8 julio, 2025
La literatura ha abordado una y otra vez el tema de la locura desde muy distintas perspectivas. Esta recurrencia quizás se explique porque hablar de la locura permite, de alguna manera, hablar también del poder de la ficción, ya en su capacidad de evasión de la realidad mediante el traslado a otros mundos posibles, o bien por medio de una crítica a esa realidad de la que se busca evadirse o desplazarse. En el caso de este libro, Enrique Vila-Matas elige las cinco obras que mejor representan, para él, el concepto de locura, y selecciona algunos fragmentos
El libro también incluye fragmentos de “El licenciado Vidriera”, de Miguel de Cervantes, que forma parte de sus Novelas ejemplares (1613) y que, de un modo por momentos similar al del Quijote, pone en la figura del presunto loco al personaje más lúcido del texto.
Por Pablo Debussy/PC
En el breve prólogo, comienza aclarando que “estamos todos tan necesariamente locos que no estarlo sería otra forma de locura”, y refiere sucintamente a su propia internación de un mes, a los trece años, en un pabellón del manicomio militar de la ciudad de Melilla, una ciudad en el norte de África.
El texto que abre el volumen es “El pabellón número seis” (1892), de Antón Chéjov, donde se describe la vida de algunos de los internos de un hospital psiquiátrico. Allí, Iván Dmítrich le pregunta al médico la causa de su encierro y le cuestiona la lógica de esa situación. La respuesta que obtiene es inquietante, ya que pone en tensión la pretendida frontera entre la locura y la razón: “La moral y la lógica no tienen nada que ver en esto. Todo depende de las circunstancias. Al que lo han encerrado está aquí, y al que no lo han encerrado se pasea por ahí, y eso es todo. En el hecho de que yo sea doctor y usted un perturbado mental no hay ni moralidad ni lógica, sino una casualidad pura y simple”.
Por su parte, Cinco miradas sobre la locura también incluye fragmentos de “El licenciado Vidriera”, de Miguel de Cervantes, que forma parte de sus Novelas ejemplares (1613) y que, de un modo por momentos similar al del Quijote, pone en la figura del presunto loco al personaje más lúcido del texto: “Causó admiración a los más letrados de la universidad y a los profesores de la medicina y filosofía, viendo que en un sujeto donde se contenía tan extraña locura […] se encerrase tan grande entendimiento que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza”.
A su vez, el libro incluye dos fragmentos menos convencionales: por un lado, la biografía sobre la escritora francesa Marguerite Duras, escrita por Laure Adler (1998), donde la autora se centra en las ríspidas disputas de Duras con su editor por las correcciones de un manuscrito, así como también en su búsqueda de “una lengua rota, suelta, más respirada que escrita”; por el otro, el texto de Rem Koolhaas, “Dalí y Le Corbusier conquistan Nueva York” (1978), que habla de la relación ambigua y contradictoria que ambos artistas mantuvieron con esa ciudad (por ejemplo Dalí, quien quiso imponer el surrealismo con poco éxito). Finalmente, Vila-Matas elige el “Elogio de la locura” (1511), de Erasmo de Róterdam, un texto renacentista que recurre a un discurso irónico “para decirnos que, sin un grado de locura y estupidez, el hombre no habría llegado ni siquiera a nacer”.