12 junio, 2022
Por Ignacio Zuleta
En la oposición forcejean para aparecer en la foto y se plantan para demostrar que ganaron fuerza en el Congreso.
El entusiasmo que despierta en la oposición el tobogán hacia el poder -que vaticinan las encuestas para 2023- explica los forcejeos para ponerse en la foto. Por partes, y para simplificar misterios que no son tales:
Macri es más Netflix que History Channel (ni canal Volver). La frase sobre el populismo fundacional de los radicales ya la había usado en el discurso en la cena de la Fundación Libertad con Mario Vargas Llosa, poniendo a Yrigoyen en la lista negra con Perón y Eva Duarte.
No reaccionaron ni Alfredo Cornejo ni Rolo Suárez, radicales que ocupaban la mesa principal. Quizás por en un auditorio tan conservador los hubieran abucheado. Saben, además, que el populismo de estos días es un método de gobierno, y no tiene nada que ver con el populismo como metáfora de la defensa de los pobres.
Morales respondió para diferenciarse de ellos. Y fue hiriente cuando recordó la discusión, a los gritos, en 2014 (23 de agosto, según la bibliografía especializada), durante la previa de Cambiemos.
Ocurrió en el hotel Alto la Viña de Jujuy cuando Macri le dijo en la cara: “- Si bien desde 1983 los grandes responsables de que el país esté como está son los peronistas, ustedes también son en parte responsables por la situación”. Morales le respondió: “- Franco Macri también hizo negocios en estos treinta años”. Tuvieron que separarlos los testigos (Raúl «Chuli» Jorge, Pablo Walter y Emilio Monzó). Se amigaron recién un año más tarde. Después de las humitas con Elisa Carrió se llama a silencio, viaja y no responde a medios sobre ese entuerto.
¿Por qué se metió en esa?, le preguntan a Macri, comiendo en un peruano de Bolívar al 300. Porque hay que dar todos los debates internos este año, para blindar la identidad de los cuatro partidos que integran JxC.
El 2023 tiene que ser el momento de la unidad para ganar. Además, arriesga, el consenso es un medio, no un fin. El fin es transformar la Argentina. Un juego de palabras, porque el fin quiere los medios.
Para afirmar identidad Macri ensaya un desembarco en la provincia de Buenos Aires. Maneja la hipótesis de que, si JxC supera los 30% de intención de voto en el conurbano, pueden ganar la presidencia en primera vuelta.
Eligió el camino áspero de apartarse del circuito del larretismo, hoy identificado con Diego Santilli. Lo indultó a Néstor Grindetti, a quien había dejado para el psicólogo al desautorizarlo como negociador con el oficialismo de Kicillof. Evita el circuito Larreta para tener independencia, porque si llega a recuperar intención en ese electorado, ¿quién lo va a convencer a Macri de que el candidato debe ser otro y no él?
Larreta lo aguanta con otros números: el negativo de Macri en el electorado supera el 50% (“nunca lo votaría”). Con esa mochila no puede ni entrar a un ballotage. Macri ya padeció en el pasado esos números, y los superó para ser presidente. Esa fue su proeza antes de 2015, cuando los tenía Durán Barba y a Marcos Peña detrás. Y a Larreta, a quien ahora mira como competidor.
No le preocupa Patricia Bullrich porque cree que, si él crece, se apaga ella. Pero Horacio le pone gente en la cancha que lo desautoriza. Sea o no candidato, Macri busca sostenerse como el gran elector. En particular en la Capital, que es la clave del PRO para seguir gobernando. Intenta manejar todas las opciones como sea, por civil o por penal. Cree tener los hilos de dos candidatos: el primo Jorge y Martín Lousteau – a través de Daniel Angelici.
Larreta les pone en la cancha a Fernán Quirós – que está en el tope de la popularidad y pone condiciones de principiante, como decir que quiere ser el candidato de la gente y no el candidato de la rosca. En ese cuadro del amor colectivo que mueve tantas decisiones, los únicos dirigentes que tienen un neto positivo en la tablita en la que confía Horacio– que superan la valoración negativa del público -son él (Larreta), Patricia, Facundo Manes, Javier Milei, Diego Santilli y Mario Negri. Con estas valoraciones se dice tranquilo ante un desafío de Macri porque la centralidad que busca Mauricio no le alcanza para salir del corralito amarillo. Es una estrella dentro del PRO, pero recorta hacia afuera.
