11 enero, 2023
Es un elemento indispensable para el cuerpo pero que, curiosamente, los humanos no pueden producir. Para incorporar yodo en el organismo hay que hacerlo mediante ciertos alimentos que lo contienen o con suplementos vitamínicos o pastillas.
No obstante, evitar una deficiencia de yodo es fundamental para mantenerse sano y evitar problemas de tiroides que son las más afectadas por la falta de este mineral. Por eso mismo, resulta práctico saber cómo el cuerpo puede estar indicando que necesita más yodo.
Durante las últimas décadas, organizaciones e instituciones reconocidas mundialmente como la Red mundial de yodo, UNICEF, la Asociación Americana de la Tiroides y la Organización Mundial de la Salud han realizado esfuerzos en todo el mundo para eliminar la deficiencia de yodo y, justamente, la promoción del uso de la sal yodada ha sido uno de los pilares de la prevención de la falta de este elemento en el organismo.
Antes de saber cómo detectar su déficit y cómo impacta en la salud, es relevante saber qué es concretamente.
Según la Escuela de Salud de Harvard, el yodo es un oligoelemento esencial que el cuerpo no produce naturalmente y que está presente en algunos alimentos. El mismo es indispensable para la vida de los humanos y animales y el cuerpo lo necesita para producir hormonas tiroideas tiroxina y triyodotironina, que ayudan en la creación de proteínas y en la actividad enzimática, así como en la regulación del metabolismo normal.
Sin suficiente yodo, las hormonas tiroideas no funcionan correctamente y pueden causar las condiciones médicas de hipotiroidismo e hipertiroidismo como otros efectos secundarios negativos en el cuerpo, dice la publicación de la Universidad de Harvard.
“La deficiencia de yodo tiene consecuencias muy negativas en la salud en todas las etapas de la vida. Por ejemplo, puede dar lugar a un crecimiento retardado, subdesarrollo neurológico, producción escasa de hormonas tiroideas -hipertrofia de glándula tiroides, llamada “bocio”- y neoplasias, entre otras”, explica la licenciada en Nutrición, Sofía Martínez (M.P. 5401).
Respecto a la relación del yodo con la tiroides, un grupo de investigadores siguió de cerca el caso de un varón adolescente con antecedentes de trastorno del espectro autista leve y una dieta extremadamente restrictiva en quien se descubrió que la deficiencia de yodo era la etiología de su bocio (aumento del tamaño de la glándula tiroides) e hipotiroidismo con anticuerpos negativos. El niño comenzó un tratamiento con suplementos de yodo y empezó a tener una mejoría visible del bocio en dos semanas y una normalización de las pruebas de función tiroidea a las cuatro semanas.
Según la Lic. Martínez, uno puede empezar a sospechar la ausencia de yodo a través los siguientes síntomas: inflamación del cuello (por causa del agrandamiento de la glándula tiroidea), aumento de peso excesivo, fatiga y debilidad, sensibilidad al frío, caída de cabello y sequedad de la piel.
En cuanto a cómo se diagnostica clínicamente, explica la profesional que una vez que el paciente detecta algunos de los síntomas mencionados puede consultar con su médico de cabecera quienr podrá diagnosticar la deficiencia a través de un examen de orina o de sangre en el que se puede ver el nivel de concentración de yodo en la orina.
“Aumentar el consumo de alimentos fuentes de yodo es de suma importancia ya que como ya se mencionó, el cuerpo no puede producirlo por sí solo”, destaca la Lic. Martínez. A su vez recomienda tener en cuenta a los siguientes para incorporar en el día a día.
Sal yodada (en la etiqueta se advierte si está yodada o si aporta yoduro)
Pescados como bacalao y atún, algas marinas, camarones y otros mariscos
Productos lácteos
Ajo, cebolla, champiñones
Los alimentos que incluyen cereales, como avena o pan de centeno.
Frutas y vegetales, aunque en estos la cantidad de yodo dependerá de la riqueza en este mineral que contenga el suelo en el que se ha cultivado
Según la Biblioteca Nacional de Medicina, dependiendo la edad los niveles deseados de yodo son:
Bebés: 130 mcg/día
De 1 a 8 años: 90 mcg/día
Adolescentes: 120 mcg/día
Hombres y mujeres de 14 en adelante: 150 mcg/día
Mujeres embarazadas de todas las edades: 220 mcg/día
Mujeres lactantes de todas las edades: 290 mcg/día
LN/ by Victoria Vera Ziccardi