15 febrero, 2022
En esta oportunidad se presenta por primera vez en Buenos Aires esta performance que trae como novedad la interpretación de otra performer, la actriz y dj Carla Crespo, que le da vida a este extenso listado provocado por la jerga callejera enraizada en el lunfardo y aledaños, donde los insultos peyorativos, abusivos y vulgares, son usados cotidianamente para denigrar, en general, a las mujeres.
En el ritmo percusivo del recitado y sus silencios, Azpilicueta y Crespo, creadora y performer, recuperan el poder ofensivo de los insultos y los conjuran en expresión potente y lúdica, trastocando su carga de violencia. Por caso, «yegua» significa una mujer «difícil», «yeta» refiere a la persona que trae mala suerte, mientras que «yuta» se usa para referirse a la policía -en un sentido negativo- y las tres «son términos femeninos«, puntualiza Azpilicueta.
«Yegua es la palabra más potente de las tres, que siempre me resultó muy significativa y está cargada de todo tipo de simbolismo, y las que le siguen -yeta, yuta- podían funcionar fonéticamente en el hilvanado de las tres palabras para darle un título a la performance», arriesga.
Existen variaciones de esta puesta que también fue presentada en Coronel Suárez, lugar de crianza de la artista, así como en Helsinki, Finlandia, Barcelona y Madrid en España y en Bolzano (Italia). ¿Cómo sigue dialogando en el tiempo este trabajo y en los nuevos contextos sociales? «Es un trabajo que no tiene un punto final. Los insultos se siguen sumando a la lista. Me parece que eso es clave, es casi un trabajo rizomático que va creciendo, se va actualizando porque las discusiones también se actualizan», explica Azpilicueta.
Y prosigue: «Hoy por hoy, no diría que es solo una lista dirigida a mujeres, sino a toda esa minoría que no cuadran en el sistema heteronormativo patriarcal. También hablamos de mujeres trans, personas con discapacidades. Estos insultos no están solamente dirigidos a las mujeres. A veces, el feminismo y el lugar de la mujer, lucha por esas otras minorías. Por eso también creo que el trabajo se sigue actualizando aún en este siglo XXI. Hay una lucha interseccional que no es solo feminista», reflexiona
La performance fue trabajada a la distancia entre Azpilicueta y Crespo entre Ámsterdam y Buenos Aires, con la asistencia de la organización de la Bienal de Performance dirigida por Graciela Casabé y la dirección artística a cargo de Maricel Álvarez, y representó un reto para ambas concretar una obra donde ninguna de las dos involucradas se conocían personalmente.
«Es la primera vez que alguien que no soy yo realiza ´Yegua…´ y en este caso convocar a Carla fue una aventura, un experimento que funcionó muy bien» refiere Azpilicueta sobre el trabajo remoto que posibilitó el diálogo entre ambas durante la pandemia.
Por su parte, la actriz relata que conocía la obra y trayectoria de la artista, «no en profundidad tampoco, pero rápidamente nos entendimos«, e indica lo atinado de la relación al haber sido cedida la obra para ser experimentada, probada y performada por otra persona, lo cual se articula con sus propias ganas de hacerla, dado que está en línea con su propio trabajo de investigación sonora, musical y verbal, un proceso que grafica como una mezcla o «mash-up» donde el entrecruzamiento de dos obras dan «origen a una tercera».
Como contraparte, Azpilicueta menciona sobre Crespo que «tiene una voz y una potencia muy particular, y maneja la composición y la música», algo que buscaba para esta nueva versión donde la actriz incorpora referencias musicales a la interpretación del guion. El elemento sonoro es algo que en las últimas presentaciones en Finlandia la artista había incorporado, al principio y al final del recitado.
«Me parecía que podía transformarse esta lista de insultos en un ´concierto´ deforme, musical, verbal y sonoro, y con esa apropiación transformarse, dejar de ser, como todo insulto que pretende disminuir y denigrar, y pasar a ser otra cosa en el movimiento de apropiación», acota Crespo sobre el abordaje actual de la obra.
«Ese modo de transitarla a través de la percepción, sentir la performance, cuando la atravieso en mis ensayos, siento que tiene un recorrido y que pasa por muchos estados. La mayor parte de la apropiación es lúdica, festiva, divertida, pop, pero también tiene momentos más densos y emocionales donde toda la fuerza, toda la tensión que esos insultos tienen de debilitar, de disminuir, de denigrar, se percibe la historia de esa intención«, porque «la intención del insulto que es doblegar, está ahí aunque uno haga un movimiento de otro carácter, de exorcismo», reflexiona.
A su vez, plantea como interesante otras resonancias que puede adquirir la obra al ser interpretada por distintos performers. Sin embargo, «el movimiento de apropiación sigue teniendo ese poder de quitar del lugar de poder al insulto, a lo denigrante y darlo vuelta y hacer otra cosa con eso», expresa Crespo.
Azpilicueta trabaja sobre cómo el lenguaje constituye a las personas. «Hace mucho tiempo que vengo trabajando con la idea de lenguaje y cómo el lenguaje que usamos nos configura, nos crea, nos reinventa», indica. Y ejemplifica: «El hecho de que al haber una disputa en una pareja, seguro que la ‘yegua’ es ella».
«Hay algo en esa cantidad de insultos que fui recolectando y buscando, y por momentos parecía que aparecían por todos lados distintas maneras de insultar a las mujeres o de culparlas por algo o atacarlas por tal o cual manera», precisa.
La performance que tiene mañana su segunda presentación con entradas agotadas en el marco de la Bienal de Perfomance que se desarrolla hasta abril, tiene entre sus momentos un juego especial con la repetición de «puta, puta, puta, puta, puta, nunca yuta» que deja vibrando las resonancias de todas las palabras y sus densidades en el aire.
«Esos insultos y palabras que nos suelen dirigir también nos terminan formando, entonces en vez de tratar de eliminarlas o pretender que no existen, justamente esta performance trata de apropiarse de todos esos insultos y usarlos a nuestro favor, en este caso para una performance, que logra o a trata dar vuelta el significado», señala Azpilicueta.
Para la artista, se trata de una performance muy contundente y cada público es distinto. Así, advierte matices en su
recepción: «En España generaba ciertas sensaciones porque está en este castellano rioplatense o lunfardo y algunos insultos no resultaban allá insultos per se. En Finlandia nadie entendía ni una palabra en castellano pero por la descripción de la performance, y la entonación que se usa para recitar -que es una especie de declamación- el público sin entender el idioma tranquilamente podía conectar con esa intensidad, o con lo que significaba esta cantidad casi infinita de insultos», describe.
«El lenguaje es un reflejo de las prácticas culturales y tiene una capacidad transformadora, siempre, la palabra», afirma. Y ejemplifica con el lenguaje inclusivo, algo muy reciente en su uso de «todes o nosotres, la manera en que escribimos, nos dirigimos a personas que tal vez son no binarias y uno no sabe de antemano. La palabra tiene un poder de transformación que se está constantemente actualizando y no deberíamos minimizarla», concluye.
*AT