La cuenta de Instagram y Twitter de The Walking Conurban, con más de 200 mil seguidores, es el divertido proyecto de cuatro amigos de Berazategui que publican cada día fotografías que exhiben los rincones más inadvertidos del Gran Buenos Aires, un conjunto de imágenes inesperadas que trazan el hábitat de 24 partidos bonaerenses donde residen cerca de once millones de personas, y que van desde un tanque de agua con forma de pava en Tres de Febrero, un boliche bailable con reminiscencias a la arquitectura persa en San Miguel o un castillo abandonado y tenebroso en Plátanos.
Con un juego de palabras entre la amplísima y diversa área que rodea a la ciudad de Buenos Aires y la serie de terror ambientada durante un apocalipsis zombi, la cuenta en redes que comenzó prácticamente como una broma entre amigos luego de una fallida travesía por el sur bonaerense un día de lluvia torrencial, inundaciones y ráfagas de viento, fue ganando adeptos y actualmente recibe más de 50 fotografías por día de los fanáticos que colaboran con estas postales surrealistas, curiosas e inesperadas.
Al ‘scrollear’ la cuenta se puede encontrar por ejemplo una persona que camina por una calle vacía de casas bajas con un vestido rojo y una cabeza de disfraz inmensa de Peppa la cerdita; una tienda comercial que homenajea con su nombre a un personaje de Los Simpsons, aunque escrito de manera curiosa -1.000 House-; una fuente en el Tigre que simula El Jardín de las Delicias de El Bosco; o un epígrafe que reza «Yo comí y pagué» para acompañar la imagen de un restaurante con una foto de Maradona apodada «La bondiola no se mancha».
«Es difícil tomar al Conurbano como una unidad y nosotros tratamos que eso se vea reflejado en la cuenta. Hay una concepción de que en algunas zonas del conurbano la ley llega más tarde, o llega dosificada, y la norma se vuelve un poco más laxa. Por ejemplo, si pones una réplica de la Torre Eiffel en tu casa de Caballito, tus vecinos seguro te van a mirar medio raro. Y quizás, en alguna parte del conurbano, eso se celebra», dice a Télam Diego Flores, uno de los fundadores del proyecto junto con Guillermo Galeano, Angel Lucarini y Ariel Palmiero.
Con el tiempo, las iniciativas se fueron diversificando y estos cuatro amigos sumaron a sus actividades el concurso -con votación del público- de Las 8 maravillas del conurbano bonaerense, y diferentes relatos en sus stories, como El konurbano soviético, con imágenes arquitectónicas alusivas a Rusia; «Game of Conurban», musicalizado con cumbia; o uno de los más divertidos: el versus entre las canciones «Imagine» y «Supón» (la versión argentina del célebre tema de Lennon), pero que compara fotografías extranjeras con sitios locales: de la Torre Eiffel en París a la réplica que hicieron en Quilmes, de la fotografía del Che Guevara en Cuba a un mural que no le hace justicia, o del afiche de la película «El hombre araña» a un hombre disfrazado del mismo superhéroe, esperando el tren en una estación de provincia.
También en pandemia, imposibilitados de salir a capturar imágenes -período en que se acrecentó la colaboración comunitaria-, realizaron una charla en vivo con Pedro Saborido, el guionista que publicó justamente el libro «Una historia del conurbano», en el que reúne narraciones de este territorio de «estética anárquica, donde se hace mucho lo que a cada uno se le canta. Y así como la gente sale en short o en ojotas y no le importa la elegancia, la imaginación también lo hace».
