1 mayo, 2022
En el peronismo dan por sentado que CFK irá como candidata a senadora. Esta semana se terminó de cerrar un acuerdo político entre ella y Sergio Massa, al institucionalizar la mesa del Frente de Todos bonaerense, en la que no hay ningún representante del albertismo.
Por Jesica Bossi
Cristina Kirchner entró en modo electoral. Faltan un año y dos meses para el cierre de listas, pero la vicepresidenta ya promueve la instalación de candidatos y reconfigura el espacio para competir en 2023. La suerte de esta gestión está echada, por eso su constante crítica va más en dirección de diferenciarse que de tomar el control de las decisiones cotidianas.
El alto perfil de Wado de Pedro va en ese sentido. El ministro del Interior, los ojos de Cristina en el Gobierno, despliega una agenda propia de escala internacional. En los últimos dos meses, estuvo en España, Italia (donde mantuvo un encuentro con el Papa) y, finalmente, Israel.
Esas giras no están coordinadas con Cancillería, con lo cual desarrolla una diplomacia paralela. Este último destino incluyó una gran comitiva de funcionarios, gobernadores y periodistas, que fue con sarcasmo bautizado en la Casa Rosada como “el viaje de egresados de Wado”.
La visita a Israel fue organizada y financiada desde el Consejo Federal de Inversiones (CFI), un organismo que asesora a las provincias. De Pedro no da puntada sin hilo. Cuando quedó vacante la secretaría del CFI, por el fallecimiento de quien ocupaba esa silla, rápidamente colocó allí a Ignacio Lamothe, un mercedino de su confianza. El único que pataleó por la jugada, sin éxito, fue el tucumano Juan Manzur que lo vio venir como un Pac-Man.
Los viajes al exterior no tienen impacto en la gestión porque no firma ni se compromete a nada, y el único objetivo es capitalizar en imagen y en contactos. “Es muy vivo”, dice, con cierto recelo, un funcionario de La Cámpora sobre Wado. ¿Se posiciona por pedido de Cristina? Nadie responde eso con precisión, pero en el universo kirchnerista el “dejar correr” opera como un aval implícito a estos movimientos.
La figura de De Pedro representa una posición “moderada” dentro del cristinismo. De hecho, es el único al que se le permitió, sin un reto público, manifestar su apoyo al acuerdo con el FMI. Esos gestos son leídos como un “cuidado” de Cristina a uno de sus favoritos.
“¿No llama la atención que el kirchnerismo no habló de Palestina ni de violaciones a los derechos humanos durante la visita de Wado a Israel?”, se preguntó, irónico, un colaborador del Presidente. La visita del ministro coincidió con el acercamiento de Cristina a Estados Unidos, tras recibir en su despacho a la jefa del Comando Sur, la general Laura Richardson, y el embajador Marc Stanley. “La vicepresidenta muestra una gran pasión por su país”, sostuvo la mujer a la revista DEF, especializada en asuntos militares.
Esta plasticidad desconcierta a quienes ven a la “jefa” replegándose en su núcleo duro. La remake de Unidad Ciudadana no implica una cerrazón sobre la tropa más fiel. De hecho, cuando inventó ese sello, desde el llano en 2017, buscó a desconocidos para las listas: una economista, un científico, un sindicalista. Quiso apelar a la “gente común” y salió segunda, frente a otras dos opciones peronistas que quedaron más relegadas: Sergio Massa (Frente Renovador) y Florencio Randazzo (PJ).
Los que más la conocen insisten con que a la doctora se la tiene que tomar en serio en sus discursos. Uno de los que citan como premonitorio para lo que viene fue pronunciado en marzo del año pasado, cuando se explayó sobre la Argentina bimonetaria y la imposibilidad de gobernar este país sin un gran acuerdo político. “Le habla al radicalismo”, destacan. Es difícil creer en una Cristina dialoguista, cuando termina de prender fuego los pocos puentes con la oposición. Pero allá va.
En el peronismo dan por sentado que Cristina irá como candidata a senadora. Esta semana se terminó de cerrar un acuerdo político entre ella y Sergio Massa, al institucionalizar la mesa del Frente de Todos bonaerense, en la que no hay ningún representante del albertismo. Esa sociedad está vigente, aunque divide opiniones: ¿qué rol tendrá el tigrense en 2023? “Lo van a garcar”, arriesga un operador del PJ de mil batallas.
El otro actor que está en duda es Axel Kicillof. El gobernador actúa como si fuese por la reelección, pese a la amenaza de los intendentes que agitan la candidatura de Martín Insaurralde. En medio de esa rivalidad, quizá para meter más ruido, se echó a rodar al inoxidable Daniel Scioli. “Es de lealtad probada”, dicen. Lo llamativo es que su nombre aparece también en la consideración del Presidente, que hace un tiempo le esbozó la promesa de incorporarse al Gabinete.
Máximo Kirchner está enfocado en el armado territorial, distrito por distrito. Su misión es ordenar el peronismo, alterado por las internas y el instinto de supervivencia después de 2023. Se siente más cómodo en ese trabajo, que bajo las luces de la Cámara de Diputados. Padece la exposición pública y tiene ciertas fobias. Nadie logra convencerlo de que viaje en avión al sur, y no ida y vuelta en su auto, lo que le lleva varios días.
El punto más débil del proyecto kirchnerista es el interior del país. La mayoría de los gobernadores peronistas anticiparon su intención de despegar las elecciones provinciales de las nacionales, incluida Tucumán, lo que también hace suponer que Manzur declinó su deseo de ir por la pelea presidencial.
Cristina mira con desconfianza estos zigzagueos, al igual que nuevos vínculos como el del cordobés Juan Schiaretti (mala palabra para los K) y Jorge Capitanich. Será por eso que decidió retomar las visitas a las provincias, con una cita en Chaco para la semana que viene. La Universidad Nacional del Chaco Austral, creada durante el kirchnerismo, le otorgará el doctorado honoris causa y ella eligió como título para su exposición un tema recurrente en sus últimas intervenciones: “Estado, Poder y Sociedad: la insatisfacción democrática”.
*NA/TN