El último informe climático de la ONU generó una verdadera convulsión sobre la comunidad internacional y aumentó la presión social para que los países profundicen las medidas que llevan adelante hacia una transición energética.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), es necesaria una “rápida, inmediata y a gran escala” reducción de emisiones de gases de efecto invernadero si lo que se quiere es no sobrepasar nivel de calentamiento global de 1,5 ºC en las próximas décadas, aunque la gran mayoría de los analistas coincide en que los efectos sobre ciertos ecosistemas ya son irreversibles.
A pesar de no tener la injerencia que tienen algunas potencias mundiales en términos de emisiones, “Argentina está dentro de los 25 principales emisores de GEI a nivel mundial. La participación de Argentina es importante en el sentido de que hay por los menos 120 países detrás que emiten menos”, dice Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor senior de Política Climática en Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).
Se suele decir, remarca Enrique, que Argentina representa menos del 1% de las emisiones mundiales, “pero 0,8% o 0,9% es lo que la ubica en la posición en la que está. Está claro que China tiene más del 25%; Estados Unidos, más del 20% y la Unión Europea, cerca del 15%, pero Argentina está en el puesto número 21 o 22, de acuerdo a cómo se considere”. Si se observa la intensidad de emisiones per cápita, desciende varios lugares en el ranking y se ubica en el puesto 85 con un promedio de 4,6 toneladas de CO2 por persona.
Esto hace que el impacto de Argentina no deje ser significativo. “Más allá de todos los problemas que le conocemos a nuestro país, que tiene dificultades reales, es un país del G20 y es la tercera economía a nivel Latinoamérica”, repara él. En intensidad de emisiones, nuestro país se encuentra en tercer lugar dentro Latinoamérica, detrás de Brasil y México. El primero de ellos con una fuerte concentración de las emisiones en la deforestación y el segundo en lo energético.
“Es un mito –sostiene Julián Tuccillo, miembro del Comité Argentino del Consejo Mundial de Energía– el que no podemos sumar un aporte significativo en reducción de emisiones porque somos un país pobre, o porque es caro. Eso es totalmente falaz. En términos energéticos, Latinoamérica es uno de los continentes, por no decir el único, en que las renovables se están desarrollando con la menor ayuda internacional en términos financiamiento”.
Las NDC (Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional) están parametrizadas según aquellas que necesitan asistencia internacional y aquellas que no. La mayor incorporación de capacidad de renovables por NDC sin asistencia internacional, a nivel global, están dentro de Latinoamérica. “Y fíjate que Latinoamérica no es una región aparentemente rica como otras que implementan renovables, por ejemplo, en el hemisferio norte”, aclara.
Según entiende Tuccillo, esto indica que, “en primer lugar, no hay una correlación contundente entre conciencia ambiental y pobreza material. La conciencia de nuestros pueblos es bastante más sustentable de lo que aparenta. La voluntad de poder implementar el camino hacia la transición energética es mayor en nuestro continente que en el resto del mundo. El problema pasa por la inestabilidad política que tienen nuestras democracias”.
En segundo lugar, hace referencia a otro “mito” que es el de que ser sostenible es caro. “Eso es mentira”, asegura enfático. “Es cierto que el flujo de fondos implica invertir más en un principio, pero hoy en día las renovables son la fuente de energía más barata. El flujo total en la inversión y el mantenimiento a largo plazo termina siendo muchísimo más bajo”, dice.
Emisiones de GEI en Argentina
En el caso argentino, según el último Inventario Nacional de GEI, de 2016, las emisiones totales eran 364 MtCO2, cuyo origen se subdivide en cuatro grandes sectores: en un 53% corresponden a la energía; en un 37% corresponden a la ganadería, agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra; un 6% corresponde a procesos industriales y usos de productos y, finalmente, en un 4% a residuos. En su conjunto, representan el 0,74% de las emisiones globales.
En el análisis de la desagregación por subsector, la ganadería es la que representa una mayor fracción del total de emisiones, con un 21,6%. Detrás de ella, están el transporte (13,8%), la generación eléctrica (13,1%), el cambio de uso de suelos y silvicultura (9,8%), combustibles industrias (9,2%), combustibles residencial (7,4%), agricultura (5,8%), procesos industriales (5,5%), fabricación de combustibles (4,6%), emisiones fugitivas (2,9%), residuos sólidos urbanos (2,5%), combustibles otros sectores (2,1%) y aguas residenciales (1,7%).
INVENTARIO NACIONAL DE GASES DE EFECTO INVERNADERO (GEI) DE ARGENTINA
“Todo uso de la tierra, como la agricultura y la ganadería, son motivo de deforestación. De hecho, si miramos como actividades individuales en Argentina, la principal actividad que genera emisiones es la ganadería y le sigue el transporte”, agrega el asesor de FARN.
