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11 septiembre, 2022

«Supersignos y la performatividad de la materia»: el humor como herramienta artística

Hasta noviembre, la artista Alicia Herrero será protagonista de la muestra «Supersignos y la performatividad de la materia» que podrá verse en el Museo Eduardo Sívori.

Alicia Herrero, el humor como herramienta para repensar el orden disciplinador de la modernidad

 

Por Marina Sepúlveda
Alicia Herrero Foto Florencia Downes

Alicia Herrero – Foto: Florencia Downes.

¿Por qué en un dibujo con ardillas y conejos Alicia Herrero incluye un avión tirando bombas, o se la toma con utensilios de cocina y juegos de loza?, todas cuestiones que se materializan en la muestra individual que bajo el título «Supersignos y la performatividad de la materia» le dedica hasta noviembre el Museo Sívori de Buenos Aires, donde exhibe obras no exentas de humor a partir de lo gráfico como gran discurso disciplinador de cuerpos y vidas.

«Supersignos y la performatividad de la materia. Obras y Procesos de 1996-2011» se titula la muestra instalada en una de las salas del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori de la Ciudad de Buenos Aires, que aborda la obra de Herrero desde la curaduría de Teresa Riccardi, directora de la institución, y que permite asomarse a esa particular mirada sobre símbolos e imaginería moderna que propone la artista.

La muestra, que se inscribe dentro del ciclo contemporáneo de artistas mujeres llamado «Visibles en la tempestad», surge de investigaciones que Riccardi viene realizando sobre la obra de Herrero, a la que califica como «una gran artista contemporánea conceptual».

Teresa Riccardi directora de la institucin Foto Florencia Downes

Teresa Riccardi, directora de la institución – Foto: Florencia Downes.

Su trayectoria

Herrero (Buenos Aires, 1954), premio a la trayectoria 2021 entre otros, artista visual y docente, egresada de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, exhibe instalaciones, collages, pinturas, documentos, libros de autor y videos, realizados entre 1996 y 2011 en la Sala B del museo del barrio de Palermo, hasta el 30 noviembre.

Obras como la reconstruida documentación sobre «Chat» (2001), la instalación «Set» (2002), o «Intimidades» (1997), esos dos cuadros como anodinos pintados sobre asaderas de metal que describen un sala de estar o una cocina, así como libros de autor o la instalación que remite al verde y rojo de sus conocidos repasadores de los 90 -reminiscencias de inventarios cotidianos y cuestiones de género- o los videos que registran la experiencia «Consideraciones sobre lo Público. Un Simposio en Tres Actos» (2010), permiten asomarse al universo crítico de la artista conceptual.

Alicia Herrero Foto Florencia Downes

Alicia Herrero – Foto: Florencia Downes.

Se trata de una muestra que monta parte del andamiaje creativo del que hace gala Herrero a partir del proyecto «Chat» o «Chatten» (2001) desarrollado en el Museo Boijmans de Rotterdam (Países Bajos), una instalación que recupera 80 historias de inmigrantes y presos en diálogo con las fichas técnicas de los objetos del museo. Un proyecto en el cual los diagramas gráficos y temas de la artista ya están presentes en esa «complejidad de capas del proyecto» que inicia el recorrido que va de lo privado a lo público de la práctica artística y de la gráfica a lo performativo, sin perder su esencia, refiere Riccardi a Télam.

Conformada con obras paradigmáticas, la muestra aborda temas vinculados a la economía y el género. La curadora instala el foco en el pasaje a lo público de la práctica de la artista a partir de «Consideraciones sobre lo público» (2010), «una pieza anclada en una dimensión donde Alicia se expande hacia lo performativo», afirma.

Y si bien la artista tiene muchos proyectos, la curadora rastrea como antecedente de ese paso a mimetizarse o camuflarse en «el foro público y su instancia como artista individual» a la performance de los 90, el Parakultural y algunas piezas del período, y establece como salto válido la comisión de «Chat» por parte del Museo de Rotterdam a Herrero en el explosivo 2001.

«Comienza a trabajar a partir de conversaciones que desarrolla sobre una gramática ya presente en la serie ´repasando´ (1992-93), pero casi al mismo tiempo realiza la serie ´Súper signos´, no exhibida -aclara-, un collage trabajado durante varios años con material gráfico, libros escolares, coleccionado desde 1966 y terminado en 1999″, explica la curadora que sitúa el trabajo en proximidad a la obra europea documentada que inicia el recorrido.

«Lo interesante es como empiezan a aparecer determinados elementos y gramáticas», agrega Riccardi sobre los papeles pegados en una de las paredes bajo el título de «Súper signos y supermercado». Una pieza en la que surgen como repertorio de utensillos culinarios observados en «Chat» donde «empiezan a aparecer sus vajillas, cacharros y ya no el repasador de los 90, pero que está dentro de ese mismo lenguaje de economía doméstica», define.

