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28 julio, 2024

De Gales a Chubut: las perlitas de un viaje que hizo historia

El aniversario 159° del desembarco de un grupo de galeses a las costas chubutenses y la posterior instalación de un asentamiento ‘colonizador’ en gran parte del Valle Inferior del Río Chubut y su expansión a diferentes puntos del territorio, es -como todos los años- uno de los elementos centrales para abrojar la joven historia provincial a relatos identitarios que mantienen mucho peso en la  construcción de ciudadanía.

Pero la de los galeses, que es apenas una parte de la historia de los orígenes chubutenses, no fue precisamente la tan romántica y mítica llegada a Ávalon. Cómo fue aquella aventura según los relatos de algunos pioneros:

MÁS TERCO QUE UN GALÉS

Posiblemente la dimensión de la gesta radica en el tesón individual que les permitió a ese grupo de 150 personas superar cualquier tipo de contrariedades en aquel viaje casi mítico. Porque la realidad de los colonos que llegaron a Patagonia fue menos romántica y mucho más dura e improvisada de lo que a veces cuentan los libros.

EL BARCO DE MÁXIMA

El Halton Castle, el barco contratado por los galeses para establecer una colonia en la Patagonia donde poder mantener su idioma, su religión y su cultura amenazada por los ingleses, y por el que habían pagado, nunca llegó. Los estafaron.

 

CONSPIRANOICOS Y FAKE NEWS

Habían juntado dinero y armado una larga campaña de adhesión de viajeros que terminó diezmada por las conspiraciones políticas de quienes pretendían otros asentamientos en América del Norte. Entre los ‘miedos’ sembrados en cartas y notas públicas, se trataba de asustar hasta con posibles riesgos de canibalismo en tierras suramericanas. Todo servía para disuadir.

RESISTIDOS DE ENTRADA

Como si fuera poco, en la flamante Argentina independiente desde hacía medio siglo no caía nada bien la idea de colonos extranjeros del Reino Unido, sobre todo porque hacia menos de 20 años que nos habían ocupado las Islas Malvinas (Enero de 1833) . El permiso para que los galeses recalaran en la Patagonia se debatió arduamente en el Senado, y por cierto, tuvo una firme oposición de los legisladores, donde la mayoría votó en contra.

Uno de los mayores opositores fue Félix Frías, quien temía que los colonos no respetasen la religión oficial y destacaba en su verba elocuente, la peligrosa cercanía que tendría el asentamiento galés con Malvinas, sosteniendo que la Patagonia podía perderse a manos de los extranjeros corriendo el mismo destino que las Islas.

RAWSON LO HIZO

La resistencia fue tal que el proyecto fue rechazado en el novel Congreso que funcionaba donde hoy se conoce como Manzana de las Luces en CABA: 21 votos en contra y 5 a favor. Pero no sería la primera vez que la política erraría una predicción social. Rawson igual logró que la colonia galesa se instalase, amparándose en una Ley que permitía que el presidente le entregase tierras a todo aquel que deseara trabajarlas. Un pequeño artilugio que promovía asegurar territorio antes que algun rey se arrepintiera de nuestra libertad en un grupo de Provincias Unidas en pleno armado.

Después de varias idas y venidas, en octubre de 1864, la Comisión colonizadora recibió una carta de Guillermo Rawson, en ese momento ministro del Interior, que ofrecía unos 100 acres de tierra a cada familia que se asentara en el Valle del Chubut, y con esa ‘intención’ de ocupación territorial se subsanó el primer gran entrevero legal. Políticamente se sostenía que era una de las formas de ‘civilizar’ territorios ocupados por aborígenes, algo que en el fondo se consiguió y de manera pacífica, muchos años antes que comenzara la masacre militar por estos desiertos. Los galeses -por supuesto- ‘agarraron viaje’!

LA PREVIA

Por las demoras y grandes inconvenientes para materializar la expedición galesa con causas impensadas, hubo complicaciones serias de dinero y hasta la estafa con el transporte comprometido, que nunca llegó y demoró bastante el viaje de lo que sería el primer contingente: los pioneros.

Los osados aventureros que se habían sumado a la gesta desde distintos lugares de Gales, se debían sostener en Liverpool viviendo en tránsito con lo que pudieran hacer o los víveres que podían recibir hasta el ‘mientras tanto’.