Precisamente el freno a la deforestación y la conservación de los humedales son dos elementos fundamentales para la reducción de emisiones, sostiene él, al mismo tiempo que “es muy importante que el sector del agro empiece a tomar mayor responsabilidad”. A su vez, pensando en ampliar el abanico de acciones que se pueden llevar adelante, señala que se puede poner la mirada en acciones que no implican grandes inversiones y pueden mover la aguja. “Hay aspectos que son super accesibles como la eficiencia energética, con la que lo que podés hacer es no tener que seguir generando energía y eso afecta al sector de la construcción y a los procesos industriales. Eso haría bajar las emisiones rápidamente, da trabajo y no implica hacer mega inversiones”, dice.
Fuente: INVENTARIO NACIONAL DE GASES DE EFECTO INVERNADERO (GEI) DE ARGENTINA
La evolución histórica, sector por sector
En la evolución histórica por sector se puede ver que, entre 1990 y 2016, la energía pasó de una intensidad de emisiones de 95,5 MtCO2 a 194 MtCO2, lo que lo convierte en el sector que ha experimentado un crecimiento sostenido más marcado. Por el lado de la agricultura y la ganadería, en 1990, sus emisiones eran de 158,8 MtCO2, llegó a los 211 MtCO2 en el 2000 y el registro de 2016 mostró una retracción a 135,5 MtCO2.
El sector de procesos industriales y uso de productos registró un incremento en este mismo plazo de tiempo, aunque entre 2014 y 2016 logró cambiar la tendencia y alcanzó una merma de 0,8 MtCO2. Así entonces, en 2016 fueron de 20,1 MtCO2.
Por último, residuos no pudo modificar la tendencia creciente y entre 1990 y 2016 sólo incrementó sus emisiones de GEI, y pasó de 7,6 MtCO2 a 15, 4 MtCO2. Sin embargo, en comparación con el sector de la energía –la otra curva que registró un alza entre medición y medición– su injerencia es mínima en la cifra global.
Fuente: INVENTARIO NACIONAL DE GASES DE EFECTO INVERNADERO (GEI) DE ARGENTINA.
Metas ambientales
En diciembre del año pasado, el país asumió el compromiso de no exceder las 358,8 MtCO2eq de gases de efecto invernadero al año 2030. En la apertura de las sesiones legislativas, respecto a la transición energética y el Acuerdo de París, Alberto Fernández dijo: “Estamos absolutamente comprometidos con los objetivos establecidos en él. El desarrollo del futuro será verde o no va a ser”. Crítico respecto a la continuidad de los planes de producción de combustibles fósiles a nivel local, Enrique Maurtua Konstantinidis habla de una transición justa, “lo que significa poder planificar de modo que toda la gente pueda ser parte de la transición. Lo que se pide con la transición no es que mañana cierren todos los gasoductos y paren todas las producciones y que toda la gente se quede en la calle, pero lo que hay que hacer es un plan. El tema es que si vos hoy le estás prometiendo a chicos que están entrando a la universidad a estudiar Ingeniería en Petróleo y que van a jubilarse en ese sector, yo creo que hoy les estás mintiendo”.
En consecuencia, si bien cree que Argentina está dando un paso adelante al ponerse metas de reducción de emisiones, él entiende que los objetivos no son tan ambiciosos como podrían ser. “De hecho, si quiere estar en línea con el Acuerdo de París y hacer realmente un cambio significativo debería apuntar a estar entre las 200 y las 250 millones de toneladas de dióxido de carbono, según la metodología que uses para justificar”. Y concluye que “Argentina tendría que poder hacer más. Todavía falta para que esté en línea con el Acuerdo de París”.
De acuerdo al reporte de Climate Transparency de 2020, para cumplir el objetivo de limitar el aumento de la temperatura del planeta por encima de los 1,5 grados, la proporción de combustibles fósiles a nivel global debe caer a un 67% de la energía primaria global para el 2030, y a un 33% para el 2050.
“Por cada KW hora de electricidad, 269gCO2 son emitidos en Argentina. Esto es muy inferior al promedio del G20 pero aún es elevado. Además, esta cifra está disminuyendo más (-19,5%, 2014-2019) que el promedio del G20 (-10,3%), debido a la recesión y a una nueva crisis económica, más que por una reducción deliberada de la intensidad del carbono”, explica el reporte.
Por otra parte, un informe especial de la CEPAL publicado en julio de este año, titulado “La paradoja de la recuperación en América Latina y el Caribe”, sostiene que “la pandemia ha empeorado el estado ambiental por la caída en los presupuestos del sector, el debilitamiento financiero de los sistemas de transporte público, la retracción en la vigilancia de la explotación de los recursos naturales y la orientación poco favorable al medio ambiente de la mayor parte del gasto de respuesta y recuperación”.
Esto llevó a que la reducción de las emisiones fuera menor de lo que se necesita para cumplir con los objetivos climáticos del Acuerdo de París. El informe señala que “para evitar el aumento de 1,5 °C de la temperatura es preciso reducir las emisiones globales, en promedio, a una tasa del 7,6% cada año de 2020 a 2030. Por esto advierte que, “sin un cambio estructural progresivo, que debería ser parte central de las medidas de recuperación, el crecimiento económico ubicará la trayectoria de las emisiones por encima de la que requiere el cumplimiento de los compromisos asumidos en 2023. Alrededor de 2024 las emisiones superarán el nivel de 2019”.