17 febrero, 2025
Esta semana, el Gobierno logró dictaminar de manera exprés el proyecto para suspender las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y llevar esta discusión al recinto el jueves. Si bien todo parecía desmoronarse en la tarde del martes, fue salvada por dos gobernadores peronistas: Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y Raúl Jalil (Catamarca) y las firmas de tres radicales, la Coalición Cívica, Pro, los misioneros de Hugo Passalaqua y los cordobeses que se vinculan con el Gobernador Martín Llaryora, del bloque de Encuentro Federal.
Por Sergio Mammarelli*
Con este dictamen, el Gobierno quedó muy cerca de obtener la suspensión de las PASO en el recinto el jueves, cosa que efectivamente sucedió con consecuencias más que favorables para Milei.
La media sanción obtenida, si bien deberá pasar por Senadores, mostró el más duro golpe en el Kirchnerismo en Diputados. El bloque de Unión por la Patria (UP) quedó fragmentado en tantas partes como era posible, desafiando el liderazgo de Cristina Kirchner. Con sus 43 rechazos, 25 votos positivos, 24 abstenciones y 6 ausencias, en UP primó la supervivencia política por sobre la disciplina y la nitidez ideológica. Un triunfo del Gobierno jamás pensado.
Ahora bien, más allá de estos análisis políticos de entre casa, me preocupa y me parece interesante explorar las verdaderas razones que se esconden en esta media sanción, con la siguiente pregunta: las PASO son un mecanismo nocivo para la democracia o el verdadero problema es otro: Financiar a la política para que elija sus candidatos?
Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en Argentina fueron establecidas por la Ley 26.571, sancionada en 2009 durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Su objetivo principal era democratizar la selección de candidatos dentro de los partidos políticos y ordenar la oferta electoral.
Antes de las PASO, los partidos políticos elegían a sus candidatos mediante mecanismos internos, muchas veces poco transparentes o con escasa participación ciudadana. Con la ley 26.571, se buscó establecer un sistema más abierto y regulado, similar a las primarias de otros países. Hasta acá, es evidente que el propósito legislativo nada tuvo de malo. Por el contrario, teóricamente, mejoraba nuestra democracia y participación ciudadana.
De este modo, las PASO, hasta ahora, eran:
1. Obligatorias tanto para los ciudadanos como para los partidos políticos.
2. Abiertas, permitiendo que cualquier votante participe sin necesidad de estar afiliado a un partido.
3. Simultáneas, realizándose el mismo día para todas las agrupaciones políticas.
4. Un filtro electoral, ya que los partidos deben alcanzar al menos el 1,5% de los votos válidos para poder competir en la elección general. Un verdadero freno para la aparición de outsiders, como lo fue Milei.
La primera experiencia de las PASO fue en 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner resultó ampliamente favorecida, logrando luego su reelección en las generales. Desde entonces, las PASO han sido utilizadas en todas las elecciones presidenciales y legislativas nacionales, con consecuencias más o menos variables:
• En algunos casos, definieron liderazgos internos (por ejemplo, en 2015, cuando Mauricio Macri superó a sus rivales en Cambiemos). En este sentido, el sistema fue un gran ordenador de la política interna de Juntos por el Cambio.
• En otros, funcionaron más como una gran encuesta previa a la elección general (como en 2019, cuando la amplia ventaja de Alberto Fernández sobre Macri anticipó el resultado final).
A lo largo de estos años, las PASO no fueron pacíficamente aceptadas por las fuerzas políticas y por la ciudadanía en general. Si bien a favor se argumenta que democratizan la elección de candidatos y ayudan a los votantes a definir sus preferencias, tiene como principal contra su costo económico porque, en muchas ocasiones, los partidos presentan listas únicas, convirtiéndolas en un trámite innecesario.
El centro del debate legislativo fue la suspensión del sistema al no haber obtenido consenso, la eliminación o la reforma de las PASO. Es llamativo el consenso con el que el Gobierno Libertario avanzó en el Congreso con la suspensión de las elecciones primarias. Porqué será?
A diferencia de Uruguay, donde los partidos mantienen la costumbre de hacer elegir a sus dirigentes, los partidos argentinos prefieren el mandoneo del líder y los arreglos de mesa chica a espaldas de la gente.
Introducidas por Néstor Kirchner durante el primer mandato de Cristina, las PASO fueron creadas a imagen y semejanza del sistema con el que Uruguay reemplazó su ley de lemas. En Uruguay el cambio sirvió para terminar con aquel engañoso formato electoral que permitía a los partidos orientales presentar varios candidatos presidenciales al mismo tiempo. Así, las PASO uruguayas funcionan sin mayores problemas y los políticos de ese país encontraron en ellas una forma de canalizar la potente competencia interna que caracteriza a sus partidos y sus alianzas. Cada cinco años, varios candidatos de las principales fuerzas compiten y adquieren representatividad para la competencia final, la elección general por la presidencia y los cargos legislativos. Dicho de otro modo: porqué el sistema funciona bien en Uruguay y entró en crisis en Argentina?
