20 mayo, 2021
Según una investigación del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA, una de cada tres personas que se infectaron con el nuevo coronavirus realizan tratamiento psicológico y el 67% de quienes no lo hacen, considera necesitarlo
Hasta abril de 2021 han sido diagnosticadas con COVID-19 unas 135 millones de personas en el mundo causando la muerte de más de 3 millones de personas. En Argentina, más de 3 millones de personas han recibido el diagnóstico de COVID-19 positivo mientras que más de 70 mil personas han fallecido a causa de esta enfermedad.
Al comienzo de la pandemia de COVID-19 existió una fuerte preocupación por los riesgos neurológicos que pudieran presentar las personas infectadas. Luego, esta preocupación comenzó a extenderse a sus secuelas psiquiátricas y psicológicas. Varios estudios revelan el impacto de la pandemia en la salud mental en Argentina. Uno de ellos estudió reacciones emocionales durante la primera semana de cuarentena obligatoria establecida por el gobierno y obtuvo resultados que mostraron claros síntomas de ansiedad y depresión, especialmente en el grupo etario más joven, de 18 a 25 años.
Recientemente, la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a través del Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA), presentó el informe de una encuesta denominada “Secuelas psicológicas en personas que tuvieron COVID-19”. Los resultados de la investigación indicaron altos niveles de sintomatología ansiosa, depresiva y riesgo suicida en personas que sufrieron COVID-19. Además, presentaron también mayor número de cambios negativos en la memoria y la atención.
“Hay cada vez más evidencia de que el COVID-19 puede tener efectos neurológicos al menos durante los meses siguientes a la infección. Dado que no contamos con estudios publicados sobre secuelas psicológicas del COVID-19 a la fecha, realizados en población argentina, este estudio se propone evaluar algunas de las posibles secuelas psicológicas en nuestra población”, reza el informe.
Las secuelas son alteraciones funcionales u orgánicas, con tendencia a persistir, que aparecen a raíz y como consecuencia de una enfermedad, un traumatismo o una intervención quirúrgica. En el campo psicológico, en términos generales las secuelas psicológicas o emocionales incluyen la sintomatología psicológica o mental que se presenta a partir de determinado evento estresante y/o traumático.
Las pandemias son estresores multidimensionales que afectan diversas áreas de la vida de las personas, obligándolas a un esfuerzo de adaptación mayor. Resultar infectado en este contexto constituye un desafío mayor para las personas en general. La sintomatología ansiosa, depresiva y el estrés postraumático han sido descriptos en pandemias anteriores y los trastornos de ansiedad así como la sintomatología ansiosa que no llega a conformar cuadros psicopatológicos también son de los aspectos importantes a considerar en la psicología de las pandemias.
“Si bien la ansiedad es una emoción normal frente a situaciones de peligro y en ese sentido la sintomatología observada es la reacción esperable de personas afectadas directamente por la pandemia al encontrarse infectadas, elevados niveles de ansiedad, prolongados en el tiempo, pueden precipitar el inicio de trastornos mentales. Entre los más frecuentes, pueden contarse los trastornos de ansiedad por la salud, los trastornos relacionados con traumas (particularmente los trastornos por estrés agudo y postraumático), y diferentes tipos de trastornos adaptativos”, aseguran los investigadores.
En el estudio, el 57.3% de la muestra presentó síntomas compatibles con depresión clínica, asociada a un mayor riesgo de deterioro cognitivo. “Los resultados de nuestro estudio muestran que quienes cursan la enfermedad de manera más grave, tienen después mayores problemas en el área de la memoria y la atención, lo que se ha difundido como neblina mental. En particular, los más afectados son quienes deben ser internados en las unidades de cuidados intensivos (UTI)”, explicaron.
“Además -continuaron-, según nuestros hallazgos, quienes son internados en sala con asistencia respiratoria tienen luego más problemas neurocognitivos que quienes no requieren dicha asistencia, de modo que se sugiere la posibilidad de una relación entre la gravedad de la enfermedad y la gravedad de las fallas cognitivas que persisten”.
El 93,54% de los participantes reportó experimentar malestar psicológico o problemas emocionales y diferentes maneras de afrontarlo. La mitad de los participantes informó realizar actividad deportiva para afrontar su malestar emocional o psicológico y entre estas personas se observaron menores niveles de sintomatología ansiosa. En este sentido, los hallazgos confirman la necesidad de estrategias de salud que promuevan la actividad física que no conlleve riesgos infectológicos.
La capacidad de atención empeoró según lo percibieron 46 de cada 100 participantes de este estudio y la memoria también lo hizo según 43 de cada 100 participantes. En relación al deterioro neurocognitivo, futuras investigaciones deberán explorar el rendimiento cognitivo de las personas recuperadas de COVID-19 con instrumentos de evaluación objetiva, ya que, por razones metodológicas, en el presente estudio se incluyeron solamente instrumentos subjetivos, es decir, donde la persona evalúa su propia capacidad de memoria o atención.
El 93,54% de los participantes reportó experimentar malestar psicológico o problemas emocionales. Cuando se les preguntó a los participantes qué hacían cuando experimentaban malestar psicológico o tenían problemas emocionales (se podían marcar varias opciones), las respuestas fueron: el 53,36% dialoga con amigos (a través de medios virtuales), el 34,09% recurren a un profesional psicólogo/a, el 29,24% practica un deporte, el 24,79% realiza actividades artísticas, el 19,94% toma medicación, sin especificar cuál, el 18,59% practica el rezo, el 9,16% consume alcohol.
Al preguntarles directamente si se encontraban en tratamiento psicológico, el 32% de los participantes contestó que sí. De los 501 participantes que respondieron que no, el 67% dijo que consideraba necesitarlo.
“Frente a otros hallazgos en estudios previos, estos resultados resultan alentadores. La necesidad de orientación, asistencia, prevención y tratamiento de los trastornos mentales durante la pandemia resulta evidente a la luz de los hallazgos de los estudios realizados en población argentina por diferentes equipos de investigación. Los resultados generales muestran la relevancia de los factores psicológicos y promueven la inclusión de los mismos a la hora de implementar seguimiento de las personas que han sido infectadas por COVID-19. La inclusión del impacto psicológico del COVID-19 resulta de importancia tanto para la evaluación de las medidas de restricción para el control de la propagación del virus como para la prevención y asistencia de secuelas psicológicas de aquellos que han atravesado esta enfermedad”, concluyeron.
*IB, NA