14 diciembre, 2020
El sol y la luna han estado siempre presentes en la historia de la humanidad y junto con el resto de los astros han servido de explicación para varios fenómenos naturales. Los eclipses, llamaban especialmente la atención de los primeros seres humanos. «Para nuestros primeros antepasados era un fenómeno en que la fuente vital de energía desaparecía, sin saber si su abandono sería transitorio o definitivo. Para los pueblos antiguos las deidades vivían en el cielo, y un eclipse podría significar la manifestación de la furia divina. Por eso los griegos designaron al fenómeno con el nombre de «eclipse», que significa «desaparición» o «abandono», dice Mario Hamuy, Premio Nacional de Ciencias Exactas e su libro «El Sol Negro».
Felipe Kong, académico de la Facultad de Educación Universidad Diego Portales, recuerda que los mayas y los aztecas dejaron narraciones orales sobre combates estelares entre dioses por obtener los mejores lugares en el Universo. «Otro aspecto que destaca es la relación del eclipse y el miedo, cuentan los historiadores que, para superar el miedo y combatir los malos espíritus, diversas sociedades gritaban, usaban todo tipo de artefactos capaces de producir ruido o lanzaban flechas al cielo», dice.
Los eclipses totales de Sol, eran interpretados por los viejos sabios como designios de las divinidades que guiaban los destinos de su población, en la mayoría de los casos eran vistos como presagios negativos, dignos de sacrificio, señala Hamuy.
Los pueblos originarios en Chile, no fueron la excepción. Para los mapuches son Antü y Küyen; Inti y Killa para los aymara y Kran y Kra para el pueblo selk’nam. Las observaciones que hacían al cielo les servían sobre todo para organizar sus tareas agrícolas y rituales.
Según el naturalista francés, Claudio Gay, los pueblos originarios le temían a la oscuridad. En su libro Usos y costumbres de los araucanos, relata que durante un eclipse solar los mapuches lanzaron piedras al sol mientras éste se escondía detrás de la luna.
«Encontramos similitudes en la forma de interpretar los eclipses, incluso con culturas del mundo que en su mayoría consideraban los eclipses como fenómenos que presagiaban grandes calamidades para la comunidad. Pero más allá de las connotaciones místicas, la importancia del Sol en la naturaleza siempre fue algo evidente para los pueblos originarios: su potencia, luz y calor les permitía disponer de una serie de conocimientos prácticos que aplicaban en el día a día», señala Daniela Palma, astrónoma y estudiante de Magíster en Astrofísica del Instituto de Física y Astronomía de la U. de Valparaíso.
Palma explica a los pueblos originarios el Sol les permitía la organización del tiempo diario, así como la organización de las etapas del año. «Todos los pueblos originarios, con la excepción quizás de los cazadores del sur austral, supieron deducir e interpretar los efectos del Sol sobre la tierra, y su importancia vital para el éxito de las cosechas, es decir, para seguir vivos».
Para los mapuches Antü es el marcador del tiempo y entorno a sus movimientos organizan sus actividades. En su lengua, eclipse de sol es Lai Antü, literalmente, la muerte del sol.
«El Sol ejercía una influencia constante y activa. Por la tarde, al acostarse, lo saludaban con respeto, y en la mañana, cuando aparecía, manifestaban su júbilo a gritos, regocijándose ante su silencioso fulgor extendido en las tierras de la Araucanía», cuenta la astrónoma de la U. de Valparaíso.
*LT