1 septiembre, 2022
¿Sabías que tienes un «segundo cerebro»? Sí, la ciencia ha descubierto que el intestino cuenta con más neuronas que la espina dorsal, y actúa independientemente del sistema nervioso central, por lo que al decir de las abuelas también «el estómago manda».
En esta porción de tubo digestivo, trabajan trillones de bacterias, hongos y virus que cumplen con una función muy importante para nuestro bienestar general.
Se llama sistema nervioso entérico (SNE) está compuesto de 500 millones de neuronas, que es más de las que hay en la médula espinal o en el sistema nervioso periférico. Su dimensión es de nueve metros aproximadamente y va desde el esófago hasta el ano. Funciona de manera independiente o en conjunto con nuestro cerebro mediante el llamado nervio vago, aunque nosotros no somos conscientes de sus “pensamientos”.
Situado en el interior de nuestras entrañas, el segundo cerebro está conectado con el cerebro situado en el interior del cráneo y, al menos en parte, determina nuestro estado mental y juega un papel clave en ciertas enfermedades del organismo. A pesar de la gran repercusión que esta red neuronal tiene para el cuerpo, quedan fuera de su alcance la generación del pensamiento consciente y la capacidad de decisión. Según declara el experto en la materia Michael Gershon, del Columbia University Medical Center y autor del libro titulado “The Second Brain”: “el segundo cerebro no ayuda en los procesos mentales: la religión, la filosofía y la poesía están en manos del otro cerebro”*:
El curioso funcionamiento de esta inmensa red neuronal, se encarga no de hacernos “pensar” sino de hacernos “sentir” las amenazas exteriores y actuar sobre ello. Todos hemos notado cómo nuestro estómago expresa perfectamente lo que estamos sintiendo. Cuando sentimos “mariposas en el estómago” es porque la sangre se desvía hacia los músculos ya que se activa el mecanismo de lucha o huida. El sistema nervioso entérico hace que ante situaciones de estrés el estómago aumente la producción de grelina, una hormona que hace que sintamos más hambre, pero reduce la ansiedad y la depresión. Esta a su vez estimula la liberación de dopamina en el cerebro.
Nuestro segundo cerebro permite que nuestro organismo realice los procesos digestivos sin contar con la ayuda del cerebro principal, como por ejemplo: la trituración de los alimentos, la absorción de los nutrientes y la expulsión de los desechos requieren de procesos químicos, contracciones musculares, etc., de los que se encarga el segundo cerebro, de forma independiente.
A pesar de que el SNE es capaz de hacer una función local e independiente, tiene amplias conexiones bidireccionales con el sistema nervioso central (SNC), su primer cerebro (1).
La complejidad del segundo cerebro hace que de él dependa en parte nuestro bienestar físico y emocional. Por esta relación de los dos cerebros, los científicos afirman que ciertos medicamentos, por ejemplo contra la depresión, la ansiedad o cualquier problema mental, pueden impactar, sin pretenderlo, en el intestino. Esto ocurre con ciertos medicamentos antidepresivos, los denominados inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS), que aumentan los niveles de serotonina en el organismo, y que pueden provocar efectos gastrointestinales secundarios, como el conocido colon irritable. Esto es debido a que la serotonina, hormona que es sintetizada por el sistema nervioso central y que actúa como neurotransmisor, se encuentra en su mayor parte (en un 95%) en el tracto intestinal del organismo.
Los científicos siguen descubriendo como la serotonina puede, además, jugar un papel en la aparición de otras enfermedades. En la revista Nature apareció un artículo que relacionaba un medicamento inhibidor de la producción de serotonina en el intestino con la osteoporosis en ratas postmenopáusicas. Otras investigaciones tratan de establecer cómo el segundo cerebro interviene en la respuesta inmune del organismo, dado que el 70% de nuestro sistema inmunológico se centra en el intestino para expulsar y matar a sus invasores.
Mientras que en el primer cerebro y a lo largo de la médula las conexiones neuronales son claramente visibles, el SNE está mucho más escondido en los intestinos, por lo que no fue descubierto por la medicina moderna hasta el siglo XIX. Sin embargo, hace más de 5.000 años el Ayurveda ya reconoció esta conexión intestino-cerebro, como se explica más adelante.
