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25 mayo, 2021

Wasserman: “La Revolución de Mayo era invocada por todos los actores políticos para procurarse legitimidad”

Fabio Wasserman es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Investigador del Conicet en el Instituto Ravignani y docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Se especializa en la historia política e intelectual argentina e Iberoamericana de los siglos XVIII y XIX. Acaba de publicar «En el barro de la Historia. Política y temporalidad en el discurso macrista» (Sb Editorial).

Por Liliana O. Caló

En esta oportunidad conversamos a propósito de otro de sus últimos trabajos, «El mundo en Movimiento. El concepto de Revolución en Iberoamérica y el Atlántico norte (siglos XVII-XX)» (2019), una compilación de estudios a su cargo, que dan cuenta del concepto de revolución en el discurso político de los procesos que se dan en América y Europa entre los siglos XVII y XX.

El concepto de revolución que estructura el conjunto de los artículos, está encaminado a analizar su función referencial, su semántica histórica, cómo fue apropiado y utilizado por los actores en cada uno de los procesos indagados. Aquí el debate se aleja del canon que versa sobre el carácter y alcance de estas transformaciones político y sociales para enfocarse en la dimensión subjetiva de estas experiencias revolucionarias, especialmente de quienes las dirigieron o protagonizaron.

Nos detendremos en los sentidos y usos del concepto de revolución en el ámbito rioplatense durante los sucesos de Mayo de 1810, para abordarlo en un recorte temporal más alejado del primer centenario, momento en el que adquiere toda su dimensión como mito fundante de la identidad nacional. Conversamos con Fabio Wasserman para adentrarnos en esa etapa previa y rastrear cómo concibieron y se representaron la llamada revolución de mayo la elite criolla y sus herederos a lo largo del siglo XIX.

 

P: – Hay diferentes apreciaciones respecto a la influencia de la independencia de las colonias inglesas en América del norte, la Ilustración o la revolución francesa en el desarrollo de la crisis del orden monárquico colonial en Iberoamérica. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

FW: -Mi opinión, que no es sólo mía, es que el problema suele estar mal planteado al interrogarse por “los orígenes ideológicos de la revolución” cuya respuesta remite en general a la revolución francesa. Por un lado, porque se sostiene una relación de causalidad entre ideas, en este caso las de la Ilustración, y acciones revolucionarias, cuando muchas de esas ideas habían servido, por ejemplo, para fundamentar y legitimar a las políticas de la Corona en clave reformista.

Dicho de otro modo: las ideas ilustradas no promovían necesariamente procesos revolucionarios ni en España ni en Francia, ni en ningún lugar. Por el otro, porque se concibe al inicio del proceso revolucionario como el resultado de la maduración de una conciencia nacional y a sus líderes como portadores de un proyecto de emancipación nacional y social inspirado en la Revolución francesa. Como bien plantea la pregunta, el proceso se desencadenó por la crisis monárquica y sin ésta no sabemos qué hubiera pasado, al menos en lo inmediato.

Ahora bien, al desatarse la crisis y al plantearse a la revolución como una alternativa que debía dar lugar a la creación de nuevas comunidades políticas independientes basadas en valores y principios también novedosos (Libertad, Soberanía, Igualdad), cobraron un sentido revolucionario las ideas ilustradas pero también otras que provenían de la tradición política católica y española. Asimismo se pudo plantear que las revoluciones hispánicas formaban parte de un proceso revolucionario universal modelado (para bien o para mal) por la experiencia francesa.

 

En el caso del Río de la Plata, ¿cómo se extendió el uso del término revolución antes y qué sentido adquiere después de los sucesos de Mayo entre la elite criolla?

El término era poco utilizado en el siglo XVIII. Comenzó a circular más con la Revolución francesa y con la crisis de la monarquía española, pero en general con una connotación negativa. Recién a partir de 1810 se convirtió en un concepto político fundamental en el discurso político y social.

En ese marco cobró una valoración positiva y una mayor densidad al utilizarse para explicar y no sólo para referirse a profundos cambios políticos o sociales, pero también los de carácter moral, científico o intelectual. En términos conceptuales podría decirse que amplió su capacidad para designar estados de cosas y para anunciar otros inexistentes al incorporar nuevos usos y significados vinculados con la idea de cambio histórico que permitían orientar a los actores y dotar de sentido a las experiencias y procesos.

Vinculado con la pregunta anterior contribuyó, por ejemplo, a articular un nuevo marco de inteligibilidad para explicar sucesos inesperados y difíciles de procesar como las Abdicaciones de Bayona al considerarlos parte de un proceso de cambio histórico necesario e irreversible.

De ese modo, la crisis monárquica fue reinscripta en una interpretación mayor cuyo desenlace inevitable era la ruptura y la creación de un nuevo orden que debía dejar en el olvido los siglos de opresión colonial. Sin embargo, y esto es parte de su riqueza conceptual, revolución también siguió siendo utilizado para referirse a los conflictos internos que implicaban los constantes cambios de gobierno. Lo notable es que muchos atribuían esos conflictos a los males desencadenados por la revolución (disputas facciosas, ideológicas y regionales) y por eso me parece interesante considerarla como una suerte de Caja de Pandora que, junto a la esperanza, había traído también esos males a los que era necesario poner fin.

No es casual, entonces, que en las ocasiones en las que aparecía la posibilidad de institucionalizar un nuevo orden, se planteara la necesidad de concluir con la revolución, tal como lo hizo la Asamblea del año XIII pero también el Congreso que declaró la Independencia en Tucumán en 1816 y que pocos días después publicó un Manifiesto a los Pueblos que sería recordado por el título del Bando que lo acompañaba: “Fin a la revolución. Principio al orden”.

