7 junio, 2020
La historia de la violación grupal en Chubut es detalladamente conocida y casi se esperaba un descenlace que podría rayar en la impunidad para el sentir popular. Tanto por los “hijos del poder” implicados como por el tiempo transcurrido entre los hechos y la denuncia, pero sobre todo por un sistema judicial aún bastante ´ciego, sordo y mudo´ en temas vinculados a delitos de género.
Sin embargo la frustración social y los reclamos públicos a lo largo y ancho del país, redimensionó este fin de semana el caso, y puso sobre el tapete como la eficiencia de la ´legalidad´ jurisprudencial para encuadrar delitos y readecuar penas colapsa cada vez más con el sentido y sentimiento común.
El fiscal Fernando Rivarola etiquetó de «desahogo sexual» la causa, además de haber anteriormente desinflado la calificación, y desató la guerra pública. Sin embargo, la expresión de «desahogo sexual» no la inventó ni se le ocurrió al fiscal Rivarola. Dicho concepto figura en muchos de los escritos y tratados de derecho penal. El batifondo por su uso en este caso, ahoga muchas más cosas.
A nivel puja de poderes, el gobernador Mariano Arcioni embistió fuertemente contra la justicia y liderará la cruzada para llevar a jury al Fiscal. Todo en un momento donde las relaciones no estaban precisamente ´de buenas´ entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial por la presión que los magistrados ejercen por temas salariales, desconociendo de plano ´la historia´ de la debacle financiera de Chubut y sus ´escurrimientos´ sin excesiva intervención. Es muy probable que el ´desparramo´ político aproveche para llegar a las puertas del Superior Tribunal a golpear un tema que tarde o temprano deberá abordarse, y es la necesidad de completar las vacantes.
A nivel institucionalidad, saltó por ejemplo la nunca resuelta definitivamente puja por la conducción de la Oficina de la Mujer y de Violencia de Género dependiente del Superior Tribunal de Justicia de Chubut. Desde allí, su titular, la doctora Mariana Ripa fue la única en pronunciarse sobre el caso rápidamente destacando el accionar ´de oficio´ incluso de la justicia. Pero desde la otra vereda, la exaspirante a ese mismo cargo en el STJ, la doctora Alejandra Tolosa agitó ampliamente el rol del Ministerio Público Fiscal y las potestades institucionales para accionar de manera más efectiva en lugar de caer en un juicio abreviado.
Desde la calle las voces feministas en defensa de la víctima además reclaman no dejar andando un precedente de esta naturaleza sin una condena ejemplificadora. Y ante la frustración ante el fallo aplican la condena social, tanto por redes como por escraches en diferentes domicilios vinculados a los reconocidos imputados y hasta sus vínculos.
En contraposición, Rivarola se defiende por sus vías argumentando que no «liberó» a los abusadores, sino que hubo un acuerdo con la denunciante y luego de 60 testimonios y pericias, tres de los seis recibirán una pena, ya que dos eran menores al momento del hecho y otro colaboró como arrepentido.
Sol Garnica, periodista y feminista especializada en judiciales explicó: «Todo lo que sucedió nos habla de la clara falta de perspectiva de género en la justicia. El desahogo sexual es un concepto que existe y data de 1930, 1940 y es utilizado hasta hoy para justificar abusos sexuales», explica la especialista. «Para que nos demos una idea, en ese momento las violaciones dentro del matrimonio ni siquiera estaban penadas porque se suponía que uno de los deberes conyugales era satisfacer al marido», agrega Garnica.
El ministro del Interior, Eduardo Wado De Pedro, fue al grano: «es necesaria una reforma de la Justicia» y pidió que «se investigue a fondo el accionar del fiscal» de Chubut Fernando Rivarola, por acceder a ese juicio abreviado que ya se especula es de ´dudosa procedencia´ y más que inconveniente para un gobierno que se precia de ´justicialista´ en todos sus conceptos.
Finalmente una idea que surge a propósito de la semana del periodismo, que surge de reflexiones profesionales varias. El tratamiento en los medios en este tipo de casos es fundamental, y sobre todo el lenguaje tiene una carga clave, por eso sugieren que a la hora de enunciar hechos como este, el concepto de «violación en manada» hay que desterrarlo por más punch que contenga. Quienes cometen este tipo de delitos no son animales, son personas civilizadas y, en muchos de estos casos, poderosas, con dinero e influencias. Llamarlo así, lo único que hace es justificar su accionar delictivo ya que utilizar una palabra vinculada al reino animal, instintivamente justificado por excelencia. Los violadores no son víctimas de sus propios impulsos sino sujetos responsables de sus hechos.