José Gobello, fundador de la academia de lunfardo, Javier Martínez de Manal.
El lunfardo, ese argot que surgió con el flujo inmigratorio del siglo XIX, no solo sigue vigente sino que ha cruzado su léxico con el español rioplatense, enriqueciéndolo y convirtiéndolo en parte fundamental del idioma de los argentinos y en expresión ineludible para la literatura, el tango y el rock, según coinciden escritores y académicos a propósito del primer congreso dedicado al tema que tiene lugar por estos días y que cierra mañana en coincidencia con el Día del Lunfardo.
¿Cuál es la vigencia de este vocabulario popular de vocación lúdica e irreverente, que sobrevive en expresiones como infumable, guacho, estar manija, ortiba o piolardo, y que rescata palabras que tienen una rica historia vinculada a la expansión social, económica y cultural del país? Sobre esas y otras cuestiones reflexionan hasta mañana especialistas de la Argentina, Italia, Polonia, Francia, España y Lituania que asisten al Primer Congreso de Lunfardo, organizado por la Academia Porteña de Lunfardo de manera virtual y gratuita a través de su canal de Facebook.
A propósito de esa actividad y del Día del Lunfardo que se celebra los 5 de septiembre en homenaje a José Gobello -el fundador de la Academia Porteña del Lunfardo-, cuatro escritores y académicos especializados en el tema explican cómo este conjunto de expresiones nacieron en el siglo XIX, se popularizaron transversalmente en las clases sociales, se introdujeron en la mejor literatura nacional o en el tango y aun siguen vigentes en palabras que usamos a diario.
El lunfardo es un argot, un vocabulario popular integrado por palabras y locuciones que se comenzó a formar en las ciudades ribereñas al Río de la Plata (Buenos Aires, Montevideo, Rosario, La Plata) en la década de 1870.
Oscar Conde, académico de número de la Academia Porteña del Lunfardo, señala cómo su surgimiento estuvo dado por el enorme flujo inmigratorio europeo que recibió nuestro país durante casi 50 años, «de modo que en el lunfardo primitivo había una importante presencia de voces y expresiones tomadas de lenguas europeas y originarias, y de africanismos».
Por su arte, el escritor y docente Sergio Pujol, especializado en música popular, dice que «el lunfardo es tanto el vestigio de una época – la de la inmigración masiva, en aquella Buenos Aires narrada por el tango, los folletines y los sainetes – como una marca identitaria de nuestra lengua, aquello que hace que el castellano que hablamos en el Río de La Plata, y por extensión en todo el país, sea el idioma de los argentinos».
El lingüista y lexicógrafo Santiago Kalinowski, quien dirige el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, indica a Télam que «con las olas de inmigrantes provenientes de la península itálica se dio una situación de contacto lingüístico en la que se fue gestando lo que hoy conocemos como lunfardo».
«Pero no fueron solamente sus lenguas lo que aportaron los inmigrantes», especifica. Y agrega que también trajeron consigo «una cantidad de ideas, que crepitaron vivamente en la sociedad argentina de su tiempo, acerca de qué significaba ser de clase trabajadora y acerca de cómo organizarse para lograr un salario digno trabajando en condiciones adecuadas».
Sin demora, quienes sobre finales del siglo XIX se beneficiaban del orden económico imperante reconocieron a ese pueblo trabajador urbano, con fuerte influjo inmigrante, como una amenaza. Y uno de los modos más inmediatos de identificarlo fue a través del habla. Así es que surgen las diferentes censuras y prohibiciones que sufrió el lunfardo en la historia sucesiva, no como una defensa de la supuesta pureza del español -excusa siempre neblinosa-, sino como un intento de estigmatización de un actor político potente que venía a poner en riesgo el orden conservador. Esa amenaza, vislumbrada temprano por las elites, se vio plasmada políticamente unas décadas más tarde con la llegada a la presidencia de Hipólito Yrigoyen.
