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8 agosto, 2020

Bienvenidos los canjes de deudas, pero con reformas

Por Fernando Zoppi

Finalmente, el Estado argentino habrían alcanzado un principio de acuerdo con los principales tenedores de (parte de) la deuda pública con jurisdicción extranjera. Los detalles del acuerdo aún no han sido hecho públicos y los abogados de las distintas partes trabajan en los distintos documentos que instrumentan estos tipos de acuerdos complejos y sofisticados.

Cerrado el acuerdo y completada la restructuración, es esperable que también se avance en el mismo sentido hacia la restructuración de la deuda con jurisdicción local y con organismos multilaterales (FMI, Club de Paris). Y un proceso similar – que ya está en curso desde hace unos meses – se seguirá respecto de la deuda sub-soberana (las provincias de Buenos Aires, Chubut, Jujuy, Chaco, por nombrar algunas).
Sin dudas, evitar el default y restructurar la deuda (y, a partir de allí, honrar los compromisos asumidos) es muy buena noticia. Y, sin embargo, es solo un punto de partida.

Por sobre todas las cosas, el crecimiento de la economía depende de la capacidad del país de atraer y generar inversiones. Inversiones locales y, en especial, extranjeras.

Desde hace mucho tiempo, somos un país que espanta inversiones. Desde 1999, el nivel de inversión extranjera directa en el país ha mostrado números que -con altibajos- se ha reducido consistentemente. Y considerablemente también. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en junio de 1999 se alcanzó un máximo de FDIs de US$23.988 billones, mientras que a finales de 2019 ese índice alcanzó un monto de sólo US$6.244 billones.
Vale notar, además, que, según el mismo informe, el 64% de ese monto corresponde a la reinversión de ganancias generadas localmente. Es decir, muy pocas nuevas inversiones extranjeras.

Obviamente, la opinión generalizada es que la pandemia impactará en el número de FDIs en Argentina (y en la región) y algunos calculan que se reduciría en un 50% respecto del año anterior, a pesar de un contexto de tasas de interés negativas a nivel internacional.

Entonces, los meses que quedan por delante de este 2020 (y más allá, sin dudas) deberían ser aprovechados para “hacer los deberes”. Realizar reformas estructurales – al menos algunas, razonables y que sean posibles de mantener en el mediano y largo plazo – y establecer los incentivos apropiados que mejoren las condiciones de competitividad de nuestra economía y atraigan las inversiones necesarias.
Es lo que hace muchos años no se prueba hacer en Argentina.

 

Datos a considerar

 

Según el ranking que elabora el Banco Mundial en función de las condiciones existentes en diferentes países para propiciar los negocios, Argentina se encuentra en el puesto 126 sobre 190 países relevados. Se entiende, claramente, la razón por la cual las FDIs no paran de caer en nuestro país. También explica por qué pasamos de 243 transacciones de M&A en el año 1999 a 112 en el año 2018 (en términos de los montos representados por dichas operaciones, la caída es aún más brutal: sólo1/5 de los máximos históricos).

No hay forma de aprovechar el potencial de la minería, ni del sector tecnológico, ni de Vaca Muerta, ni siquiera del sector agrícola-ganadero y tantos otros, en las actuales condiciones. Menos aún pensar en potenciar el sector industrial. Es simplemente inviable.

El arreglo de las deudas soberanas y sub-soberana debería dar espacio para la restructuración de los pasivos de las compañías locales o nuevos financiamientos (actualmente limitados sólo a unas pocas blue-chips, como algunas petroleras).

Pero lo anterior no es suficiente. Debe complementarse con un sistema impositivo razonable y previsible, un régimen cambiario también sensato, marcos regulatorios modernos, herramientas que dinamicen nuestro mercado de capitales y el sistema bancario (tradicional y no tradicional), modificaciones a todas luces necesarias en la normativa laboral y de seguridad social, entre las principales. Se puede modificar el sistema de justicia o, mejor aún, enfocarnos en dar seguridad jurídica a propios y ajenos, pero no nos olvidemos de esas otras reformas de fondo.

Hay que entender que competimos con nuestros vecinos de la región y también con el resto de los países del mundo. Salvo casos marginales, todos compiten y están ávidos por atraer las FDIs. Solo en el año 2019, hubo 54 países que adoptaron 107 medidas con impacto directo en las inversiones extranjeras y tres cuartos de esas medidas apuntaban específicamente a promover o facilitar tales inversiones. Ni hace falta aclarar que Argentina no hizo absolutamente nada en la dirección correcta.

Es un buen momento para avanzar en las reformas que el país se merece desde hace tanto.

 

• Analista, directivo MH & R, AF