2 febrero, 2024
Rodrigo de Loredo recuperó una famosa enumeración del cuento/ensayo «El idioma analítico de John Wilkins» y Alberto Benegas Lynch (h) mencionó el relato «Utopía de un hombre cansado».
Por Carlos Daniel Aletto*
La literatura de Jorge Luis Borges se coló en el Congreso durante las últimas horas en el marco del debate de la Ley Ómnibus a partir de una cita del diputado Rodrigo de Loredo, que recuperó una famosa enumeración del cuento/ensayo «El idioma analítico de John Wilkins», mientras que el legislador Alberto Benegas Lynch (h) mencionó el relato «Utopía de un hombre cansado», texto donde en una distópica pampa argentina se reflejan los ideales del liberalismo inglés del siglo XIX.
Otras Inquisiciones
En el comienzo de «El idioma analítico de John Wilkins», relato incluido en el libro «Otras Inquisiciones», de 1952, el escritor dice que en «cierta enciclopedia china» está escrito que «los animales se dividen en a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas».
En el debate de la Ley Ómnibus, contrastando con el resto de las exposiciones más pragmáticas y menos alegóricas, sin citas literarias, el diputado de Loredo, presidente del bloque de la Unión Cívica Radical, citó de memoria (con algunas omisiones) la enumeración y de inmediato interpretó: «Lo que nos dice Borges es que toda clasificación que se quiera hacer del universo siempre es arbitral, por una sencilla razón: no sabemos qué cosa es el universo».
Esta misma cita -también utilizada por Michel Foucault en su libro «Las palabras y las cosas»- ya había sido mencionada por el escritor y crítico de arte Daniel Molina el 27 de diciembre en su cuenta de X, cuando señaló: «¿El rejunte infernal de la Ley Ómnibus no les hizo acordar a la enciclopedia china que Borges imagina como una gran metáfora del caos en ‘El idioma analítico de John Wilkins’?».
De Loredo formuló su propia secuencia de preguntas retóricas: «¿Qué son estos aspectos legales? ¿Un plan de gobierno? ¿Las herramientas que necesita el gobierno para la gestión? ¿Un plan fiscal? ¿Un plan de estabilidad económica? ¿Un plan de estabilidad tributaria? ¿Una batalla cultural? ¿Una cortina de humo o chivo expiatorio? ¿El compendio de reformas atrasadas que las juntaron todas juntas? ¿Quién lo escribió? ¿Cuándo lo escribieron? ¿Dónde lo escribieron? ¿Nos libera de intereses o nos compromete con otros intereses? ¿Es urgente? ¿Nos libera de algunas corporaciones o nos somete a otras presidentes? No hay un consenso pacífico de qué es esto por la sencilla razón que nadie sabe con claridad qué es este texto legal», arremetió.
También el diputado de la Libertad Avanza Alberto Benegas Lynch (h) utilizó a Borges para hablar de la sobrevaloración de la figura del político. El legislador apeló en ese caso a un fragmento del cuento «Utopía de un hombre que está cansado», un relato incluido en «El libro de arena» (1975). En este caso no repitió de memoria, como hizo De Loredo, sino que dio solamente su interpretación del cuento.
El recorte al que se refirió el diputado liberal dice: «De todas las funciones, la del político era sin duda la más pública. Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado que era preciso trasladar en largos y ruidosos vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y aguardado por ansiosos fotógrafos. Parece que les hubieran cortado los pies, solía decir mi madre».
El cuento de Borges narra con una escritura irónica y paródica cómo un viajero en el tiempo se encuentra en una travesía al futuro con un mundo distinto «utópico», en el que Adolf Hitler aparece como benefactor de la humanidad. En esa futura llanura pampeana la pobreza y la riqueza no existen y todos los hombres tienen una vocación y a los cien años tienen la opción de suicidarse.
Benegas Lynch hace referencia al momento del cuento en que el alter ego de Borges (Eudoro Acevedo, nacido en el fin de siglo XIX, escritor, profesor de literatura y autor de cuentos fantásticos) pregunta: «¿Qué sucedió con los gobiernos?» y el hombre del futuro contesta: «Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos».