El miembro de la Academia Porteña del Lunfardo y la Academia Nacional del Tango, Marcelo Gobello, un apellido que heredó de su tío abuelo, José Gobello, es periodista especializado en música popular, autor de 34 libros sobre sobre rock, jazz, blues y otros géneros. Cuando el propio tango había dejado de lado los usos del lunfardo en su lírica durante los años de ocaso popular en la mitad de la década del sesenta, «es justamente el emergente movimiento de rock en castellano (rock ‘argentino’, no nacional como le gusta aclarar a uno de sus padres fundadores, Litto Nebbia) el que recoge las banderas de ese vocabulario popular compuesto por términos de diverso origen que el hablante de Buenos Aires incorporó históricamente a su habla cotidiano y se extendió por todo el país», explica el autor de «Banderas en tu corazón» y «Astor Piazzolla, su ciudad y su mundo».
Por esta razón Pujol, autor de «Rock y dictadura, crónica de una generación» y «El año de Artaud» sostiene que lo interesante del lunfardo es su posibilidad prácticamente ilimitada de ampliación del vocabulario corriente: «No es un glosario muerto, si bien varias voces del lunfardo «histórico» han caído en desuso, sino un repertorio de términos que abrevan en diferentes fuentes socioculturales», especifica.
El lunfardo está vigente, no solo en las palabras del pasado (bondi lleva más de 120 años de uso, por ejemplo), como «morfar», «quilombo» o «cobani», sino en palabras más recientes, como «argento», «histeriquear», «sarpado», «limar», «infumable», «estar manija», «irse de mambo» o «hacerla corta», enumera Conde, quien aclara que en los últimos cien años los lunfardismos esencialmente se tomaron básicamente de voces españolas a partir de cambios morfológicos o semánticos: «Si bien en su origen el lunfardo fue un argot rioplatense desde hace décadas es ya un argot de toda la Argentina», aclara.
Pujol, también autor de «La década rebelde: los años 60 en la Argentina», dice que Enrique Santos Discépolo lo empleó en sus primeros tangos y lo defendió a lo largo de toda su vida, militó a favor del lunfardo en épocas de fuertes tensiones entre «alta» y «baja» cultura: «Es interesante descubrir que le auguró al habla popular un triunfo sobre la Academia. Un triunfo político, sin duda, que revela la dinámica que han cobrado los procesos de hibridación cultural en la historia argentina», apunta.
Gobello explica que si bien el lunfardo no está presente en el génesis de nuestro rock, «sí aparece desafiante en las letras de pioneros como Javier Martinez, Moris y Pajarito Zaguri primero, en las de Miguel Cantilo y Charly Garcia después, hasta establecerse muy orondo a partir de los ochenta con Los Redondos y todos sus satélites. Cómo bien señalara Don José Gobello, ‘El tango se ha inculturado en el rock'», indica. Un sentido religioso de la palabra inculturación que significa el «proceso de integración de un individuo o grupo en la cultura y en la sociedad con las que entra en contacto».
Conde no duda de que en la compresión del lunfardo por los hablantes argentinos radica su importancia: «La difusión del lunfardo no debe medirse por la cantidad de personas que lo utilizan sino por la cantidad de personas que lo comprenden». Su presencia, a partir de los últimos años del siglo XIX y hasta la actualidad, se evidencia en las revistas ilustradas, en las páginas policiales de los diarios vespertinos, en las columnas de autores costumbristas o aguafuertistas, en el sainete y el grotesco criollo, en la narrativa y la poesía, en el cine, la radio, la televisión, las letras de géneros populares (tango, rock, cumbia, rap) y actualmente también en los intercambios a través de las redes sociales.
Para el investigador, el uso de palabras y locuciones lunfardas nos identifica cotidianamente en el diálogo con personas amigas, colegas y afectos cercanos: «En este léxico se plasma un modo de entender la realidad, una verdadera cosmovisión».
Por último, de acuerdo con las nuevas formas de leer la cultura y la lengua, Conde aclara que con relación al machismo dentro del vocabulario lunfardo, «no se verifican en los argots nada particular que los diferencie de la variedad lingüística en la que este léxico se inserta. Si hay un reflejo de machismo en el español rioplatense, lo habrá también en el lunfardo», explica. Y acota: «Y a esto no son ajenos los restantes vocabularios populares del mundo, como el parlache colombiano, el argot francés o español, el slang estadounidense o la gíria brasileña. Las expresiones machistas se hallan todavía en la mayor parte de los idiomas del mundo; por lo tanto, también pueden encontrarse en sus respectivos vocabularios populares».
La programación completa del congreso se puede consultar en el Facebook de la Academia Porteña del Lunfardo o en la página web .