Nuestro segundo cerebro (SNE) es parte del sistema nervioso autónomo, la red de nervios periféricos que controlan las funciones viscerales. Es el sistema nervioso original que emergió en los primeros vertebrados hace más de 500 millones de años y que se ha vuelto más complejo a medida que la evolución se llevó a cabo, dando lugar al cerebro en sí.sistema-nervioso-enterico
El SNE es muy parecido al cerebro: tiene varios tipos de neuronas y las células gliales de apoyo, produce hormonas y neurotransmisores, incluso generan más dopamina y serotonina que el cerebro.
La digestión es algo bastante complicado, por lo que tiene sentido que haya una red de nervios que controlen la mezcla de los alimentos, la coordinación de las contracciones musculares y mantener el ambiente bioquímico necesario para que las enzimas hagan su trabajo.
Además, necesita muchas neuronas ya que comer es algo tremendamente arriesgado: está lleno de invasores peligrosos. Si se detecta algo peligroso, el sistema nervioso entérico provoca una diarrea o alerta al cerebro para provocar vómitos.
El estudio del segundo cerebro ha dado lugar, en las últimas dos décadas, a una rama de investigación conocida como neuro-gastroenterología. La importancia de conocer a fondo el sistema nervioso entérico radica en que éste se encarga de que las funciones digestivas mantengan un funcionamiento coordinado e integrado.
Como resultado, la inteligencia del segundo cerebro proviene de un ecosistema de miles de millones de bacterias y otros microorganismos que residen principalmente en los intestinos.
Estos organismos viven en una relación mutuamente beneficiosa con el cuerpo humano y se conocen colectivamente como la microbiota. Esta colección de microorganismos nos protege contra los patógenos, metaboliza las grasas complejas, proteínas, hidratos de carbono y minerales, fabrica vitaminas, neutraliza los elementos tóxicos como drogas y sustancias cancerígenas. También son capaces de activar las vías neuronales y los sistemas de señalización del sistema nervioso central. Además, el segundo cerebro fabrica la mayoría de hormonas del bienestar del cuerpo, como la serotonina, la hormona de la felicidad.
Una cantidad cada vez mayor de la investigación moderna confirma que los desequilibrios en la flora intestinal pueden causar trastornos cognitivos y neurológicos. Los trastornos del estado de ánimo, la ansiedad, los trastornos autoinmunes, la esclerosis múltiple, y el autismo pueden estar relacionados con la alteración de la microbiota.
El ecosistema microbiano, al igual que cualquier ecosistema, es sensible a las influencias externas. Las influencias nocivas incluyen antibióticos, pesticidas, alcohol, sustancias ingeridas como plantas con composiciones psicoactivas, hongos, dieta moderna rica en hidratos de carbono refinados, grasas no saludables, alimentos procesados y cargados de productos químicos. Las influencias beneficiosas incluyen alimentos frescos, ecológicos e integrales, hábitos alimenticios saludables y probióticos.
Por eso, la salud de nuestro intestino es clave para fortalecer la inmunidad ante enfermedades como el Covid o la depresión.
Si algo está claro además, es que por más que quisieramos detener sus funciones voluntariamente, el estómago, como el cerebro, no te obedecen. Y a diferencia del cerebro, que si recibe ‘ordenes’ y estímulos del intestino, este otro, no recibe ‘órdenes’ del cerebro, para sintetizarlo de manera simple.
«Nuestro intestino tiene su propia autonomía para tomar decisiones», explica la doctora Megan Rossi**, una especialista australiana en salud intestinal que habló de todo esto con la BBCM, para explorar por qué debemos prestarle más atención a nuestras barrigas.
Estos son algunos de los datos sorprendentes compartidos sobre nuestro «segundo cerebro»:
«A diferencia de cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, nuestro intestino puede funcionar solo. Tiene su propia autonomía para tomar decisiones, no necesita que el cerebro le diga qué hacer», explica la doctora Rossi.
Si le tienes miedo a una comida en particular y la comes, puedes físicamente desarrollar síntomas intestinales, aunque no le tengas alergia ni intolerancia, dice la doctora.
Lo que gobierna al intestino es el sistema nervioso entérico (SNE), que es una «sucursal» del sistema nervioso autónomo, encargada de controlar directamente el aparato digestivo.
Ese sistema nervioso se extiende por el tejido que reviste el estómago y el sistema digestivo, y tiene sus propios circuitos neuronales.
Aunque funciona independientemente del Sistema Nervioso Central (SNC), se comunica con él a través de los sistemas simpático y parasimpático.
