29 marzo, 2025
Un terremoto de 7.7 sacudió el sudeste asiático este viernes. Dejó más de 1.600 muertos y más de 3.400 heridos
Los esfuerzos de rescate y ayuda están en marcha en las regiones afectadas: Sagaing, Mandalay, Magway, Bago, en el noreste del estado de Shan y Naypyitaw.
Las escenas eran caóticas en Bangkok: un rascacielos se derrumbó, lámparas oscilando, rutas partiéndose por la mitad, personas gritando, huyendo, aplastadas o simplemente filmando el desastre. Murieron al menos 160 y 750 terminaron heridas en Tailandia y Myanmar, país antes conocido como Birmania.
El terremoto también se sintió en la provincia china de Yunnan, limítrofe con Birmania, según el Centro de Redes Sísmicas de China (CENC). Llegó también a Camboya, Bangladés e India.
El sismo tuvo su epicentro a 17 kilómetros de la ciudad de Mandalay– la segunda con más habitantes de Myanmar– a una profundidad de 10 kilómetros, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. Minutos después tuvo una réplica de magnitud 6.4. El Puente Ava, que conectaba Sangaing, Mandalay y Ava, imponente y moderno, empezó a caer como un dominó sobre el río Irrawaddy.
Además del puente, la universidad y el muro del palacio real de Mandalay se derrumbaron. Las telecomunicaciones fueron afectadas, según declaró la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
El hospital general de la capital birmanesa de Naipyidó –a 250 kilómetros del epicentro– le abrió sus puertas a cientos de víctimas. Un médico de este centro informó que por el momento contabilizaron 20 muertos y que hay muchos heridos: «Nunca vi nada parecido. Estamos intentando manejar la situación».
El hospital no da abasto y sus trabajadores están «agotados». Muchos heridos fueron atendidos fuera del recinto: el suelo era una de las tantas camillas que improvisaron. Un funcionario describió el centro como una «zona de víctimas en masa». La infraestructura del país ya estaba golpeada antes del sismo: desde hace cuatro años atraviesan una guerra civil y una dictadura militar.
Tras visitar este hospital, el jefe de la Junta Militar de Myanmar, Min Aung Hlaing pidió mirando a lo alto: «Me gustaría invitar a cualquier país, a cualquier organización o a cualquier persona de Birmania, a que venga a ayudar. Gracias». En su discurso, indicó que 144 personas murieron y 732 resultaron heridas, pero advirtió que el número de víctimas «probablemente aumentará».
La Junta, además de solicitar ayuda internacional, declaró el estado de emergencia en seis regiones. Poco después, la Unión Europea, Francia e India prometieron enviar ayuda. También Donald Trump prometió «ayudar» a Birmania.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que activó su sistema de gestión de emergencias y que su centro logístico de Dubái se ha movilizado para preparar suministros para los heridos.
En Bangkok, capital tailandesa, los hierros estructurales se doblaron bajo el concreto de muchos edificios después del primer terremoto. Los soportes edilicios quedaron expuestos mientras personal médico se reunía en sus alrededores: en un edificio en construcción más de 50 personas resultaron heridas casi 100 fueron reportadas desaparecidas. El viceprimer ministro, Phumtham Wechayachai, agregó que 81 personas quedaron atrapadas en los escombros, entre los hierros y los restos de bloques de cemento.
El gobernador de Bangkok, Chadchart Sittipunt, con datos de la empresa constructora, informó que 320 personas estaban dentro de la obra cuando colapsó, y que 20 trabajadores «están atrapados en el hueco de un ascensor». Por esto, el Departamento de Servicios Médicos instaló una carpa-hospital provisoria con un equipo de bomberos y rescatistas para atender a los lesionados.
«Cuando llegué para inspeccionar el lugar, escuché personas pidiendo ayuda», declaró el subdirector de la policía del distrito de Bang Sue. «Nunca habíamos experimentado un terremoto con un impacto tan devastador», afirmó con una sorpresa congelada.
El sismo sacudió con fuerza el norte de Tailandia y particularmente a la capital, a unos 1.000 kilómetros de distancia del epicentro. Las autoridades tailandesas decretaron el estado de emergencia en Bangkok, donde un edificio en construcción de más de 30 pisos se derrumbó con decenas de obreros en su interior.
Algunos profesionales lograron huir asegurando sus cascos amarillos, rojos y blancos con las manos. Las ventanas del rascacielos se expandieron hasta estallar hacia los costados y la altura ganada por el trabajo humano cayó en segundos. Una polvoreda enceguecía todo.
En medio de las estampidas, los trabajadores se agarraban de las manos. Incluso en la desesperación, nadie puede salvarse solo. Los chalecos naranja flúor siguieron viéndose por unos segundos antes de ser invadidos por el polvo, que se fundía en el cielo claro del mediodía.
Ocho cuerpos fueron sacados de los escombros, y entre 90 y 110 personas siguen desaparecidas con un balance que puede aumentar, según el ministro del Interior, Anutin Charnvirakul.
Cuando pasó el sismo, los habitantes entraron a los restos de sus casas a rescatar pertenencias. Tras los edificios se formaban caminos como de hormigas tratando de rescatar algo entre las ruinas. También se asomaban a los huecos de los edificios cercanos, a escuchar si alguien había quedado dentro.
Sai, una mujer de 76 años, estaba en una tienda de Chiang Mai, segunda ciudad de Tailandia y destino turístico famoso por sus templos, cuando se produjo el terremoto. «Salí corriendo con otros clientes; fue el temblor más fuerte que he sentido en mi vida».
Al caer la noche, equipos de rescate en Myanmar todavía intentaban sacar a una madre y a su hijo de entre las ruinas de un edificio derrumbado en la capital. Ambos estaban gravemente heridos, pero los socorristas no pudieron llegar hasta ellos, según lamentó un trabajador de la Cruz Roja.
El terremoto también se sintió en la provincia china de Yunnan, limítrofe con Birmania, según el Centro de Redes Sísmicas de China (CENC). Llegó también a Camboya, Bangladés e India.
*P/12- by Natalia Rótolo