– Diego Flores:
Somos cuatro amigos de Berazategui que nos conocemos desde la secundaria y realmente no nació como un «proyecto». Fue más bien el devenir de charla lisérgica de sobremesa en la que imaginábamos el conurbano como escenario de posibles cuestiones como un ataque zombie, extraterrestres, el apocalipsis. Cuestiones que nos llevaron a pensar en el conurbano como una unidad, con lo difícil que es eso. Todos tenemos una idea formada del conurbano bastante limitada, y por «todos» nos incluyo a nosotros también. Y siempre dijimos que había que hacer algo referente al conurbano aunque no sabíamos bien qué. Un día hubo una tormenta muy grande que volteó árboles, provocó inundaciones, hizo que los vecinos salieran a la calle porque se quedaron sin luz, un escenario super apocalíptico. Eso fue como un hito. A partir de ese momento, nos mandábamos fotos entre nosotros de lugares que nos parecían llamativos, básicamente de zona sur. Uno de los chicos, con la idea de que esto no se pierda, dijo «Che, subamos estas imágenes a Instagram». Ahí nace la cuenta. Pensamos que iba a tener un circuito acotado a los amigos, entre nosotros y conocidos, no mucho más.– DF:
Sí. Al principio sacábamos fotos de nuestra zona, por donde nos movíamos. Después empezamos a ir a lugares, más planificado, con información previa. A partir de la pandemia tuvimos que dejar de salir con lo cual el material se limitó muchísimo. Ahí empezamos a subir más colaboraciones que fotos nuestras. Hoy por hoy a la cuenta subimos 90% de fotos que nos mandan y 10% nuestras. Esto nos permitió acceder a un montón de lugares que no hubiéramos podido.¿Cómo surgió el concurso «Las 8 maravillas del conurbano»?
– DF: Hace mucho teníamos ganas de hacer algo en tono lúdico, en relación a las 8 maravillas del mundo, y encontramos muchos lugares icónicos, representativos, referenciales para la gente del lugar, y dijimos «vamos a jugar un poco con esto». Y además, por supuesto, para reconocer estos lugares desde distintos puntos de vista, históricos, artísticos, etc. y se nos fue de las manos porque no pensamos que iba a haber tanta participación de la gente, que se re enganchó, que vio las historias, votó. No pensamos que iba a tener tanta repercusión. Generalmente no somos muy visionarios a la hora de pensar en los efectos, siempre le erramos (risas).
– DF:
En esta especie de categorías mentales que tenemos armadas, hay cuestiones donde uno resalta lo arquitectónico de una casa, generalmente lo llamativo es lo que va por fuera de la norma. Por otro lado hay fotos relacionadas íntimamente con los tanques de agua: hay muchísimos que están hechos de forma divertida o fuera de lo común. También hay fotos de situaciones en las que alguien hace un click con la cámara y no vuelven a suceder, como una de un sapo Pepe con un Batman, o un Mickey yendo en bicicleta por una calle hecha bosta; son de captura del instante. No es algo que podes planificar. Y después fotos que tienen un costado mucho más estético relacionados a los atardeceres, quizás no en lugares donde uno se pondría a ver atardeceres, como en Puente Pueyrredón. Y lo que tiene que ver con ruinas, lugares abandonados o venidos a menos, que hay bastantes.– DF:
Hay una concepción… Quizás la ley, en alguna zona del conurbano, llega más tarde, llega dosificada y la norma se vuelve un poco más laxa. Y si ponés una Torre Eiffel en tu casa de Caballito, tus vecinos te van a mirar medio raro. Y quizás en alguna parte del conurbano, eso se celebra. ¿Y qué es lo que hace que alguien gaste dinero, ingenio y tiempo en hacer un tanque de agua con forma de barco? en vez de hacerlo con forma común, que seguro es más práctico y barato. Para nosotros, ahí hay algo de trascendencia, de querer dejar algo, o de ser parte de algo, de ser reconocido en el barrio por eso, con esa particularidad. El conurbano es difícil tomarlo como una unidad y nosotros tratamos que eso se vea reflejado en la cuenta. Generalmente la imagen mediática que se ha construido del conurbano bonaerense tiene que ver con el delito, las drogas, cuestiones peyorativas. Nosotros tratamos de complejizar esa mirada, discutirla, aceptar que existe todo eso porque es real, pero no es lo único. Digo, ¿Cuántas notas hablan de que el conurbano significa el 25% del PBI del país? Pocas. Tratamos de discutir esas cuestiones. Hay prácticas que son bien propias del conurbano, por ejemplo, una persona que vive en San Isidro tiene el mismo problema en tiempo y frecuencia para viajar a Capital Federal que una persona que vive en el último barrio de Solano al fondo.– DF:
Sí. Aunque fui cambiando mi capacidad de sorpresa, al principio me sorprendía todo. Después te acostumbras. Hace poco compartimos una imagen de una práctica que nosotros llamamos «el flete en última instancia». La gente del conurbano trata de evitar el flete de cualquier forma posible. Un chabón apiló sillas en el techo del auto desafiando cualquier ley de la gravedad porque era imposible que eso no se caiga. El tipo iba por la calle, lo más piola, con siete, ocho metros de sillas para arriba, ¡Increíble!