La proyección de Macri se nacionaliza con la mesa del PRO Federal, que coordina Humberto Schiavoni. Organizan ahora una cumbre en Puerto Iguazú, que un segundo viaje de Mauricio puede postergar hasta agosto. El emprendimiento contesta al armado nacional paralelo que ha hecho Larreta con la mesa de Jorge (CABA), Santilli (Buenos Aires) y De Marchi (armador nacional). Esta semana discutió el circuito en largas reuniones con Miguel Pichetto y su ángel estratégico, el diputado Álvaro González. Los senderos se bifurcan – Lo demás es irreal, insignificante. (Borges).
Pasan cosas que no pasaban hasta ahora: 1) la oposición crea una mayoría que sanciona proyectos en Diputados con 132 votos. Hasta entonces eso lo lograba el oficialismo. Aunque no es una mayoría permanente y se engaña quien lo crea así. 2) El oficialismo, manso, se resigna a perder la pelea y retiró del recinto al presidente Sergio Massa y al comisario del cristinismo Maxi Kirchner, quien apareció en la banca minutos antes de la votación.
«Nolo contendere» (No daré pelea) es el latinajo que mejor ilustra esta resignación. La aprobación de Boleta Única es la modificación más importante del sistema electoral en los 110 años de vigencia de la ley Sáenz Peña, basado sobre el uso de la boleta partidaria. Si el proyecto llegase a ser ley, implica que la oposición logró imponerle al peronismo un cambio de la dimensión del que intentó, en vano, el gobierno de Cambiemos con el proyecto del voto electrónico. Aquella vez el peronismo impidió la reforma.
Esta oposición es más fuerte que la que el peronismo le impuso a Cambiemos. Lo prueba un lujo que se dio en pleno debate: legalizó el voto por correo de los residentes en el extranjero que había derogado Alberto Fernández (que antes había firmado Mauricio Macri). Quedó como inciso 5° del art. 33° del proyecto. Encima la sesión la manejó de pe a pa la oposición.
Omar de Marchi (vicepresidente de la cámara, PRO larretista) marcó una novedad: por primera vez en muchos años, un legislador de la oposición abrió y cerró la sesión. Y la votación la perdió el oficialismo a manos de un arco de opositores cuya principal bancada – el interbloque de Juntos por el Cambio – lo condujo Mario Negri desde su casa, afectado por Covid.
Estas cosas no pasaban y pasan porque son los efectos de las elecciones de noviembre de 2021, que dio como resultado un Congreso felizmente empatado. Es un activo institucional importante en la Argentina, atravesada por los demonios de la intransigencia y el regeneracionismo. La única defensa frente a esos venenos de la vida pública es el consenso que permite un Congreso empatado. La suerte del proyecto en el Senado cotiza bajo. Pero no está escrito en piedra.
El cristinismo condenó la iniciativa, pero el argumento para el rechazo fue «no es lo que pide la gente”. En proyectos como éste se discute lo que piden los dirigentes – lo recordó con ironía Graciela Camaño.
La Boleta Única en Santa Fe parecía condenada a morir en manos del peronismo en el Senado provincial, después de la aprobación en Diputados. Pero cuando esa fuerza entendió que la Boleta Única podía desacoplar el arrastre del socialismo ganador, se cuidó de que saliese en tiempo récord. Si en 2023 del peronismo se convence de que puede perder las elecciones nacionales en manos de una oposición enganchada a la tira presidencial, se cuidará bien de aprobar este proyecto en el Senado.