Lo cierto, en esta suerte de “Kirchnerismo Libertario”, es que Milei imita al Peronismo en su tradición gregaria de veneración al liderazgo de él: la forma en la que el ahora Presidente irrumpió no habilita ninguna relación horizontal. En la Argentina, el sistema colapsó apenas fue puesto a prueba, precisamente por una característica de la política de nuestro país: las conducciones de los partidos prefieren el autoritarismo del líder y los arreglos espurios de él y su mesa chica de influencia, como asistimos actualmente en el flamante manipuleo de Milei.
El Peronismo nunca tuvo democracia interna. Siempre prefirió ordenar hacia abajo una estructura basada en las reverencias al líder. En el caso del Radicalismo, elección tras elección, fue perdiendo la capacidad de ejercer su costumbre de tener elecciones internas y cuando las hacen se hace visible que van cada vez menos votantes. El Pro recogió en parte la tradición del Radicalismo y, en parte, la construcción piramidal empresaria de su creador, Mauricio Macri.
Hoy, los libertarios imitan al Peronismo en su tradición de ciega veneración al liderazgo de Javier Milei.
Por una razón o por otra, todo el espectro político tiene un alto consenso social en la eliminación de todo cuando implique gastos asociados a la casta, y las PASO se convierten en un obstáculo que hay que remover. Una vez más, la política argentina destruye cualquier herramienta democrática y la sacrifica en el altar de la conveniencia. Acaso esta actitud no atenta contra el sistema de “Partidos Políticos”? Acaso quiere la política argentina junto con las PASO enterrar para siempre cualquier idea que represente una selección democrática de sus dirigentes, acudiendo a otros métodos, sean viejos o nuevos para digitar a sus candidatos? El tiempo lo dirá.
En otros países esos esquemas de legitimación de los dirigentes todavía existen. Donald Trump arrasó en las primarias republicanas de los Estados Unidos, país donde no es posible ser candidato a nada sin atravesar un costoso y largo proceso previo. Los países europeos tienen partidos que aparecen o mueren, pero que en general mantienen discusiones abiertas y mecanismos de selección intensos.
De esta síntesis, pareciera que el verdadero problema no son las PASO sino quién financia a las mismas. Y como no podemos discutir el verdadero problema optamos por el atajo.
Sin duda que las PASO no fueron una solución. Hoy el descontento abarca no solo el espectro político sino fundamentalmente la opinión ciudadana: no sirvieron y no sirven para nada, dice el clamor popular. Simplemente son un gasto innecesario, que pagamos todos los ciudadanos para que los Partidos ordenen sus candidatos. En fin, de ahora en adelante, que elijan sus candidatos, “pero no con la nuestra”.
Pareciera a través de estas líneas, que el enorme consenso en la suspensión o eliminación de las PASO tiene, en realidad, razones muy distintas de una valoración negativa del sistema de selección de candidatos. Desde la política, con la iniciativa de Milei, se convalida uno de los peores defectos de la política argentina: que la selección de candidatos recaiga en los deseos del “capanga” de cada espacio político, llámese Milei, Cristina, Macri, Carrió o cualquier otro. Desde la sociedad, la bronca acerca del sistema radica fundamentalmente en la forma de financiarlo. Nadie, y yo tampoco, quiere que con nuestros impuestos financiemos los problemas de la casta. Que lo hagan con su plata, como sucede en todos sistemas que rigen en el mundo.
Solo queda un solo reparo social al que quiero referirme: muchos no quieren las PASO sencillamente porque no quieren votar dos veces. Si ello fuera un reparo serio, que justifica su eliminación, que sucedería si la sociedad se molestara con votar cada dos años o simplemente con la idea de votar? Acaso eliminaríamos todo el sistema electoral y con ello, la democracia en nuestro país? La estupidez del argumento cae por su propio peso.
Si bien el dato más relevante de lo ocurrido el jueves fue la exposición de la crisis extrema del liderazgo hegemónico de la expresidenta en el mapa político nacional, ello esconde otro dato mucho más relevante: Milei avanza e impone reglas, en post de convertirse en el dueño del juego. Todos los expertos en temas electorales coinciden en que el único gran beneficiario de esta reforma inédita en un año electoral será el oficialismo, ya que obturaría definitivamente las posibilidades de discutir la integración de una alianza tras una competencia interna.
En fin, lo cierto es que las PASO fueron suspendidas con esta media sanción a la espera de su resultado en el Senado. Su ausencia demostrará en el tiempo el verdadero desinterés de los políticos argentinos por tener un sello de origen, una representación legítima y una prueba previa a la irreversible elección de los votantes que por lo general desconocen a quién votan.