Es un gran collage de papel conformado por otros, con símbolos patrios, lo cotidiano, objetos varios, medios de transporte, y la figura femenina en rol hogareño. Imágenes que constituyen «pequeñas operaciones» donde la artista establece «la crítica al sistema simbólico que modela la educación, el mundo infantil, la fantasía, temas presentes en el ´Imperio / las cosas´ (2005) y obras posteriores, pero donde también aparecen las vasijas que se repiten en otras obras de la muestra ya modeladas», dice Riccardi, que acota: «si uno conoce a Alicia se ve como ella se expande permanentemente». Y remarca esa posibilidad que abre la producción de Herrero como una «condición de apertura» interesante.

«Mi obra es provocativa»Alicia Herero

Con una personalidad cálida, expansiva y por momentos jocosa, la artista hace del humor una herramienta sutil, disruptiva, e incluso irreverente hacia esa modernidad que marcó a fuego generaciones sobre hábitos y conductas sociales, que prolonga en esa mirada posada en lo económico como gran tema. Un humor que provocan algunas de esas obras de gramática visual particular al detenerse frente a ellas y leerlas. Son trabajos que revelan reglas, objetivan, «deconstruyen» -en el decir del filósofo francés Jaques Derrida-, y desmontan discursos simbólicos, a los que cuestiona.

«Mis obras remiten a procesos de trabajo que empezaron a mediados de los 90 y que se desarrollaron en objetos, pinturas, construcciones en papel o collages, más adelante en instalaciones, vídeos, y gran parte de ese trabajo en distintos medios responde a elementos simbólicos de nuestra educación, imágenes que influyen sobre nuestras vidas creando o construyendo subjetividades, como lo que se entiende por femenina, masculina, la noción de patria, nociones que (estaban) en libros, revistas, hoy día en internet posiblemente, que era importante relevar».

Herrero toma esas «imágenes modelos» que son parte de un repertorio al que denomina «supersigno», y las trabaja con distintas materialidades. Y desde esas imágenes gráficas del «universo de las revistas dirigidas a un género determinado que van condicionando nuestra identidad», dice, aparece la rebeldía ante «ese universo armado para construir un pensamiento y una disciplina del hombre, de la mujer».

«Todo eso en mi trabajo es fundamental porque esa conmoción que me produce tantos órdenes prefijados, tantas normativas, hacen que la materialidad sea un recurso de investigación, ¿por qué? porque de algún modo también estoy atravesando el propio mundo del arte y las tradiciones que respondieron a condicionamientos de ese tipo de disciplinamientos», reflexiona. Y agrega: «Si no, no se entiende porque hubo tantos siglos de pintura religiosa cuando el arte es una expresión popular, humana».

«Mi obra es provocativa», define, cuando toma tradiciones como la del bodegón o la naturaleza muerta y los cuestiona inaugurando «sentidos que son capaces de producir nuevas preguntas sobre esos géneros del arte», como las de la serie repasando de los repasadores con guardas en rojo y verde, que puede «producir emblemas de carácter activista feminista».

La primera obra eran tres repasadores colgando a los que llamó «Para un juego más limpio», puro concepto, dice. «Podía estar hablando del juego de cocina o de la desigualdad de los géneros», afirma.

«Lo que me interesa también en el sentido duchampiano (por Marcel Duchamp) es tomar estos artefactos en su condición de ready-made, de realidad, y producir algún tipo de colapso, una disrupción», indica. Y agrega: «Todo este recorrido me llevó a piezas como «Consideraciones sobre lo público» que luego me permitieron trabajar asuntos más amplios que las cuestiones de género».

La economía como eje en su obra está presente en «Imperio / las cosas» (2005) que presentó en el Macro de Rosario con su muestra «Alice Ville» y reinstala en el Sívori. Para esta obra toma de un catálogo de Christie’s la imagen de un juego de loza imperial vienesa y reflexiona «sobre el poder de los lenguajes representacionales en relación con el mercado, con el trabajo», porque la obra que consta de dos partes: un video con una imagen del juego que aparece y desaparece tiene como contracara oculta, un taller donde trabaja una ceramista.

«Lo económico aparece como asunto a trabajar en este proceso porque me preguntaba cómo tratarlo en el arte sin que sea panfletario, ilustrativo, sino preguntar lo sustancial porque finalmente las leyes de la economía son las leyes del intercambio». Y completa «si no tenemos práctica democrática clara, hacer un intercambio justo es más difícil, por eso fue todo un proceso entender, por ejemplo, cuándo hablamos de lo público cómo lo hacemos, por eso organicé los foros (para «Consideraciones sobre lo público»).

«Me interesaba ver cómo nos escuchamos, debatimos ideas, si verdaderamente hay una necesidad de volver colectivo el fenómeno del conocimiento y no de que sea uno -enfatiza- el que tenga la razón y que el otro esté en oposición; como buscando el fenómeno de los acuerdos, porque la desigualdad económica está planteada por otras desigualdades del orden de lo cultural y de cómo ejercitamos las democracias -hace una leve pausa- en el mundo», concluye.

ALICIA HERRERO Y ELISA O’FARRELL: DOS ARTISTAS DISRUPTIVAS E INQUIETANTES EN EL SÍVORI

Las artistas visuales Alicia Herrero y Elisa O’Farrell establecen un diálogo con sus prácticas que desde lo conceptual a lo representativo establecen vínculos, interrumpen otros y sobre todo sacuden sentidos, en dos de las muestras individuales que por estos días presenta el Museo Eduardo Sívori.

