jubilaciones, como suele ocurrir.
Ahora, ¿cómo se revierte esto? Teniendo una fuerza física, que sería la cantidad suficiente de legisladores, o negociando posiciones con fineza y compromiso, que le permitan que ese adversario con el que usted negocia, el día de mañana toma el gobierno, no se lo va a cambiar. Esa es la fuerza; no es violencia, es solidez.
Todavía no están definidas las candidaturas ni en el oficialismo ni en la oposición. ¿Cambia la ecuación que sean determinados nombres, o será la importancia de las coaliciones unidas lo que predomine?
Ahí se da un juego esperable en la actividad pública, que es el juego entre el conjunto y el individuo. Si uno mira el panorama electoral hoy, es difícil encontrar algún candidato del gobierno, del peronismo, para encabezar en la Capital, en el área metropolitana, en la provincia de Buenos Aires. Digo allí, porque como son elecciones legislativas, son 24 elecciones, y cada distrito cambia. Si uno mira al oficialismo en el área metropolitana, tomando CABA y provincia de Buenos Aires, yo no imagino que un candidato al peronismo le suba o le baje votos, y tampoco veo que a la oposición un candidato le suba o baje votos.
Lo que sí veo es que determinado tipo de candidatos pueden dividir o no la fuerza. Un candidato de un radicalismo extremo va a ahuyentar al dirigente peronista y probablemente ese peronista le hundiría su partido y vayan dos listas distintas, con lo cual debilita el arco de la oposición. En el peronismo pasa lo mismo, si no hay un acuerdo sobre una lista integrada de candidatos, y algunos dirigentes o candidatos creen que tienen más chances y fuerza dividiendo el espacio, producen un cambio. El peso de un candidato determinado es factor de división o no, más que suma de votos o no. No puede ir un partido con Frankestein como candidato; el candidato que se busca siempre es el que tenga mejores chances.
Ahora, el personalismo conspira muchas veces contra el conjunto. Personalidades muy fuertes, que se creen que tienen peso propio, y el grupo no se lo reconoce, probablemente puedan producir un cisma, y arrancar a un sector del conjunto hacia una opción distinta. Eso pasó con el peronismo, cuando Sergio Massa genera el Frente Renovador, que expresaba el anticristinismo, es decir, expresaba una posición distinta a la del peronismo que gobernaba.
Yo sé que había un componente más complejo, porque tenía que ver no solo con la agenda de gobierno, sino con la posibilidad de ocupar cargos. En un gobierno como el de Néstor Kirchner, que llena la administración de santacruceños, y generaba una sucesión con su mujer, le daba un aire personalista, casi monárquico, al peronismo, y es comprensible que sectores que no estaban de acuerdo con esa agenda y con ese estilo. Eso Cristina Kirchner lo mitigó aceptando no ir como candidata a presidente, mitigó el personalismo.
Hay una idea que sostiene que para llegar bien al 2023 hay que imponerse en 2021, y hay otra que marca que el ganador de las elecciones intermedias no termina imponiéndose en la presidencia. ¿Con cuál de las dos corrientes está más de acuerdo?
En mi opinión, la política no tiene reglas ni lógica. Hay casos para todos. Sí creo que el resultado de 2021, respecto de 2023, va a ser una señal. de cuánto pesa cada coalición o cada partido que compite. Hay que saber leer bien el resultado, porque si un peronista o un opositor ve que el resultado es muy pobre, y que no prepara una buena chance de tener una buena elección en 2023, eso cambia todo. En eso hay que hacer una lectura correcta de la elección: uno de los errores de Cambiemos, del gobierno de Mauricio Macri, fue hacer una lectura equivocada del resultado de 2017 que ganó. Ellos creyeron, o no entendieron, que Cristina, aún perdiendo la elección general, ya que había ganado las PASO, perdió con 37 puntos, y ellos creyeron que era un abismo. El error, mirado en perspectiva, es que fue una muy buena elección, porque en el peor momento de desprestigio, sacar 37 puntos, fue un muy buen resultado.
Después, no se leyeron bien los resultados de las elecciones en las provincias, porque en las provincias, los peronismos amigos del cristinismo hicieron mejores elecciones que los amigos del gobierno. Entonces, en Juntos por el Cambio hicieron un camino hacia el 2019, en el que se aislaron en vez de buscar una nueva plataforma superadora, que les permitiera solidificar o corregir las amenazas que ese resultado les presentaba. Entonces ellos debieron buscar al peronismo que llamamos republicano en aquel momento; Miguel Pichetto llegó en junio de 2019, y si llegaba un año antes, podría haber llegado con tres o cuatro gobernadores, y cien intendentes. Cuando se dan cuenta de eso, en junio de ese año, lo hace como respuesta a la fórmula Fernández – Fernández, y ya era tarde. Debieron hacerlo antes, y eso es consecuencia de una mala lectura de lo que fueron las elecciones.
