Si hablamos de la ciudad de barcos en el Mar Argentino es clave que sepamos que es el “Agujero Azul”. Se trata de una zona de aguas internacionales que se ubica aproximadamente a 500 km al este del Golfo de San Jorge en la Patagonia argentina.
Allí, la plataforma continental argentina se extiende más allá de la ZEE, que se expande hasta las 200 millas náuticas de la costa, lo que la hace un área relativamente de poca profundidad en el contexto de las aguas internacionales.
Tiene un rol ecológico central porque brinda importantes áreas para el desove y alimentación de mamíferos marinos y aves. Es también el hogar de numerosas especies comerciales y lugar de alimentación para la emblemática ballena franca austral y otras en estado de conservación vulnerable, como el cachalote, el rorcual y los albatros.
De acuerdo al reciente informe publicado por Greenpeace titulado“Pesqueras sin control en el Mar Argentino”,
las características oceanográficas del Agujero Azul la convierten también en un área muy atractiva para flotas pesqueras internacionales que buscan la captura de calamar o merluza negra para venderlos luego como productos de lujo a mercados de países del norte global.
Los más de 500 barcos pesqueros que operan en el Agujero Azul no están sujetos a regulación, más allá de la que imponen sus estados de bandera, convirtiendo la zona en un “salvaje oeste” explotado principalmente por buques pesqueros de China continental, Corea del Sur, Taiwán y España.
Estas pesqueras realizan con frecuencia actividades ilegales y desreguladas, en contravención de las leyes nacionales, regionales e internacionales; no reportan o informan sus actividades u operaciones y captura en alta mar (por ejemplo: pesca no declarada a través de transbordos en alta mar o con la complicidad que puertos que cuentan con pobre control y monitoreo de los buques) o realizan pesca con banderas de conveniencia.
Además esta concentración lleva a que la fauna compita con la industria por el mismo alimento. Son muchas las especies (orcas, delfines etc) que se alimentan del calamar (Illex argentinus) que es el objetivo de muchos de los buques.
Así dañan las técnicas destructivas de pesca
Debido a que las aguas del Agujero Azul son relativamente poco profundas, y que técnicamente se integran con la plataforma continental, esta zona es una de las pocas en aguas internacionales destinada a técnicas destructivas de pesca como el arrastre de fondo a gran escala y el palangre.
Desde Greenpeace realizan un análisis, con los datos obtenidos mediante la herramienta Global Fishing Watch, de las horas de pesca por parte de flotas internacionales en los últimos 5 años en el Agujero Azul, una zona rica en biodiversidad del Mar Argentino que se encuentra en aguas internacionales, en el límite de la ZEE argentina, pero cuyo fondo marino es de jurisdicción nacional.
Ver “Agujero Azul: una zona clave del Mar Argentino asediada por las flotas pesqueras internacionales”
En lo que va del año, las horas de esfuerzo pesquero aparente para los barcos poteros (que pescan exclusivamente calamar) son 354.367, un número que casi triplica lo visto hace 5 años (130.789) y para los buques que realizan arrastre de fondo se calcularon 120.302 horas, algo que también es mucho más del doble lo observado en el año 2017 (58.408).
¿Cómo son los Barcos poteros?
El Atlántico sur occidental alberga una de las zonas de pesca de calamar más grandes del mundo. Durante la temporada alta de pesca de calamar, de enero a julio, el número de barcos en el Agujero Azul supera los 400. Los barcos que se dedican exclusivamente a la pesca de calamar son los llamados poteros.
Como las presas del calamar son atraídas por la luz estos buques prenden luces muy potentes que se encienden a la puesta del sol y permanecen encendidas durante toda la noche. Estas luces de los poteros, principalmente del este de Asia, son tan potentes que hacen que en la noche los límites de la Zona Económica Exclusiva de Argentina sea claramente visible desde el espacio.
El calamar va hacia los señuelos fluorescentes que están adosados a las líneas de pesca y tienen debajo una serie de pequeños ganchitos similares a anzuelos. Esta serie de ganchitos es la “potera”, el calamar se aferra a su presa y será izado a bordo por la línea, cayendo en la parrilla y luego por gravedad en una canaleta que lo conducirá a una tolva en la planta de procesamiento denominada “pozo”.
Es sabido que los calamares son vectores nutricionales que juegan un papel clave como “bombas biológicas” transitorias uniendo espacialmente ecosistemas marinos distintos. Por lo tanto, la sobrepesca de los calamares representa una amenaza para todo el ecosistema, incluidas las poblaciones vulnerables de cetáceos.
La pesca de arrastre
La pesca de arrastre es una de las técnicas más dañinas para los océanos. Se vuelcan al mar enormes bolsas de redes, del tamaño de una cancha de fútbol y se arrastran con cadenas por el fondo marino, como si fuesen una topadora.
De esta manera los fondos marinos son “arados” y muchos organismos son aplastados en el camino de la red de arrastre o recogidos en las redes.
Aunque la magnitud de estos impactos no son siempre los mismos para todas las pesquerías de arrastre de fondo, y dependen de ciertos factores (por ejemplo, el tipo de arrastre utilizado, la composición del hábitat, historia de vida de las especies componentes, el régimen de perturbaciones naturales), incluso para aquellos arrastre de fondo que operan en los ambientes bentónicos menos sensibles, las zonas arrasadas tienen pocas posibilidades de recuperarse.
Además, este arte tiene importantes niveles de captura incidental o descarte. Se consideran capturas accidentales a las especies no objetivo de la pesca como mamíferos marinos, aves marinas, tortugas, tiburones y otros ejemplares que no cumplen con los requisitos comerciales (peces demasiado pequeños o los que no son la especie objetivo de la pesca).