Fue otra vez el fucionamiento en comunidades y fuerte sentido de causas y aventura lo que logró que se definiera el grupo que viajaría, donde había mucha gente común en busca de nuevos horizontes y pocos profesionales o especializados.

EL BARCO ‘DE MÍNIMA’

Pero no se dieron por vencidos y merced a enormes esfuerzos se consiguió otro barco para la fecha estipulada: el Mimosa. Esta embarcación en la que cruzarían el mundo desplazándos a más de 8 mil millas, no daba tanta confianza como el anterior contratado. Tenía doce años y su madera crujía. Era un ‘ship’, categoría que significaba que no tenían ni velocidad ni eran recomendables para tan larga travesía.

LA LETRA CHICA

Michael Jones pagó las dos mil quinientas libras -con la herencia de su esposa- a Vining & Killey, pero en el momento de recibierle el dinero, también le anoticiaron que el precio era solamente por el casco pelado. Otra vez los habían estafado, y habría que remarla…

MOLDEANDO EL FUTURO

Por eso, contrarreloj tuvieron que adaptar todo tipo de estructuras en madera para navegar tantos meses sin camarotes ni comodidades. Hací es como fabricaron camas, mesas, bancos y una serie de estructuras que luego serían útiles para reciclar y reinstalar directamente en sus casas en la colonia.

Un esfuerzo que significó mucho trabajo, tiempo y dinero extra para lograr adaptar un casco pelado en un barco de pasajeros sumando incluso peso al ya desmerecido navío.

 

 

LOS CONDUCTORES NAVALES

El capitán Pepperell, que no era el capitán original que los conduciría a cargo de tamaña aventura (porque el contratado había renunciado días antes), fruncía el seño, y se daba corte de ‘viejo lobo de mar’, pero en realidad no conocía el océano Atlántico, ni las corrientes marinas, ni los vientos que debió enfrentar en los 13 mil kilómetros que navegó para llegar a la Patagonia. Otra osadía –y tal vez la más importante- de los embarcados viajeros.

RENCILLAS GREMIALES Y JINETAS A LA ORDEN DEL DÍA

Para colmo, había cuestiones de competencia de mando. Pepperell apenas tenía 25 años y su segundo al mando era bastante mayor con 39 años, por lo que además a los prejuicios sobre su evidente falta de experiencia y de millas marinas constantes y sonantes, se le acumulaban reproches y desautorizaciones varias por cuestiones de edad, en una época donde las canas eran verdaderamente valiosas. Y por si faltaba conflicto, además ganaban lo mismo, pero con más responsabilidades.

Para completar el cuadro de endebleces, el titular de a bordo había desertado días antes, reemplazándolo el auxiliar “aprendiz”, Robert Tagle. Por lo cuál el joven capitán no contaba tampoco con experiencia acompañante.

EL NOTARIO DUDOSO

La expedición si algo tuvo, fueron cuentas claras y sobrada documentación: Richard Berwyn, el notario, certificó todo y registró desde el principio y por años, más pérdidas que ganancias, y no disimulaba sus dudas sobre el éxito posible de aquella intentona.

EL MÉDICO IRLANDÉS

Tomas Green era el único médico novato que se animó a la aventura y para colmo era irlandés. Conociéndose las sensibilizaciones nacionalistas de aquel entonces, todo indicaba que poco y nada se quedaría un irlandés en una colonia galesa, además de tener que someterse a la permanente duda sobre sus prácticas por portación de origen.

SIN RETORNO Y EN CONTRATEMPORADA

Lo cierto es que quienes se aventuraron a aquel viaje iniciático en el Mimosa hace 159 años, dudaban de la conveniencia una y otra vez. Llegarían en invierno…, tiempo poco propicio para explorar cualquier mundo nuevo y adaptarse a él. No sabían el tiempo que demorarían, y tampoco tenían idea si alguna vez podrían volver a su país natal, desde un lugar tan alejado del mundo ‘civilizado’, donde pasaba un barco ‘cada muerte de un rey’.

ZARPADOS!!

Estaban todos arriba, habían agitado los pañuelos, llorado y reído, cantado y enarbolado las banderas. Sin embargo, la marea era tan baja que ese día el barco no pudo zarpar desde gales, como si se negara al lance. Pero al día siguiente, casi de prepo, fue remolcado y lanzado al océano inmenso.