Lo mismo le pasa a Cristina en 2011. Ese año ella hace una elección muy buena, de 54 puntos, que se explica por la crisis de la economía internacional, que produce un cataclismo económico en la Argentina y en todo el mundo. Además, hubo una licuación y una pulverización de la oposición. La segunda fuerza saca el 19%, que fue Hermes Binner, y los candidatos que se oponían fuertemente al gobierno sacan muy pocos votos, como Alberto Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde y Elisa Carrió, por ejemplo. En ese panorama, el gobierno de Cristina se abalanzó sobre el futuro creyendo que podía comerse el mundo, y no hay que olvidarse que ya en diciembre había cepo en el dólar, llevando después la economía de manera terminal hacia el fracaso. Mandaron a estatizar las acciones de Repsol YPF, que fue uno de los peores negocios que hizo la Argentina en materia pública, engreídos de que se comían el mundo, porque se acababa de blanquear el descubrimiento de Vaca Muerta, y ese chiste costó un pago de la expropiacion de las acciones incalculable, diría, porque se pagaron sumas que no sabemos hasta cuando puede llegar. Hubo una mala lectura de 2011.
De todos modos, lo normal en política es que la gente se equivoque. La ley de la política es que todo sale mal, este emprendimiento colectivo está condenado al fracaso. Lo más acertado es equivocarse, esa es la ley.
Algunos hablan de que la vacunación puede cambiar alguna voluntad electoral. ¿Cree en esa posibilidad?
Es algo que tendría que probarse. No se sabe si la vacunación sirve para curar la peste, imagínese si va a servir para las elecciones. Hay países que han vacunado y no les bajan los contagios. Yo no haría ninguna afirmación al respecto. Entiendo que en un mundo colapsado por el pánico que genera la peste, es lógico que un gobierno quiera apostar a lo más seguro, que es una curación para mejorar la situación, porque el problema de la peste en los gobiernos es demoledor.
La gente se mira en el espejo de Donald Trump, que en enero del año pasado parecía que iba a ser reelegido, y hoy en día está en la casa. La peste, como las guerras, demuele gobiernos: se está yendo Angela Merkel a la casa, cae Sebastián Piñera, caen Perú, Colombia, hay gobiernos con enorme incertidumbre en Europa también. Es mundial el colapso, y la gente le atribuye el problema, antes que la solución, a quien gobierna. El ejemplo que yo suelo citar es el de Winston Churchill; en abril del año 45, los aliados ocupan Berlín y muere Adolf Hitler. En el mes de junio son las elecciones y Churchill pierde, se tiene que ir a su casa. En Gran Bretaña, que tenía a un líder histórico, como era Churchill, cuando llegó el momento de ponerle el voto, lo mandaron a la casa.
De algo así, no tiene la culpa el gobierno. Yo al gobierno argentino no lo juzgaría por cómo va llevando la peste. La peste se come todo. Quién podría decir que gobierna bien o mal Alberto Fernández por como lleva la peste. Yo diría que acomode su cabeza a que probablemente la sociedad le va a cobrar la responsabilidad aunque no la tenga, porque él no la trajo ni la puede sacar. El gobierno está para eso, está para los quilombos.
Encuesta para @FundacionBBVA dice que en España hay una desconfianza mayor que otros países en el comportamiento que atribuye a sus políticos: 82% encuestados considera que los políticos dedican más atención a sus propios intereses que a los de la sociedad https://t.co/H8fyo0t4Mg pic.twitter.com/4kIa72QO9T
— Ipsos España (@IpsosSpain) September 18, 2019
Escribió en “El Papa peronista”, en pleno gobierno de Mauricio Macri, que Jorge Bergoglio mantenía una atención casi exhaustiva sobre la política argentina. ¿Se mantiene igual hoy o ha mutado a otra manera de operar?
Creo que tiene la misma atención, lo que sí sucede es que tiene menos amigos en el gobierno. Juan Grabois, que es el principal referente que tiene en la vida pública argentina, fue muy importante en el gobierno de Macri, porque negoció las grandes leyes de aquel gobierno, la asistencia a la economía popular, que es lo lo que se ocupa él, y hoy día está adentro del gobierno, y tiene dificultades para llevar adelante su programa. No lo están desairando del todo, porque le están dando el 25% de lo que recauda la ley de las grandes fortunas, y tiene funcionarios, así como diputados. Pero en cuanto a funcionarios del gobierno, tenían más amigos en el gobierno de Macri que en éste: María Eugenia Vidal, Carolina Stanley, Jorge Triaca, Esteban Bullrich, el propio Horacio Rodríguez Larreta, es toda gente muy cercana a Bergoglio; y esa gente no la tiene hoy en el gobierno. No hay una relación así.