Estas citas no son arbitrarias. Hay cierto retorno a ideas del siglo XIX que el padre de Borges, Guillermo, inculcó en su hijo y que reaparecieron con fuerza hace unos días en el discurso que dio el presidente Javier Milei en su paso por el Foro de Davos.
El pensamiento del autor de «Ficciones», legado de su padre y fomentado por su madre, estaba orientado al anarcoliberalismo, el mismo que comulga Milei y que tiene como una de sus banderas la desaparición del estado. El padre de Borges profesaba el anarquismo filosófico de raíz liberal spenceriana, al igual que su amigo Macedonio Fernández. Uno de sus máximos pensadores, el inglés Herbert Spencer (1820-1903) predijo desde su primer libro, «Social Statics» (1851), que la humanidad eventualmente se adaptaría completamente a las exigencias de la vida en la sociedad con la consecuente desaparición del Estado.
Lo paradójico es que Borges vivía de su trabajo en una dependencia estatal, cobraba el premio Municipal que consiste en un subsidio de por vida, tenia una remuneración por su labor en bibliotecas públicas, cobraba al Estado por conferencias y fue director (no ad honorem) de la Biblioteca Nacional. Cuando regresó el peronismo en 1973, se lamentaba ante el entrevistador de la Revista Gente diciéndole que no sabía de qué iba a vivir. La venta de los libros no alcanzaba para comer.
Spencer era conocido por su concepto de darwinismo social. Así como Darwin acuñó la frase «supervivencia del más apto», el filósofo inglés trató de aplicar la teoría de la evolución biológica a la sociología: apuntaba a un Estado reducido a las funciones mínimas del cumplimiento de los contratos y la defensa exterior. Argumentaba que el Estado no era una institución «esencial» y que se «descompondría» conforme la organización voluntaria de mercado reemplazara los aspectos coercitivos del Estado. También argumentaba que el individuo tenía un «derecho a ignorar el Estado» y que no debería tolerar ninguna interferencia del Estado. Su obra más notable se llama «El hombre contra el estado».
Todos estos conceptos subyacen en varios cuentos y ensayos del escritor. Existe un asombroso y casi profético encuentro entre la obra de Borges y las declaraciones en Davos de Milei, que revelan sorprendentes similitudes en torno al nacionalismo y al papel del Estado. En su ensayo «Nuestro pobre individualismo», escrito en 1946, el escritor deja entrever una visión única del argentino como un individuo antes que un ciudadano, desconfiando del Estado y mostrando afinidad por la libertad individual.
Mucho se habla en estos días de las profecías de Benjamín Solari Parravicini, un libro escrito con la oscuridad característica de los textos sibilinos, pero nada se ha dicho sobre la asombrosa visión de Borges, ahora citado por los diputados de Loredo y Benegas Lynch. El autor de «El Aleph» y «Ficciones» se declaraba un «anarcoindividualista spenceriano» y en el ensayo de «Otras Inquisiciones» señala: «El nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente molesto; esa utopía, una vez lograda en la tierra, tendría la virtud providencial de hacer que todos anhelaran, y finalmente construyeran, su antítesis».
Esa antítesis es la expresión de Milei, quien en Davos expresó ideas que parecen resonar con el pensamiento político de Borges. El presidente argentino advirtió sobre la amenaza que representa la creciente inclinación hacia el socialismo en Occidente, señalando la cooptación de valores fundamentales por parte de líderes políticos. Milei defendió la libertad económica, el gobierno limitado y la propiedad privada como esenciales para el crecimiento y la prosperidad.
Borges señala que el «argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado» y atribuye esta característica a «la circunstancia de que, en este país, los gobiernos suelen ser pésimos». El escritor observa que el argentino se identifica más como individuo que como ciudadano. Milei, por su parte, en Davos critica la creciente intromisión del Estado en la vida de los individuos, presentando al empresario exitoso como un benefactor social.
Borges en 1946 y Milei en 2024 recalcan que el rol del Estado es un problema grave. Uno planteaba que la intromisión estatal era una «inconcebible abstracción», mientras que otro afirma en la actualidad que «el Estado no es la solución, es el problema mismo».