2 octubre, 2023
La enfermedad de hígado graso no alcohólica (EHGNA) engloba una serie de afecciones hepáticas en personas que toman poco o nada de alcohol. Es decir, se la denomina así para diferenciarla de las lesiones que provoca en el hígado el abuso de esta sustancia.
La forma más común de la enfermedad y también la menos grave es el hígado graso o infiltración de grasa simple, que consiste en la acumulación de un exceso de grasa en las células hepáticas. La otra forma, más agresiva y en la que la grasa tiene un efecto tóxico sobre el hígado, se llama esteatohepatitis no alcohólica y se caracteriza por que se produce daño inflamatorio en las células hepáticas (hepatocitos) y da lugar a inflamación del hígado debido al exceso de grasa (de ahí su nombre: esteato -grasa-;hepatitis– inflamación del hígado). Esta patología, la esteatohepatitis no alcohólica, es muy difícil de distinguir de la hepatitis alcohólica y es la presencia o no de consumo de esta sustancia, lo que orienta el diagnóstico.
Con el tiempo, la esteatohepatitis no alcohólica puede evolucionar a enfermedades hepáticas avanzadas como fibrosis (el tejido sano es sustituido lentamente por cicatrices que surcan y deforman el hígado). Ésta puede evolucionar a cirrosis (el hígado está completamente lleno de cicatrices y su superficie se endurece), tumores e insuficiencia hepática. Estas enfermedades avanzadas pueden provocar la muerte.
Se trata de una afección cada vez más frecuente que puede estar relacionada con la obesidad y el sobrepeso o con enfermedades como la diabetes. Es una de las causas más frecuentes de trasplante de hígado.
Cuando hay hígado graso, el organismo sintetiza más grasa y puede ralentizarse el procesado (metabolismo) y la excreción de esta. No obstante, es muy frecuente que el hígado graso no alcohólico no manifieste síntomas y curse como una enfermedad silenciosa, aunque en algunos casos puede aparecer cansancio, malestar general y provocar dolor o molestias en la parte superior derecha del abdomen.
En el caso de que el exceso de grasa actúe como una toxina que cause inflamación y se produzcan esteatohepatitis no alcohólica y cirrosis, puede haber hinchazón abdominal debido a la acumulación de líquido (ascitis), hinchazón de las venas del esófago, que pueden romperse y sangrar, agrandamiento de bazo, palmas rojas, color amarillento de los ojos y la piel (ictericia), picazón y confusión mental.
Si el proceso de fibrosis y cirrosis no se interrumpe, pueden evolucionar a cáncer de hígado e insuficiencia hepática terminal, lo que significa que el hígado ha dejado de funcionar.
Aún no se conocen bien la causa última de esta enfermedad. No obstante, parece estar relacionado con dieta, posible resistencia a la insulina, y alteraciones genéticas.
Son factores de riesgo habituales por las que se acumula grasa en las células hepáticas:
Por otra parte, la esteatohepatitis no alcohólica es más probable en personas mayores, con diabetes y personas con altos niveles de grasas en sangre.
Cuando hay hígado graso, el organismo sintetiza más grasa y puede ralentizarse el procesado (metabolismo) y la excreción de esta. No obstante, es muy frecuente que el hígado graso no alcohólico no manifieste síntomas y curse como una enfermedad silenciosa, aunque en algunos casos puede aparecer cansancio, malestar general y provocar dolor o molestias en la parte superior derecha del abdomen.
Tienen mayor riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico las personas obesas -especialmente cuando el exceso de peso se concentra en el abdomen.
Tienen más riesgo de desarrollar hígado graso las personas con sobrepeso
En el caso de que el exceso de grasa actúe como una toxina que cause inflamación y se produzcan esteatohepatitis no alcohólica y cirrosis, puede haber hinchazón abdominal debido a la acumulación de líquido (ascitis), hinchazón de las venas del esófago, que pueden romperse y sangrar, agrandamiento de bazo, palmas rojas, color amarillento de los ojos y la piel (ictericia), picazón y confusión mental.
Si el proceso de fibrosis y cirrosis no se interrumpe, pueden evolucionar a cáncer de hígado e insuficiencia hepática terminal, lo que significa que el hígado ha dejado de funcionar.
El tratamiento se basa en controlar o eliminar la posible causa con el propósito de que la enfermedad no avance y no llegue a producir inflamación. Una de las medidas más habituales suele ser perder peso, ya que una disminución del 7% puede reducir la inflamación y la esteatohepatitis no alcohólica y un 10%, contribuir a revertir la cicatrización y la fibrosis.
Igualmente, puede ser necesario dejar de tomar cualquier medicamento que lo esté causando y adoptar medidas para controlar la diabetes o la hipertensión arterial o para reducir el exceso de grasas en la sangre. En caso de beber ocasionalmente, aunque sea de forma mínima, alcohol, también debe abandonarse este hábito.
No existe una medicación específica para tratar la EHGNA. Por razones de seguridad, se debe consultar con el médico antes de usar suplementos dietéticos , como vitaminas, o cualquier medicamento o prácticas médicas de tipo complementario o alternativo. Algunos remedios a base de hierbas podrían en realidad dañar el hígado.
En el caso de que se produzca cirrosis y el funcionamiento del hígado comience a ser deficiente, se tratará ésta con medicamentos e incluso cirugía, pudiendo llegar en ocasiones a ser necesario un trasplante hepático.
4 consejos para cuidarse si se padece hígado graso
Además de las medidas vistas en el apartado anterior, también será conveniente modificar el estilo de vida siguiendo las siguientes recomendaciones:
1. Baja de peso.
Reduce la cantidad de calorías que consumes cada día y practica ejercicio regularmente: intenta hacer por lo menos treinta minutos diarios de actividad física. Si es necesario, pide ayuda a tu médico o dietista.
2. Opta por una dieta saludable.
Comer en abundancia frutas, verduras y legumbres, así como decantarte por grasas saludables como el aceite de oliva y las harinas integrales te ayudará a perder peso y a cuidar de tu salud. Trata de evitar también los alimentos procesados, así como las bebidas azucaradas y el alcohol.
3. Mantén bajo control tu diabetes y el exceso de colesterol.
Toma los medicamentos que te indique el especialista y cuida tu dieta. Realízate controles y revisiones periódicamente.
4. Vacúnate contra la hepatitis A y B.
De esta manera, reducirás el riesgo de desarrollar ambas infecciones de hígado.