Las muestras individuales «Supersignos y la performatividad de la materia» de Herrero con obra conceptual y las pictóricas en «Cuando se caen las paredes» de O’Farrell, están tan próximas como lo permite el ancho del pasillo que las separa, y en los trabajos, las imágenes encontradas en revistas o pantallas, son un elemento importante de las obras.

Elisa O’Farrell (Buenos Aires, 1981) sitúa y articula intimidades con catástrofes, las unifica y presenta, transfigura un relato doble, la imagen íntima junto a la de un incendio natural o provocado como continuidad estética, en cada uno de los 48 dípticos que integran la muestra.

Son 90 óleos sobre tela de pequeño formato en los que presenta diversas espacialidades arrasadas donde el fuego es fuerza destructora, contrapuestas a escenas íntimas, cotidianas, publicadas en redes sociales que la artista rastrea. Se trata de un trabajo iniciado a fines de 2019 que obtiene durante la pandemia ese cruce dialógico trasladado a la pintura. Tal vez como una continuidad de su serie «Un desastre manifiesto», unas aguatintas realizadas a partir de de noticias de catástrofes de viviendas en 2019.

«Empecé haciendo interiores, mis fuentes son historias de Instagram, de gente descansando en sus casas, en el 2019, previo a la pandemia, y después se volvió una serie muy pandémica, pero no era la intención», relata O´Farrel.

Para lograr «el clima con imágenes contemporáneas» se inspira en las pinturas de Van Eyck y los pintores del 1500, pero «en vez de mujer escribiendo una carta, es mujer con celular en un espacio doméstico similar».

A fines de 2019 comienzan «unos incendios medio extraños en momentos de cambio de la gestión política, incendios en la AFIP, en el Banco, como intencionales», describe.

«Y empecé a juntar esas dos escenas, que fue un error de taller pintar lo doméstico y un incendio que en la acumulación sobre la mesa quedaron muy juntos», y el resultado fue definido por lo fortuito de la proximidad de cada pintura y la simultaneidad de los trabajos.

«Buscaba la noticia del incendio del día y la escena doméstica, pensando, en el mismo momento que esta persona toma un té esto se está incendiando».

La técnica del óleo le permite «desacelerar esa velocidad contemporánea que produce el accidente, con la intención de pasar de lo inmaterial a lo material y desplegarlo en el espacio». Y sostiene, «lo ves con otro ritmo, no es clickear en el mouse, son otros tiempos».

Cada díptico «es lo siniestro de lo simultáneo pero tratando de que parezca un mismo espacio, como jugar un poco con los tiempos, ves las dos imágenes y no sabes si es el antes o el después, por eso la elección del formato libro del dispositivo que lo hace más narrativo». Y sobre el título de la muestra «Cuando se caen las paredes», aclara, «es una oración subordinada temporal, viene en el medio de algo», que hace preguntarse «sobre el por qué de estas imágenes», añade.

Por otro lado, «la intención era hartar al espectador en algún punto, agobiarlo y que se haga preguntas de que la acumulación no es azarosa, de que por algo suceden estas situaciones permanentemente», concluye.

O’Farrell explora conflictos y contradicciones de la vida urbana y doméstica. Es egresada y docente de la Universidad Nacional de Artes, participó de numerosas exposiciones colectivas e individuales, fue galardonada con premio en obra de ArteBA 2021, y premio 8M adquisición y Premio Trabucco en grabado, ambos en 2022. Durante 2008 y 2010 fue docente y directora artística del taller «La Estampa», que funciona en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza, y en 2010 creó el proyecto Editorial Parador que funcionó hasta el 2020 en el hogar 26 de Julio y desde donde produjeron la Colección Rebotada.

Por otra parte, las artistas son galardonadas con el Premio Konex 2022, en la categoría instalación para Herera y grabado para O´Farrel.

Herrero expone en paralelo su instalación «Mercados Financieros», en el Museo del Banco Nacional de México y en la colectiva «El arte es un misterio» del Fortabat. Entre sus exposiciones individuales están «Ensayos sobre un Tribunal» en Parque de la Memoria y «Tácticas luminosas» en Fundación Fortabat (2019); «Democracia en Obra» en el Centro Cultural Kirchner en 2018); «It´s the Political Economy, Stupid» en la DAAP Galleries (Cincinnati, Estados Unidos, 2016), y otras en ciudades como Chicago, Zagreb, Nueva York, Berlín. Participó en Bienalsur (2017) y en la Bienal do Mercosul (Porto Alegre, 2011) entre otros espacios. Sus obras integran colecciones públicas, dirigió el LiPac Rojas-UBA, y publicó «Consideraciones sobre lo Público, un Simposio en Tres Actos» (2011).

El Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori (Infanta Isabel 555, CABA) presenta además «Julio Paz. Narrativa y legado de un imaginario infinito» y las tres muestras podrán visitarse en la semana menos martes de 11 a 19, y fines de semana y feriados de 11 a 20 hasta el 30 noviembre.