21 mayo, 2022
El Ministerio de Agricultura aprobó la comercialización de esta variante por primera vez. El rechazo de los pequeños productores agropecuarios y las entidades rurales por elimpacto productivo, y la preocupación de sectores sociales e investigadores por tema salud
La autorización gubernamental al primer trigo transgénico -que podría llegar a todos los derivados de la harina, como pan y fideos- genera un rechazo conjunto e impensado de las entidades rurales y los pequeños productores agropecuarios.
En una resolución de la semana pasada, el Ministerio de Agricultura aprobó la comercialización para la siembra de las variedades HB4, tolerante a la sequía y desarrollado por Bioceres, la firma con accionistas como Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman.
En 2020 el Gobierno había dado una aprobación condicional al trigo transgénico, a la espera de que lo autorizara Brasil, el mayor comprador de Argentina. Ese país permitió en 2021 la importación como harina, aunque no de la semilla. Fuera del mercado, Bioceres ya había empezado a cultivar miles de hectáreas de HB4 con productores que trabajan para ella.
Los sectores exportadores, que piden a sus proveedores una declaración donde aseguran que su material no incluye transgénicos, expresaron su oposición. Para el Centro de Exportadores de Cereales, “esto crea un riesgo comercial absoluto”, ya que el trigo transgénico sólo está aprobado en Australia y Nueva Zelanda, además del caso brasileño. La Sociedad Rural insistió en que “no tenemos certezas del impacto de la comercialización en los mercados externos”.
La agencia de noticias Tierra Viva, que se focaliza en la realidad de los pequeños productores, advirtió que, con esta decisión, “podrían aumentar las hectáreas sembradas con este cultivo resistente al glufosinato de amonio, un herbicida más tóxico que el glifosato”. Los emprendedores agroecológicos denuncian falta de transparencia en el procedimiento de aprobación, que no contó con la participación ciudadana ordenada en la justicia federal, y adelantan que presentarán medidas contra la iniciativa.
Por su parte, el ministro Julián Domínguez asegura que no hay riesgos de contaminación, mientras también gestiona la aprobación de la soja transgénica para el mercado chino.
Luego de la contundente convocatoria de organizaciones sociales y ambientalistas, que la semana pasada se movilizaron en distintos puntos del país para rechazar la autorización del trigo transgénico HB4 en Argentina, la doctora en historia, investigadora del Conicet e integrante del espacio Trigo Limpio, Cecilia Gargano, advirtió al sitio Las Primeras Noticias sobre el riesgo que implica esta variedad del cereal para la salud y el ambiente.
La HB4 es la primera variedad de trigo transgénico aprobada en el mundo. Esta variante fue desarrollada por un grupo de biólogos moleculares e investigadores argentinos, liderados por la investigadora Dra. Raquel Chan, Directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) perteneciente a la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y al Conicet, en alianza con la empresa argentina de biotecnología agrícola Bioceres.
La tecnología HB4 permite obtener semillas más tolerantes a la sequía minimizando las pérdidas de producción. En Argentina, su uso fue aprobada el 7 de octubre del 2020, durante la pandemia, mediante la Resolución 41/2020 de la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.
«Es una variedad que, al habérsele introducido un gen proveniente del girasol, tiene más tolerancia a la sequía y pero también tiene otra característica que es la tolerancia a un herbicida que es glufosinato de amonio, que es 15 veces más tóxico que el glifosato”, dijo Gargano.
La investigadora denunció «la ausencia absoluta» de una consulta popular sobre la implementación de este trigo y dijo que en el país no se realizaron estudios sobre su toxicidad. “Nuevamente somos un laboratorio a cielo abierto”, aseveró.
«En el país hay localidades donde ya el agua no es potable por el nivel de agrotóxicos que tienen. Esto genera daños de la salud colectiva muy elevados que incluyen infancias con daños genéticos», puntualizó Gargano. En ese sentido, la especialista sostuvo que se debe dar la discusión para discutir la matriz productiva en Argentina.
Y completó: «Parte del problema es que el entramado del agronegocio está asociado a un ámbito desregulatorio. Esto hace que los organismos que tiene que comprobar que la implementación de estás tecnologías son seguros para la salud y para nuestro ambiente estén cuestionados».