MAL PRESAGIO

El primer día de navegación les deparó una tormenta sin igual que casi los hunde, al punto que un bote salvavidas intentó rescatarlos insistiéndoles que bajaran del ‘Mimosa’ hasta que pasase la tempestad ya que estaba a poco de la costa galesa, pero ante la negativa de los tozudos inexpertos que decidieron seguir, los dejaron a su destino. Y así, los galeses continuaron la navegación casi resistida por todos los oráculos.

VIDA Y MUERTE A BORDO

A los cinco días, las aguas se calmaron y aprovecharon para casarse Williams Huges y Anne Lewis. Esas cuestiones de comunidad fueron las que resembraron vida y esperanza a un viaje incierto y caro.

A los diez días nomás, también comenzarían los velorios: murió Jane Thomas (2 años) y un día después James Jenkins (2 años). Parecía que el inmenso y despiadado horizonte acuoso reclamaba su tributo mas doloroso para alimentar al dragón de los máximos deseos.

Un día más y nacía el hijo de Mary Morgan Jones, y unas semanas más y nacía Rachel Jenquins.

Los últimos en ir a parar ‘al armario de Davy Jones’ (al fondo del mar), como expresaban los propios colonos, fueron los pequeños John Davies (2 años), Mary Jones (3 años) y Elizbeth Salomón (2 años). Otras tres pequeñas vidas afectadas por el vomitoso viaje y las pestes que diezmaban a los más débiles que no llegarían a destino.

BITÁCORA DEL ALMA

Todos esos acontecimientos iba labrando en la mente de los viajeros una nueva historia escrita desde el corazón, donde a la par de los sueños también se pegaban sus angustias, sus seres queridos que iban quedando en el camino, y su tierra madre a la que la gran mayoría nunca volvería.

RUTINA Y CONFINAMIENTO

Entre olas y olas, había tiempo para todo. Meditaban sobre la loca expedición, organizaban rutinas de convivencia, oraban en dos confesiones diferentes en distintas horas del día, y cantaban y cantaban, para vibrar alto y pedirle al cielo un destino definitivo.

Hubo de todo, encuentro, amores nuevos y descuentros. Peleas tan locas como que el capitán intentó córtale el pelo a algunas damas por plaga de piojos, pero hubo sublevación y hasta manotazos entre caballeros y algun que otro detenido por algunas horas. También hubo tiempo para la recreación, los cánticos y los bailes infaltables, rodando sobre imaginarios que darían paso a otra vida, como lo caló en sangre la propia mistica celta que pobló el planeta y las américas con tantas corrientes de viajeros vikingos, irlandeses y galeses antes incluso que el propio Cristóbal.

BALLENAS A LA VISTA

Pasaron más de dos meses, y el mar se fue poniendo frío y eterno. Las necesidades eran muchas, el agotamiento inmenso, las provisiones pocas. Hasta que los vapores de las ballenas recuperaron la atención de todos en el horizonte y llamaron a escuchar lo que tenían para augurar nuestras eternas sirenas chubutenses. Supieron profundamente por la densidad de los pájaros del cielo y las voladoras del mar que pronto bajarían a tierra firme

LA CONFUSA LIBERTAD

Desde el 26 de julio de 1865 cuando comenzaron a rodear la Península de Valdés el ánimo volvió a los cuerpos. Pepperell daba órdenes, preparaba las velas y recorría la cubierta dejando huellas triunfales a pie ancho. Los viajeros sobrecogidos y encontrados por la tierra, ya no durmieron de la emoción. Ante sus ojos estaba el nuevo y extensisimo horizonte, y con el, el misterio de la América toda, el temor a lo desconocido y la certeza de que nada sería fácil, pero así es al fin y al cabo, la libertad…

EL DESEMBARCO

Cuando el sol entibió la cubierta, se calzaron sus mejores ropas y se aprestaron en masa a desembarcar. Era el 28 de julio de 1865, habían llegado a una “Bahia Nueva”. La mañana era diáfana y fría. Hermosamente extraña…, como la tristeza de la partida, como la incertidumbre del tránsito, como la alegría de la llegada.

Ese momento silencioso, punzante, contradictorio, melancólico sería el “Gwyl y Glaniad”, aquel histórico desembarco que los chubutenses recreamos un día como hoy como uno de los origenes de lo que somos. Postas únicas en el viaje que nos toca…

 

Texto: Marisa Rauta
Referencias:
-Una Frontera Lejana- FA
-La Colonia Galesa – Lewis Jones
– A orillas del Río Chubut – William M. Huges