Según Rossi eso hace que la salud de nuestro intestino sea clave para nuestra inmunidad ante las enfermedades.
La especialista dice que las investigaciones más recientes sugieren que si tienes problemas intestinales es más probable que seas más vulnerable ante enfermedades comunes como una gripe, por ejemplo.
Una dieta variada ayudaDistintos microbios prosperan con distintos alimentos y por eso el microbioma intestinal mejora con una dieta diversa.
No son solo restos de comida: alrededor de la mitad de nuestras heces fecales son bacterias.
Muchas de esas bacterias son buenas y por eso los trasplantes de heces pueden ser una forma de tratamiento vital pata algunos enfermos con un microbioma intestinal debilitado.
Cómo un trasplante de heces de otra persona en el intestino te podría salvar la vida
Por otro lado, hablando de heces, la BBC le preguntó a Rossi con cuánta frecuencia es normal ir al baño.
La especialista contestó que de acuerdo a las investigaciones se considera normal defecar desde 3 veces al día hasta 3 veces por semana.
En nuestro intestino viven trillones de microbios, a los que les gustan distintos alimentos.
Estos microbios son clave para la digestión porque su actividad le permite a nuestro cuerpo absorber ciertos nutrientes de los alimentos.
«A mi me gusta decir que los microbios son como nuestras pequeñas mascotas internas, así que las quieres cuidar y nutrir», dice la especialista.
Las personas que siempre comen lo mismo tienen un microbioma intestinal más pobre que las que siguen una dieta diversificada.
Distintos microbios prosperan con distintos alimentos y por eso el microbioma intestinal mejora con una dieta diversa.
Un microbioma rico y variado está asociado a una mayor salud intestinal, según Rossi, y en consecuencia a un mayor bienestar general.
Por otro lado, las personas que siempre comen lo mismo tienen un microbioma más pobre.
Si tienes problemas intestinales, según Rossi, «algo clave que necesitas hacer es observar cuánto estrés tienes».
«En mi práctica clínica yo siempre le digo a los pacientes que hagan 15 o 20 minutos al día de meditación. Después de hacerlo a diario durante cuatro semanas, y de convertirlo en un hábito, veo que solo con eso ya mejoran los síntomas».
Así que «desestresarse es muy, muy importante», dice la especialista.
Es interesante también pensar que la mayoría de la serotonina del cuerpo, se estima que en torno al 80% o 90%, se encuentra en el tracto gastrointestinal.
La serotonina es un neurotransmisor que afecta a muchas funciones corporales, como el peristaltismo intestinal. También está asociada a muchos trastornos psiquiátricos. Su concentración puede verse reducida por el estrés e influye en el estado de ánimo, la ansiedad y la felicidad.
Varios estudios con humanos y animales han mostrado evidencias de diferencias en el microbioma intestinal de los pacientes con trastornos mentales como la depresión.
Por eso una área incipiente de investigación psiquiátrica tiene que ver con la prescripción de «psicobióticos»: en esencia un cóctel probiótico de bacterias saludables, para mejorar la salud mental.
Cómo las bacterias están cambiando todo el tiempo tu estado de ánimo
Las neuronas no están solo en nuestros cerebros.
Es cierto que hay unos intestinos más sensibles que otros, pero según la doctora Megan Rossi hay investigaciones recientes sorprendentes que sugieren que si le tienes miedo a una comida en particular y la comes, puedes físicamente desarrollar síntomas.
«En la clínica veo constantemente cómo las creencias pueden desencadenar problemas intestinales».
Hay mucha gente que cree, a veces por una moda pasajera, que el gluten o la lactosa les va a hacer daño, sin que tengan realmente una alergia o una intolerancia.
La injustificada moda de la dieta sin gluten
Según Megan Rossi estas son algunas acciones que puedes tomar para mejorar tu salud intestinal:
Seguir una dieta diversa para diversificar el microbioma intestinal
Bajar el nivel de estrés, haciendo meditación, relajación, mindfulness o yoga
Si ya tienes síntomas de algún problema intestinal es mejor evitar el alcohol, la cafeína y las comidas picantes porque pueden exacerbarlos.
Trata de dormir mejor: un estudio demostró que si cambias o interrumpes el reloj biológico alterando tus patrones de sueño, también interrumpes el de los microbios de tu intestino, y lo que quieres más bien es mimarlos.