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19 abril, 2024

Celos y redes sociales, una combinación peligrosa en las relaciones adolescentes

Ana y José, de 18 años, son novios desde hace dos meses. Un “me gusta” de Ana a un amigo común en Instagram provoca una reacción inesperada de José. Desde entonces, revisa constantemente el teléfono móvil de Ana y muestra cada vez más ira hacia ella. Ana ha comentado esta situación con algunas de sus amistades, quienes le han dicho que esto ocurre porque le quiere mucho. José no es consciente de estar teniendo un comportamiento machista.

Por José Sánchez Santamaría y Fátima María López Garrido

La situación ejemplificada es muy habitual. Y nos hemos encontrado también el caso inverso (en el que es la mujer la que muestra ese comportamiento hacia el hombre), aunque de manera mucho menos frecuente, sobre todo según son más maduras las parejas. La violencia en la pareja adolescente –VPA es el acrónimo científico– puede afectar a cualquier joven.

Se trata de un problema social con implicaciones negativas en la salud y bienestar y en el desarrollo de la personalidad, que incluso afecta al desarrollo del cerebro.

Definir científicamente la violencia en el seno de la pareja adolescente es una tarea complicada, tanto por su naturaleza compleja como por el dinamismo cultural de las sociedades. Podemos decir que consiste en agresiones intencionadas durante el noviazgo que se manifiestan de manera física, sexual, emocional o psicológica.

Este tipo de agresiones están más presentes de lo que podamos pensar, aunque no siempre son fáciles de detectar. Algunas están tan normalizadas que cuesta percibirlas.

Nuestra percepción de este tipo de violencia puede verse condicionada por la frecuencia de las situaciones, pero también por el contexto cultural –creencias– y social –normas y roles–, así como por la educación afectivo-sexual y de género que hemos recibido.

Esto puede explicar porque a las amistades de Ana les puede parecer romántica la actitud de José, o incluso un acto de amor, mientras que a otras amistades de la misma edad, pero diferente entorno cultural o educación, les puede parecer una agresión clarísima.

La percepción adolescente

Los muchos estudios que se han llevado a cabo coinciden en los siguientes patrones generalizados entre la población adolescente y juvenil:

  1. Los jóvenes tienden a ser capaces de identificar la violencia en relaciones ajenas, pero minimizan su importancia en las suyas.
  2. Factores como el sexismo, una noción anticuada del amor romántico y la dependencia emocional influyen en el desarrollo de dinámicas violentas.
  3. Los chicos identifican el uso de sustancias adictivas, el estrés y la ira como factores de riesgo, mientras que las chicas la asocian con experiencias adversas como abuso infantil.
  4. El mito del amor romántico normaliza comportamientos violentos como los celos y el control.
  5. La dependencia emocional, que se manifiesta en las primeras relaciones de noviazgo, suele influir en cómo se da la violencia en la parejas adolescentes y juveniles.
  6. El mal uso de tecnología contribuye a la violencia en pareja. Se utilizan las redes sociales para ejercerla.
  7. Las percepciones sexistas aumentan la tolerancia hacia la violencia de pareja.
  8. La perspectiva transcultural evidencia la importancia de considerar factores como el contexto sociocultural, las creencias y los valores culturales con un papel relevante en este tipo de violencia: la violencia en la pareja es resultado de problemas sistémicos más amplios. Esto hace que las tasas de violencia puedan ser mayores en jóvenes racializados, discapacitados, 2SLGBTQ+.

Los celos y una idea errónea del romanticismo

Desde nuestro grupo de investigación hemos estudiado recientemente la percepción de la violencia de pareja de 394 jóvenes de 14 a 20 años.

Hemos llegado a la conclusión de que los celos y el control son factores predominantes para ambos sexos, a menudo percibidos erróneamente como muestra de amor y confianza. De hecho, para un 56,6 % de los chicos y un 50,5 % de las chicas los celos justifican algún tipo de violencia. Otros factores como la infidelidad pueden justificarla según el 13,2 % de los chicos. Nuestro análisis reciente concluye que dos de cada tres jóvenes (un 69,3 % y un 63,7 %) cambian su comportamiento para evitar peleas.

Por otro lado, la tolerancia hacia el control y los celos lleva a aceptar acciones como compartir contraseñas en redes sociales o revisar el móvil de la pareja. Dar las contraseñas de sus redes sociales es visto como un acto de amor para el 26,9 % de los chicos y para el 16,9 % de las chicas. Eso implica que alrededor de uno de cada tres jóvenes ve normal dar las contraseñas de sus redes sociales a su pareja.

Asimismo, mientras que los chicos suelen ver la violencia como un tema privado a resolver entre ellos, las chicas la perciben como un problema social que requiere la intervención de amigos, familiares… Son ellas las que en un 17,9 % consideran el machismo como responsable de la violencia.

Desde una perspectiva transcultural, hay diferencias notables en la percepción de la violencia. Por ejemplo, los jóvenes con creencias religiosas son menos propensos a aceptar la violencia sexual que aquellos sin creencias religiosas, y consideran que las conductas asociadas con la violencia psicológica o verbal deben tratarse de manera privada.

Diez propuestas de intervención

Algunas de las implicaciones de estos estudios pasan por promover, mantener y profundizar la intervención educativa, teniendo en cuenta la necesidad de:

  1. Prevenir conductas adictivas asociadas al consumo de alcohol y drogas, nuevos consumos e incluso adicciones comportamentales (sin sustancia, como a los videojuegos).
  2. Promover relaciones igualitarias mediante programas, recursos y espacios de “tolerancia cero”.
  3. Concienciar sobre la necesidad de privacidad y la vulnerabilidad digital.
  4. Trabajar frente a las actitudes y conductas sexistas, explorando su gravedad y consecuencias.
  5. Incluir la variable transcultural en la prevención.
  6. Formar profesionales de la ciudadanía para la detección y manejo de la violencia en la pareja adolescente.
  7. Implicar a los propios jóvenes en la detección.
  8. Educar en la prevención desde un enfoque de Derechos Humanos , contemplando la importancia del perfil profesional de la Educación Social.
  9. Formar a las familias. Muchas familias no saben cómo abordar este tipo de violencia, ni cuentan con herramientas ni recursos para su abordaje.
  10. Poner en marcha de políticas regionales y locales que visibilicen el problema.

Las percepciones de los jóvenes sobre la violencia en las relaciones amorosas son esenciales para involucrarlos en su prevención. Esto puede ayudar a desarrollar estrategias más inclusivas y coherentes. Este tipo de violencia es un problema social y de salud física y mental que debe comprometernos a todos y todas.The Conversation

 

* José Sánchez Santamaría, Profesor Titular de Equidad Educativa y ALV. Coordinador de GRIOCE – UCLM. Socio de FEAE-CLM, Universidad de Castilla-La Mancha y Fátima María López Garrido, Educación Social / Research Assistant, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation