17 abril, 2022
Según el último número de Nature Medicine, las personas que superan la infección por SARS-CoV-2 tienen un mayor riesgo de padecer alteraciones cardiovasculares hasta 30 días después de la infección, desde accidentes cerebrovasculares, hasta arritmias, enfermedad isquémica, pericarditis, miocarditis y enfermedad tromboembólica. Alerta también de la alta carga de enfermedad cardiovascular en este grupo de población, por lo que insta igualmente a que sean atendidos por equipos especializados.
¿A qué es debido esto? «En general los procesos infecciosos, y especialmente por SARS-CoV-2, implican un incremento en la agregabilidad de las plaquetas con mayor tendencia a la formación de trombos en el sistema arterial y venoso de múltiples vasos, con la consiguiente afectación multiorgánica, especialmente en pacientes con disfunción endotelial previa», explica el doctor Cabrera, también jefe del Servicio de Cardiología del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo de Madrid.
Dice que, en líneas generales, los pacientes con secuelas cardiovasculares por la infección por SARS-CoV-2 suelen haber precisado de un ingreso en su fase aguda de la infección (incluso en UCI), al tiempo que suelen mostrar alteraciones en las pruebas cardiológicas realizadas, con un mayor riesgo de padecer inflamación o infarto de miocardio, arritmias cardiacas y procesos trombóticos arteriales y venosos, «por lo que pensamos precisan un abordaje diagnóstico y terapéutico cardiovascular diferenciado».
«Las secuelas denominadas frecuentemente post-COVID suelen estar precedidas de una afectación grave por la COVID-19 en su fase aguda, que en general, ha requerido ingreso hospitalario con síntomas derivados del daño estructural de las complicaciones sufridas. Algunos estudios iniciales realizados con ecocardiografía en pacientes hospitalizados tras superar la enfermedad han mostrado afectación cardiovascular en el 15-20% de los casos con disfunción-dilatación ventricular y derrame pericárdico», agrega.
En el caso de los pacientes con COVID persistente, el doctor Pablo Guisado, internista del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, recuerda que se trata de una afectación que tiene lugar en aquellos pacientes que han contraído la infección y que permanecen con síntomas más de 12 semanas después.
«Se caracterizan por presentar fatiga, dolor en el pecho, dificultad para respirar, palpitaciones o disfunción cognitiva (niebla mental); síntomas más comunes de hasta más de 50 descritos en este grupo de enfermos. Los síntomas pueden fluctuar y recaer en el tiempo», indica.
El doctor Cabrera precisa en este punto que se cree que esta persistencia puede deberse a alteraciones del sistema inmunitario de los pacientes, el acantonamiento del virus en los tejidos, microtrombos, afectación del endotelio vascular o disfunción del sistema neurovegetativo.
Resume igualmente que se trata de una condición de salud posterior a la COVID-19, siendo más frecuente en mujeres que en hombres y en edades comprendidas entre los 20-40 años: «Se han descrito más de 50 síntomas y signos que pueden ser de nueva aparición, fluctuar o recaer en el tiempo y en general con un impacto en la vida diaria de los pacientes. El 80% de los pacientes presenta al menos un síntoma; los más comunes incluyen fatiga, dificultades para respirar y alteraciones cognitivas como niebla mental».
Con ello, detalla que entre los síntomas cardiovasculares que pueden presentarse en la COVID persistente la disnea con dificultad respiratoria en reposo o durante el esfuerzo aparecen en el 20-25% de los casos. «El 15% de los pacientes pueden presentar dolor torácico/disconfort torácico y/o alteraciones del ritmo cardiaco (palpitaciones) con incremento de la frecuencia cardiaca o pulso irregular. Son relativamente frecuentes las consultas de mujeres jóvenes por la presencia de taquicardia y en particular el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS por sus siglas en inglés)», precisa.
De hecho, apunta que las pacientes con POTS presentaban un incremento sostenido de la frecuencia cardiaca con los cambios posturales. «La ingesta de líquidos, la sal y la realización de determinados ejercicios aeróbicos pueden ayudar a corregir las anomalías fisiológicas», subraya el cardiólogo de Quirónsalud Madrid.
Es más, el doctor Cabrera mantiene que algunos fármacos pueden ser de utilidad en el tratamiento de la afectación del sistema nervioso autónomo, muchas veces complejo de resolver. «Otros síntomas como el mareo-postural o el vértigo con sensación de desmayo suelen en general asociarse a una afectación multisistémica con fatiga, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, dolor muscular, náuseas, síntomas gastrointestinales, trastornos del sueño, etc», añade.
Reconoce este experto que actualmente son muchas las preguntas que no se pueden resolver en relación a los mecanismos fisopatológicos de las secuelas cardiovasculares que se empiezan a conocer tras la resolución de la enfermedad aguda por SARS-CoV-2.
«Por lo tanto, desconocemos si estamos ante una posible cronificación de la enfermedad en determinados casos. Con ello, el impacto en la salud mental y en el bienestar diario de los pacientes que presentan COVID persistente es de una trascendencia socio-sanitaria extremadamente importante. En consecuencia, junto a los esfuerzos en investigación, es clave la creación de unidades especializadas centradas en el diagnóstico y en el tratamiento de pacientes que presentan secuelas y síntomas asociados a la prolongación de la enfermedad o COVID persistente», sentencia.