11 enero, 2024
A partir de las palabras de despedida que dejaron figuras como Anne Sexton, Violeta Parra, Kurt Cobain o Leopoldo Lugones, el multifacético escritor catalán Marc Caellas analiza, clasifica y conversa con los textos finales sin juzgar ni justificar y logra que su obra «Notas de suicidio» se convierta en una antología de tono ensayístico.
Por Ana Clara Prez Cotten*
A partir de las palabras de despedida que dejaron figuras como Anne Sexton, Violeta Parra, Kurt Cobain o Leopoldo Lugones, el multifacético escritor catalán Marc Caellas analiza, clasifica y conversa con los textos finales sin juzgar ni justificar y logra que «Notas de suicidio» se convierta en una antología de tono ensayístico con una mirada rica y profunda sobre quienes toman la decisión más extrema.
Es mejor quemarse que apagarse lentamente, dice el cantante de Nirvana en su texto de despedida, en un homenaje a Neil Young. «Me fui a dormir un rato más largo de lo habitual. Llamad a ese rato eternidad», propone desde su carta el escritor polaco Jerzy Kosinski. El artista Alberto Greco hizo de su último acto una obra de arte y escribió en su mano izquierda una única palabra: fin.
Nacido en Barcelona en 1974, Caellas es escritor y dramaturgo, reconocido por su extensa producción literaria acerca de Latinoamérica. Polifacético, además de dirigir obras teatrales, alimentó durante años un proyecto narrativo en el que el que retuerce el nombre de las ciudades en las que vivió para dotarlas de una dimensión más profunda. Publicó los volúmenes «Carcelona» (2011), «Caracaos» (2015) y «Drogotá» (2017), y «Neuros Aires», el año pasado publicado por Libros El Zorzal. Cuando cerró su exploración urbana, se volcó al ensayo y en ese terreno se inscribe «Notas suicidas».
El libro, editado por Interzona, nació a partir de «Suicide Notes», un espectáculo audiovisual que Caellas estrenó junto a David G.Torres en Barcelona en enero de 2020 que contaba con música en vivo y que estaba basado en la lectura catártica y colectiva de varios suicidas eminentes. Se valió para eso de investigaciones, ensayos y lecturas que desde hace años lo interpelan y que permiten romper un tabú: de eso no se habla.
«¿Cuál es la mejor manera de dejar este mundo?», se pregunta en las primeras páginas Caellas y advierte que como escritor, director de teatro y artista le interesa más la forma que el resultado, más el concepto que la consecuencia, más el estilo que la trama.
«El suicidio -propone- es una manera de llevar al límite las propias convicciones sobre la vida y la muerte, el modo extremo en el que unos valores se ponen a prueba de forma definitiva». Y más allá del trabajo de «compilación», Caellas se permite alguna confesión: que lo tranquiliza la posibilidad del recurso aunque no sea fácil concretarlo y asume que el tema le interesa porque «tiene problemas con la vida». El suicidio -define con lucidez-es una derrota en la lucha a muerte con la vida.
Bajo la idea de que toda escritura es finalmente póstuma, el autor lee las cartas de suicidio en la clave del texto literario. Y esa idea se respeta al punto que la edición usa tinta azul para destacar, marcar o diferenciar la palabra de quien decide poner punto final. ¿Qué es una nota de suicidio?, se pregunta al principio. En principio, un imperativo. Ante la idea de terminar con la propia vida se impone la necesidad del uso del lenguaje: un SMS, un tuit, una carta de puño y letra. «La nota de suicidio se anticipa a un posible epitafio», propone Caellas sobre el último intento de comunicación con otro ser humano. No se desvela por entender los motivos del protagonista de la decisión, una actitud que sería absolutamente neurótica: «La nota de suicidio acostumbra a ampliar y a expandir las preguntas que inevitablemente nos hacemos al pensar en el amado suicida que ya no está presente para rebatir nuestros más afilados argumentos. La nota de suicidio es un intento de comunicación, sí, pero un intento fallido que pone en evidencia la imposibilidad de esa comunicación. Es una confesión de que la palabra ya no alcanza».
A partir de este punto, Caellas estipula categorías para poder aprehender aquello que se escapa: notas de suicidio «para consolar a los padres», las anticipadas, las escuetas, «para el marido/esposa», en pareja, la «que ordena y pide», la teatral y más. De esta forma, cercando su «objeto de estudio», no logra explicarlo (algo que tampoco se propone) sino que desde la ironía y el desparpajo logra otro tipo de entendimiento.
El ensayo de Caellas -que crece con los recortes de las cartas que han dejado artistas, poetas y psicoanalistas- avanza hasta el caso paradigmático del autor francés Edouard Levé a quien considera un caso paradigmático de «la nota de suicidio literario». Lo de él, más que una nota, fue parte de una obra: «Suicidio», se llama su última novela que envió a su editor y, diez días después, se mató.
«A partir de las palabras de despedida que dejaron figuras como Anne Sexton, Violeta Parra, Kurt Cobain o Leopoldo Lugones, el multifacético escritor catalán Marc Caellas analiza, clasifica y conversa con los textos finales sin juzgar ni justificar y logra que «Notas de suicidio» se convierta en una antología de tono ensayístico con una mirada rica y profunda sobre quienes toman la decisión más extrema»
«Es una bellísima nota de suicido escrita en forma de carta de amor ¿A quién va dirigida esa carta? El filósofo Simon Critchley especula que es una carta de amor del autor al autor, de una versión más vieja a una versión más joven de sí mismo, en lo que se trataría de una especie de bucle narcisista. Suicidio es una obra de arte que sobrevive de manera infinita a su autor», advierte Caellas. El autor acepta que durante años estuvo obsesionado por el caso de Levé: «Me descolocaba que un tipo que hubiera escrito Autobiografía, libro tan inteligente como vitalista como juguetón, se hubiera matado a los cuarenta y dos años».
El ensayo, que cierra con una «bibliografía suicida» donde hay autores como «Suicidios ejemplares» de Enrique Vila Matas, los diarios de Alejandra Pizarnik o «Agencia general del suicidio» de Jacques Rigaut, se acerca al suicidio como una performance en la que el artista desaparece para dejar latiendo el porqué en los demás y es en ese punto que un acto tan privado o individual toma indefectiblemente carácter social.