El 14 de abril pasado, en una exposición en el Instituto Tecnológico de Georgia –y desde luego con la guerra ruso-ucraniana ya en curso– afirmó que a largo plazo China constituye “el desafío geopolítico más importante hasta donde puedo ver en el siglo XXI”. Dijo también que ésta tiene un altísimo PBI, que “es un importante socio comercial de 120 países del mundo y ejerce un liderazgo a escala mundial en los campos de la inteligencia artificial, las tecnologías 5G, los drones, la tecnología hipersónica y las aplicaciones web”.
Burns había sido embajador en Rusia entre 2005 y 2008, y antes ministro consejero de asuntos políticos de la embajada de Estados Unidos en Moscú. Inteligente y activo, tiene un amplio conocimiento sobre Rusia. Sabía entonces de lo que hablaba. Lanzaba simultáneamente un llamado de atención y una sutil advertencia a la dirigencia política de su país: no debía olvidarse que el adversario principal era China, no Rusia.
Por su parte, la revista Foreign Affaires de mayo-junio de 2022 –colocada ya en su sitio virtual– incluye un jugosísimo artículo titulado “La nueva era nuclear”, que se refiere en parte al creciente arsenal nuclear de China. Indica, sin revelar la fuente, que a fines de junio de 2021 imágenes satelitales indicaban que Pekín estaba construyendo unos 120 silos de misiles balísticos intercontinentales (ICBN) en el desierto de Gobi. Y que semanas más tarde se relevó que había también otros silos misilísticos en Hami, una ciudad de la región de Sinkiang, ubicada en el noroeste del país. Añadió que, según estimaciones de la inteligencia norteamericana, el armamento nuclear chino se pondría, en breve, apenas por debajo del de Washington y Moscú.
Podría decirse que así como con el correr de los años China modernizó y amplió sus capacidades militares convencionales y se expandió sobre el Mar de la China Meridional, se empeñó también en ampliar su armamento nuclear. Aparte de lo que ha venido fabricando, ha desarrollado ya el misil Dong Feng 41, de largo alcance (14.000 a 15.000 kilómetros de trayectoria) y capaz de lanzar entre 3 y 12 cabezas nucleares simultáneamente. Se estima que es comparable con el Tupol ruso y superior al norteamericano Minuteman III. Y que si incluso Estados Unidos y Rusia se aplicaran a incrementar sus respectivas capacidades en este rubro, no podrían evitar la atropellada de China ya consumada, que ha anulado su amplia desventaja inicial.
Todo parece indicar que el esquema de mutua destrucción asegurada establecido de hecho por Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, que tomó la denominación de MAD (su acrónimo en inglés), se convertirá brevemente en triple. Habrá que ver cómo se re-articula esa vieja convivencia dual, hoy seriamente maltratada por la guerra ruso-ucraniana.
Tal vez la mayor dificultad recaiga en Washington, si el acercamiento y la asociación que han ido construyendo Rusia y China se conservan.
Estados Unidos y China: desarrollos económicos
En el marco de una disuasión que trabajará a tres bandas, el dinamismo económico que alcancen los tres países mencionados arriba será una cuestión relevante. Muy especialmente para Estados Unidos y China, que serán los actores centrales de la competencia geopolítica y estratégica que con buen criterio anticipa Burns, no obstante la guerra ruso-ucraniana en curso, que parecería indicar que al antagonismo principal, para Washington, es con Rusia.
El crecimiento porcentual del PBI de Estados Unidos y de China, medido a precios de mercado, en moneda local y a precios constantes, elaborado por el Banco Mundial para el período 2000-2020 ofrece los siguientes resultados, que se agrupan en cuatro quinquenios, quedando solitario justamente el último año de la serie.
El resultado es contundente: China promedia un crecimiento, para todo el período, de 7,8%, en tanto que Estados Unidos sólo alcanza a 0,98%.
Si se retira del conteo al año 2020, muy castigado por la pandemia en todo el mundo, se concluye que China ha crecido en lo que respecta al PBI en promedio un 9,03% y Estados Unidos lo ha hecho en un 2,08%.
Las diferencias son notorias en cualquiera de los dos registros. Desde luego no es ésta la única vía pertinente para medir el crecimiento económico. Pero comúnmente es la más usada porque ofrece una razonable medición, con posibilidades de hacer comparaciones.
Por otra parte, China ha alcanzado un desarrollo científico y técnico considerable. El mismo William Burns, como se ha visto más arriba, indica con razón que Pekín está en la punta de varias líneas de desarrollo que implican importantes aptitudes científico-técnicas.
Final
China ha entrado ya al riguroso “club” de los más poderosos. Esta realidad ha sido aceptada por el propio Joseph Biden, quien en lo que lleva de mandato ha tenido varias reuniones virtuales con Xi Jinping. Esto, al fin y al cabo, no deja de ser un reconocimiento. No obstante, mantiene las restricciones económicas, financieras y mercantiles que estableciera Donald Trump durante su gestión presidencial.
Pero aun así da la impresión de que el Presidente norteamericano no está leyendo adecuadamente cuáles son las actuales relaciones de fuerza internacionales más exigentes. China es, sin dudas, el mayor antagonista de Estados Unidos en el ya mencionado plano económico, financiero y comercial. Pero, como sostiene Burns, es también el desafío geopolítico más importante que debe enfrentar la gran potencia del norte. Biden eligió, sin embargo, embarcar a Ucrania –y a su propio país, que la respalda– en una desacertada guerra.
Como si fuera un joven inexperto y arrebatado, el Presidente norteamericano se ha auto-colocado en una situación de doble antagonismo con sus dos contrincantes mayores. Con la cuestión rusa como la más relevante.
Pekín seguramente sonríe para sus adentros.