Señales: el diputado por Santa Cruz del peronismo disidente Claudio Vidal votó a favor de la iniciativa, en rebeldía con la autoridad cristinista de su provincia. En el Senado de la Nación no existe la cláusula del “emplazamiento” que logró aprobar la oposición en Diputados, para que se tratase la BU. Si el bloque de Cristina (en realidad tiene dos) habilita el pronto tratamiento – o lo hunde en el archivo – estará dando una señal sobre cuál es la conveniencia de su fuerza. Del mismo modo hay dirigentes opositores que no están convencidos de que la BU sirva para una chance ganadora si desengancha las categorías legislativas (diputados y senadores) de una fórmula presidencial ganadora.
Estas presunciones quedan en segundo plano, porque para la oposición lo que importaba en este round era ganarle una batalla al gobierno. El jueves se discutió un proyecto de BU en el Senado de la provincia de Buenos Aires y surgieron dentro de la oposición a Axel Kicillof las mismas dudas. Si somos ganadores, ¿para qué desengancharnos? En esa cámara también empatada entre JxC y el Frente de Todos, desempata Verónica Magario, y lo que haga revelará cuál es el interés del oficialismo.
La dinámica en el Congreso obliga a ordenamientos de emergencia en la cúpula. Sergio Massa subió al avión presidencial con una factura que levanta el precio de las lealtades: no tengo el quórum ni los votos.
El ingreso de Daniel Scioli al gabinete lo pone a Massa al borde del cisma. El exgobernador significa un límite a su proyecto de avanzar por esa vía. Si ahora pierde el control de la Cámara: 1) le pagan lo que quiere para asegurar alguna actividad legislativa para el gobierno, o 2) es un preaviso para que busque otra querencia. Le queda claro que, como en 2015, Cristina lo quiere a Daniel más que a Sergio. Y Alberto se pone al lado de ella.
Este fin de semana se inicia el último tramo del gobierno de los Fernández y será animado por la puja por la candidatura presidencial 2023. Scioli nunca adelantará los tiempos, pero su llegada este domingo, después de saludarlo a Jair Bolsonaro que vuelve de la cumbre de Los Ángeles, los obliga a Sergio y a Alberto a apurar el paso.
Los gobernadores peronistas ya desembarcaron en el Senado con el proyecto de ampliación de la Corte a 25. Es también una guerra florida, por un proyecto que morirá en Diputados. La letra final omitió la “provincialización”, que ha sido el argumento para justificar el cambio.
La redacción definitiva, sobre letra de Julio Alak y Raúl Zaffaroni, deja esas exquisiteces para una reglamentación ulterior. Pero la presentación pone en la cancha a los jefes territoriales del peronismo, que han eludido asumir candidaturas nacionales que pongan en riesgo la gobernabilidad del “país normal” de la mayoría de las provincias: mandan allí, reeligen, tienen superávit fiscal, negocian fondos con ventajas, y su libido de poder de agota en las gobernaciones.
¿Hasta dónde llega su interés en que el peronismo gane o pierda las nacionales del año que viene? Hasta ahora han aceptado que el país sea manejado por presidentes del AMBA entre 1999-2019. Veinte años es algo.
De esto y mucho más charlarán los seis gobernadores que acompañan a Martín Guzmán a la cumbre minera en Toronto del PDAC (Prospectors and Developers Association of Canada).
Viajan Sergio Uñac, Alicia Kirchner, Raúl Jalil, Gustavo Sáenz, Rodolfo Suárez y Gerardo Morales. Se la pierde Matías Kulfas que, como dijera Perón de Mercante, «no entendió». Morales se despidió del debate el jueves compartiendo humita y carnes asadas con Elisa Carrió en su casa de Jujuy.
La misión de la jefa de la Coalición surte efecto: amansar las diferencias entre los caciques de Juntos por el Cambio – testigos, Maxi Ferraro y Tulia Snopek. Contribuye a la pausa Macri, que viajó este fin de semana a Qatar después de almorzar peruano en Puerta del Inca, restorán de la calle Bolívar, con la mesa del PRO.
Se regocijaron de los roces con los radicales porque le temen a los números de Manes en el ranking de popularidad. El debate se concentró sobre la conveniencia (o no) de que Patricia Bullrich se desmarque del pelotón como candidata con equipo propio. Las otras fuerzas de JxC ponen sus centros de estudio al servicio del programa.
*NA/EC