Estas especies no deseadas se tiran por la borda, muertas o moribundas. El nivel de mortalidad es tal que en algunas pesquerías los descartes pueden afectar a la estructura y función de los sistemas marinos y se considera uno de los impactos ambientales más graves de la pesca comercial actual.
El palangre
Sumado a esto, los pescadores industriales utilizan palangres (líneas con anzuelos) de hasta 4 mil metros de largo. Con este método se producen capturas accidentales de diferentes especies, entre ellas el albatros, ave marina en peligro de extinción.
Las aves se ven atraídas por las carnadas que se enganchan en los palangres, vuelan hacia las líneas y quedan atrapadas en los anzuelos. Luego son arrastradas hasta el fondo del mar donde mueren ahogadas.
Al finalizar la captura, los responsables de la pesca descartan las especies que no tienen valor comercial para ellos. Los animales, ya muertos, son arrojados al agua.
Los transbordos
Pese a algunas regulaciones más estrictas en ciertas regiones, los transbordos en el mar continúan representando una de las mayores lagunas legales que permiten que las capturas ilegales ingresen al mercado.
El transbordo es la operación en la cual un buque pesquero descarga su captura a un buque frigorífico lejos de la costa. Y como no hay regulación en la zona de alta mar que dicte normas para transbordos no hay inspección a bordo, todo sucede en las sombras y fuera de la mirada de cualquier autoridad.
Los casos de transbordos ilegales continúan siendo documentados regularmente. Estos se suman al rol de los transbordos en permitir que los miembros de las tripulaciones permanezcan sin desembarcar durante largos períodos de tiempo, a veces en buques que no cumplen con estándares mínimos de vida y seguridad.
Falta de regulación y “aguas de nadie”
Esta área del Atlántico sur sufre de un vacío legal. Actualmente, la única organización regional de relevancia para la gestión pesquera que opera en esta área es la Comisión Internacional para la Conservación de los Atunes del Atlántico (ICCAT).
No obstante, la ICCAT sólo gestiona la pesca dirigida al atún y especies afines al atún, así como a tiburones capturados por flotas atuneras, por lo que otras actividades de pesca importantes en el área enfocadas en especies como calamares, merluza o merluza negra no están cubiertas por un organismo internacional.
Además de los problemas en relación a la falta de regulación en el Agujero azul, también hay casos en los que estos buques ingresan ilegalmente a las aguas argentinas adyacentes al apagar sus sistemas de posicionamiento con el fin de pescar en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) argentina. Al desactivar el Sistema de Identificación Automática (AIS), evitan la patrulla de la autoridad marítima de Argentina.
¿Cómo le podemos poner un freno al daño?
Lugares únicos como el Agujero Azul deben convertirse en un santuario oceánico para estar protegidos de los impactos de las industrias destructivas y brindar alivio y resiliencia para que la vida marina y los ecosistemas puedan recuperarse luego de años de destrucción.
Este año, debe avanzar el tratamiento del proyecto de Ley de área marina protegida bentónica Agujero Azul,
que impulsa la protección del lecho marino en la plataforma extendida Argentina. De avanzar con la aprobación de este proyecto, Argentina daría un primer paso para proteger este ecosistema, restringiendo una de las técnicas de pesca con mayor impacto como es el arrastre de fondo
Por otro lado, desde Greenpeace reclamamos la inmediata adopción de regulaciones que aseguren que la actividad pesquera en esta región se maneje de manera sostenible
Y finalmente este año 2022 queda la oportunidad de poder adoptar un fuerte Tratado Global de los Océanos en la ONU que prepare el camino para crear una red de santuarios marinos en aguas internacionales, libres de actividad industrial humana, abarcando zonas tales como el Agujero Azul que son vitales para la salud de nuestros océanos globales.
1- Crearía áreas totalmente protegidas para los hábitats críticos, incluyendo zonas de cría y alimentación como el Agujero Azul, así como las rutas migratorias, en coordinación con los organismos de gestión pertinentes, incluidos los Organismos regionales de pesca (ORP).
2- Aseguraría que la actividad humana sea estrictamente controlada y se gestione de modo efectivo para que las especies migratorias reciban una protección integral contra los impactos acumulativos de la actividad humana, el cambio climático y la polución.
3- Actuaría como catalizador para la cooperación entre los organismos de gestión de los océanos, inclusive entre las ORP, para la conservación de especies amenazadas y especies migratorias, como parte de la implementación del nuevo Tratado Global de Océanos.
4- Activaría la recolección de más y mejores datos y el intercambio de los mismos para informar y fortalecer la conservación de especies migratorias y toda la vida marina en aguas internacionales, especialmente en áreas tales como el Agujero Azul donde hay un déficit casi total con respecto a las regulaciones.
En nuestra expedición más reciente al Agujero Azul durante este año 2022 a bordo del barco “Arctic Sunrise” nuestros activistas pudieron detectar y confrontar directamente a los barcos que aparecían uno tras otro en la zona realizando este tipo de operaciones.
Como dato en un radio de 35 kilómetros respecto de la posición del barco de Greenpeace, Arctic Sunrise, el radar a bordo detectó en 24 horas la presencia de 265 pesqueros, y ampliando el área -pero siempre sobre el Agujero Azul- aparecían 423 buques de distintas nacionalidades, entre ellos seis frigoríficos y dos buques tanqueros.
Como sostuvo Luisina Vueso, coordinadora de la campaña Océanos de Greenpeace Argentina “Es una imagen que se repite pero no debemos naturalizar; hay herramientas legales que podrían aprobarse a nivel nacional e internacional para frenar esta amenaza”.