 

¿Cuáles fueron las diferentes interpretaciones y usos de los sucesos de Mayo en los conflictos internos, entre los grupos civiles, que se desarrollan hasta casi finales del siglo XIX?

La revolución de mayo se convirtió rápidamente en una suerte de mito de orígenes irrecusable. A diferencia de otros espacios de Hispanoamérica, no hubo actores relevantes que plantearan un regreso al orden colonial y monárquico. En ese sentido era invocada por todos los actores políticos para procurarse legitimidad, tal como lo hicieron unitarios y federales, porteños y provincianos, o la generación romántica.

De ese modo no se ponía en cuestión a la revolución, sino su significado preciso y, sobre todo, quiénes eran sus legítimos herederos y continuadores. Por ejemplo, el rosismo siempre la reivindicó, aunque poniendo mayor énfasis en la declaración de la independencia (eso se puede apreciar, por ejemplo, en los documentos oficiales o en la prensa, cuyos encabezados solían incluir frases del estilo “X años de la libertad; X años de la independencia”). Y luego de su derrota, al producirse la separación de Buenos Aires del proyecto que unificó a las provincias bajo el liderazgo de Urquiza, ambos sectores proclamaban estar defendiendo y continuando el legado de 1810, mientras que acusaban a sus enemigos de haberlo traicionado.

 

¿Cómo se fue resignificando a partir de entonces? O ¿Qué sentidos tiene la Revolución de Mayo como mito de origen?

El carácter de mito de origen que tuvo la revolución de mayo para los pueblos rioplatenses se transfirió a la nación argentina, en la medida que ésta se fue constituyendo a lo largo del siglo XIX, y hoy sigue siendo así considerada como el nacimiento de la patria, al ser el momento de alumbramiento de una conciencia nacional.

Para ello fue importante la operación historiográfica que hizo Bartolomé Mitre en su Historia de Belgrano, ya que logró construir un relato en el que se explica cómo se fue conformando esa conciencia a partir de fenómenos desarrollados durante el período colonial y cuyo destino era la creación de una nación republicana, liberal y democrática. Al producirse la consolidación del Estado nacional y el desarrollo de sus instituciones, sobre todo las educativas, este discurso se fue articulando con otros que apuntaban a consolidar una identidad nacional y que fue muy exitoso, no sólo por obra del Estado. Basta pensar que casi todos los próceres que integran el panteón nacional son figuras de ese período, como Belgrano y San Martín, y que las dos grandes fechas patrias son la revolución y la independencia.

 

Por un lado planteás que la Revolución de Mayo tuvo una rápida institucionalización, ya desde 1811. ¿A qué se debe? ¿En qué medida contribuyó a involucrar de manera activa a los sectores populares en el proceso político y los conflictos militares que deparaba la revolución?

El carácter rupturista de la revolución y su consideración como un nuevo punto de partida se produjo en el marco de un enfrentamiento entre quienes adherían al nuevo orden y quienes desconocían a las autoridades revolucionarias que implicó, de algún modo, el paso de la crisis a la revolución y la guerra (y, así, a una más clara delimitación entre quiénes estaban de un lado y quiénes estaban del otro, algo que no era tan claro al principio).

La ruptura producida en mayo de 1810 comenzó a conmemorarse al año siguiente y se institucionalizó en 1813 con las fiestas mayas. De ese modo, los gobiernos y las autoridades aspiraban a legitimarse, pero estos festejos también tenían una “función pedagógica” orientada a transmitir nuevos valores, ya que en los mismos tenían una gran participación los sectores populares. Por su parte, el proceso de militarización que implicó la movilización de una parte importante de la población urbana y rural, fue el marco en el que los sectores populares se politizaron e incorporaron a la revolución como el momento de nacimiento de la patria por la cual estaban luchando.

 

Volviendo a los artículos compilados, es interesante la experiencia de las Antillas, en la que aparece el eco de la revolución haitiana en los sucesos que se están desarrollando en la metrópoli francesa. ¿Qué elementos destacarías de esta mutua influencia?

Una de las cosas que quisimos hacer con el libro, además de analizar las revoluciones desde una perspectiva conceptual y comparada, es plantear la necesidad de considerar sus conexiones, ya sea porque formaran parte de un mismo proceso, por considerar a otras como modelo a seguir o a rechazar, porque compartían valores e ideas, etc. En ese sentido quisimos superar un error habitual que es reducir estas conexiones a una especie de difusión desde el centro a las periferias, cuando los vínculos se daban en distintas direcciones.

En el caso de las revoluciones en las Antillas francesas se pueden apreciar estas conexiones, tanto en relación a la metrópoli, ya que los sucesos de sus colonias americanas afectaban las decisiones de las dirigencias de la Francia revolucionaria y napoleónica, pero también en relación al resto del continente, ya que esa experiencia así como también los movimientos en los Andes liderados por Tupac Amaru y Tupac Katari, fueron una especie de fantasmas para las elites criollas que temían la deriva étnica y social que podían llegar a tener las revoluciones.

Y lo mismo puede decirse de los movimientos en la América española y portuguesa en relación a Europa y a cómo pensar los vínculos. A veces se pierde de vista que se trataba de un mundo muy conectado, quizás porque esa conexión no tenía la velocidad y fluidez que tienen en la actualidad. Pero basta ver la prensa y la correspondencia del período, para advertir el interés que tenían los sucesos del mundo.

 

*LID