12 febrero, 2023
Se calcula que al menos 65 millones de personas en todo el mundo padecen COVID prolongado, y es probable que la cifra real sea mayor.
COVID ‘prolongado’: un problema que afecta a más de 65 millones de personas
Una revisión del estado de los conocimientos sobre esta enfermedad estima que el 10% de las personas infectadas por el SARS-CoV-2 experimentarán síntomas prolongados. “En la actualidad, las opciones de diagnóstico y tratamiento son insuficientes, y se necesitan urgentemente muchos ensayos clínicos”, concluye la investigación. Según Brendan Crabb, investigador de enfermedades infecciosas, este hallazgo debería hacer replantearse las políticas que permiten que el COVID-19 se propague casi sin control entre las personas menos vulnerables a padecer una forma grave de la enfermedad. “Si se tiene en cuenta el COVID prolongado, entonces todos somos vulnerables”.
Según una revisión publicada el pasado 13 de enero en la revista Nature Reviews Microbiology se calcula que al menos 65 millones de personas padecen una enfermedad por COVID prolongado. Esta estimación se basa en una incidencia calculada de forma conservadora de COVID prolongado en el 10% de las personas infectadas y en que hay más de 651 millones de casos documentados de COVID-19 en todo el mundo. La cifra, probablemente puede ser mucho mayor ya qua hay muchos más casos de infección que no están documentados. La incidencia se estima en un 10-30% de los casos no hospitalizados, un 50-70% de los casos hospitalizados y un 10-12% de los casos vacunados.
El mayor porcentaje de diagnósticos se produce entre los 36 y los 50 años, y la mayoría de los casos de COVID prolongado se dan en pacientes no hospitalizados con una enfermedad aguda de carácter leve. Los autores documentan que el COVID prolongado “abarca múltiples resultados adversos, con enfermedades comunes de nueva aparición como las cardiovasculares, trombóticas y cerebrovasculares, la diabetes tipo 2, la encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC) y la disautonomía, especialmente el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS). Los síntomas pueden durar años y, sobre todo en los casos de EM/SFC y disautonomía de nueva aparición, se espera que sean de por vida“. Una proporción significativa de las personas con COVID prolongado no pueden volver al trabajo.
Los médicos que no están familiarizados con la EM/SFC y la disautonomía a menudo diagnostican erróneamente trastornos mentales en los pacientes; cuatro de cada cinco pacientes con POTS reciben un diagnóstico de un trastorno psiquiátrico o psicológico antes de recibir un diagnóstico de POTS.
Aunque actualmente los problemas de salud de COVID prolongado no tienen tratamientos eficaces validados. Muchas estrategias usadas en la EM/SFC son eficaces para las personas con COVID prolongado, incluido el marcapasos y las opciones farmacológicas específicas de los síntomas (por ejemplo, β-bloqueantes para el POTS, naltrexona a dosis bajas para la neuroinflamación e inmunoglobulina intravenosa para la disfunción inmunitaria) así como las opciones no farmacológicas (incluido el aumento de la ingesta de sal para el POTS, el marcapasos cognitivo para la disfunción cognitiva y las dietas de eliminación para los síntomas gastrointestinales). Es importante señalar que el ejercicio físico es perjudicial para la mayoría de los pacientes y no debe usarse como tratamiento.
Entre los diversos factores de riesgo se incluyen ser mujer, padecer algunas enfermedades como la diabetes o tener ingresos bajos y no poder descansar adecuadamente en las primeras semanas tras el desarrollo de COVID-19.
Las autoras de la revisión sugieren que las semejanzas con otras enfermedades de inicio vírico, como la encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica y el síndrome de taquicardia ortostática postural, sientan las bases para la investigación y señalan la necesidad de realizar ensayos clínicos sobre tratamientos.
Dado que una persona que se reinfecta con el virus, tiene la misma probabilidad de contraer el COVID prolongado, el profesor Brendan Crabb, investigador australiano de enfermedades infecciosas, afirmó que la revisión de Nature debería hacer replantearse la actitud relajada que se ha tomado ante la COVID-19. Ante el COVID prolongado todas somos vulnerables, y ello supone repensar la planificación de servicios de salud.