8 enero, 2023
El billete de mayor denominación ya no alcanza para pagar un almuerzo, media estadía en un estacionamiento o 1 kilo de algún corte de carne. De hecho, la emisión de «los horneros» en diciembre fue récord, ya que creció en volumen un 27% sólo en dicho período.
Crece la presión para que se imprima un billete de $10.000: el dato que revela cómo se devaluó el de 1.000 pesos
La alta inflación produce que con el paso del tiempo se necesiten cada vez más pesos para pagar un mismo bien o servicio, y tanto en la calle como en las cifras del Banco Central ya se está evidenciando que el actual billete de mayor denominación quedó «chico» y se precisa, al menos, un papel de $10.000.
Es que un ejemplar de $1.000 ya no alcanza para pagar un almuerzo, ni media estadía en un estacionamiento, ni siquiera un pedazo de queso o un kilo de carne.
Así, al comparar la canasta de productos que podía comprar un papel con la imagen del hornero en diciembre de 2017, fecha en la que fue lanzado a la calle por el BCRA, respecto a los precios actuales de los mismos artículos, se puede afirmar que hoy se necesita un papel cercano a los $10.000 para equipararla.
De hecho, según estimaciones de Andrés Méndez de AMF Economía, la inflación generará que en febrero se supere esta cifra, al llegar a $10.560.
En síntesis, en apenas 5 años se necesita un billete de mayor denominación de 10 veces mayor monto para equiparar el valor que tenía el de $1.000 cuando comenzó a circular. Lo que es lo mismo a decir que hoy se necesitan 10 de estos papeles para cubrir lo que uno solo compraba en 2017.
Mientras el Gobierno frenó cualquier emisión de billetes de más valor al actual, se necesitan cada vez más papeles con el dibujo del hornero para realizar las compras cotidianas. Y, al mismo tiempo, se emite mayor cantidad de ejemplares para cubrir la demanda.
Un claro ejemplo es la gran impresión de unidades de $1.000 que hubo en diciembre, mes estacional en el que se requiere más cantidad de pesos por el pago del medio aguinaldo, las compras de fin de año y los preparativos para las vacaciones.
Según datos oficiales informados por el Banco Central, sólo en el último mes de 2022 se emitieron 659 millones de billetes de $1.000. Es decir, el incremento de estos ejemplares en todo diciembre fue de 27% respecto al total que ya circulaban en bancos y el público en general.
Es que a fines de noviembre pasado se registraban 2.427,5 millones de papeles con la imagen del hornero, y para fin de diciembre, apenas un mes después, ese registro escaló hasta las 3.086,5 millones de unidades.
De esta manera, los de $1.000 ya superan en un 50% en cantidad a los de $100, que fueron la mayor denominación hasta fines de junio de 2016, cuando se crearon los de $500.
La necesidad de que se imprima un billete de mayor denominación es inocultable, sobre todo para cubrir gastos cotidianos que requieren la utilización de efectivo y para retirar dinero de los cajeros automáticos. Sobre todo en un contexto en el que la inflación anual fue cercana al 100% en 2022, y puede repetir una cifra similar en el corriente año.
Es que se precisan más ejemplares de pesos, de forma progresiva, para comprar la misma cantidad de productos y servicios, por lo que los cajeros automáticos se vacían de forma más rápida por la capacidad limitada que tienen para la entrega de billetes.
«Hay que repensar el abanico monetario, y sumar al circulante billetes de $5.000 y $10.000, por lo que los costos operativos logísticos y transaccionales de los cajeros automáticos caerían muchísimo», venía reclamando Augusto Ardiles, ex director de la Casa de la Moneda, donde se desempeñó entre febrero de 2019 y mayo de 2020.
Para comprar lo mismo que permitía un billete de $1.000 en 2017, cuando fue lanzado, hoy se precisan 10 de esos papeles.
También se evidencian problemas desde lo logístico, el uso de más efectivo causa que los comercios y bancos deban trasladar y atesorar más cantidad de unidades, con el mayor costo y espacio correspondiente que eso implica.
«Pero el inconveniente transaccional no se agota en esta multiplicación de las unidades requeridas para cada transacción, sino también en el escaso valor del billete de máxima denominación, situación que provoca la utilización excluyente del billete de más alto valor para casi todas las compras», resalta Méndez.
Para contrarrestar este efecto, desde el Gobierno se justifica que con la no emisión de una mayor denominación se intenta fomentar más la utilización de medios de pagos digitales, que más allá de su practicidad son una vía de formalización de la economía.
Y el cada vez menor valor del peso y mayor emisión, lleva a que los argentinos miren más al dólar como reserva de valor.
«Existen factores de incertidumbre como la emisión desbordada de pesos de diciembre, que totalizó los $1,3 billones, y también la caída en la demanda del peso, que lleva 12 meses y se acentúa post fin de año», indica a Alfredo Romano, economista y autor del libro «Dolarizar Argentina».
Datos interesantes que ponen contexto
El billete de mayor denominación de la Argentina, de $1.000 pesos, se emitió por primera vez hace seis años, en noviembre del 2017.
En un relevamiento entre 13 países de la región, es el que menos valor tiene medido en dólares. Al tipo de cambio libre, el billete de mil hoy vale tan solo 2,89 dólares.
De acuerdo al sitio Infobae, el país que más se le acerca en esta clasificación es Cuba, cuyo billete más grande vale 4,17 dólares, seguido por Paraguay, donde el billete de 100.000 guaraníes vale 13,69 dólares.
Entre los países más próximos el billete de mayor denominación de Uruguay equivale a 51,80 dólares. Chile, con 22,62 dólares y Bolivia, con 28,95 dólares, son los de valor más bajo.
No es el caso de Perú, que a pesar de sus vaivenes políticos hace más de una década que consiguió vencer a la inflación. Su billete de 200 soles vale 52,33 dólares. En Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, el papel de 200 reales equivale a 38,41 dólares.
Según datos del Banco Central, en el presente los billetes de 1.000 pesos pasaron a ser los de mayor circulación, por encima del 30% del total, algo insólito habida cuenta que estas emisiones son, además, las de mayor valor en el universo del efectivo, por ahora.