El gobierno además ha hecho cosas que al mismo Bergoglio no le deben haber gustado, como haber promovido y haber logrado que se vote en el Congreso la ley de despenalización del aborto. A él no le gustó que Macri la promoviera, pero aceptó que Macri, al final, la voltease, porque Macri había dicho que él no quería la despenalización del aborto. En esa votación que se hizo en el Senado en el 2018, ganaron Bergoglio y Macri. Ahora sabemos todos que el Papa le ha dicho a mucha gente que lo ha visitado que a él no le gusta nada que el gobierno promovió la ley y que además lograse que se aprobara.
De todos modos, ni Alberto Fernández ni Mauricio Macri son hombres de la Iglesia. No son clericales, por lo tanto tampoco hay que cobrarle a ellos buena o mala relación con la Iglesia, no la tienen. Se han casado varias veces, no son gente que uno le conozca piedad o práctica religiosa.
Ahora, evidentemente, la principal preocupación de Bergoglio es la Argentina, porque es un hombre muy político, de mucha atención por la vida pública argentina, pero es cierto también que ni la Argentina ni la Iglesia argentina tienen los problemas que pueda resolver desde allá. La Iglesia tiene problemas graves en otros países, mucho más graves. El desprestigio de la Iglesia con los abusos de menores, que se van descubriendo casi como una política de fondo de la Iglesia durante siglos y que están estallando ahora, y que le cuestan a la Iglesia no sólo captar feligreses, sino juicios descomunales y fortunas que tiene que pagar en Irlanda, en Alemania, en Estados Unidos, en donde los reclamos que hay son muy grandes.
Después, hay otros problemas gravísimos que tiene la Iglesia, como la persecución que hay en China, en donde hay obispos desaparecidos, iglesias clandestinas; o en Medio Oriente, donde hay mártires, porque degüellan a gente por ser cristiana, A vece me preguntan por qué el Papa no viene, y él no viene porque acá no hay ningún problema que a él lo angustie. Ninguno de esos problemas graves de la Iglesia los tiene en Argentina. En Argentina probablemente algún día vamos a conocer más casos de abusos de los que se conocen. Si uno mira los casos, y compara Argentina con Chile, por ejemplo, ve que allí renunciaron todos los obispos, todos. No quedo ni uno, después de que se descubriera que había una trama de encubrimiento de los abusos de parte de los obispos. En Argentina ha habido casos, son casos muy conocidos, como el caso del padre Grassi o del obispo Maccarone, pero no hubo la cantidad de casos y la dimensión que ha tenido en otros países. Tampoco hay persecución a la Iglesia, en donde tiene mucho prestigio.
En su análisis no hay un discurso antipolítico ni tampoco un menosprecio a los que alcanzan cargos altos; ¿por qué cree que está tan extendido la crítica a la política en el ciudadano común argentino?
El desprestigio de la actividad pública es un fenómeno mundial, que tiene que ver con algo que no nos escapa a nosotros, que es la ineficacia del Estado para resolver los problemas de la sociedad. Tiene que ver con la dimensión de los problemas, y también se relaciona con cómo la sociedad contemporánea en todo el mundo ha ganada una capacidad de distinción, de conocimiento de las herramientas para saber las cosas que pasan, y a su vez, herramientas para poder incidir en el curso de los hechos. Hoy con una cadena de tweets te pueden voltear un gobierno. Los gobiernos van por la escalera y la sociedad por el ascensor.
La sociedad se rebela al pago de impuestos, no quiere que la persigan. La sociedad tiende a resolver los problemas con mucha mayor eficacia que los Estados, inclusive los problemas de pobreza, de reparto, de seguridad. La sociedad creó la seguridad privada, eso no lo creó el Estado. Las empresas de guardaespaldas y pistoleros deben tener más personal armado y uniformado que el ejército y la policía, acá y en todo el mundo. Un estado completo de policía privada, y eso es un invento de la sociedad. ¿El Estado no me da seguridad? Te damos la seguridad privada y la pago. ¿Las prepagas médicas cómo nacen? Porque las obras sociales y la salud pública no alcanzaban, se crean las prepagas.
Son formas que la sociedad encuentra para resolver problemas con mayor eficiencia que los Estados. A los gobiernos les cuesta mucho resolver los problemas que tiene la sociedad, y además nadie se queda callado, hay una horizontalización de la información, en donde le llega a todo el mundo el conocimiento de los problemas, y a su vez, influye mucho en los gobiernos. Entonces, ven a un diputado y le pegan. No lo reconocen como la solución, lo reconocen como parte del problema.
Eso es algo dramático, no es bueno. En lo personal, y trato de expresarlo, le tengo mucho respeto a la tarea política y a los políticos. Conozco y sé que la mayoría de los políticos es gente honesta y que busca la defensa del interés público. Quienes buscan la política en defensa del interés privado son una minoría. Yo le tengo respeto al político, e incluso creo que la calidad de la representación en Argentina es muy buena. No hay nadie que no debiera estar, si bien hay excepciones. En el Congreso, los bloques son muy buenos, en general.