17 septiembre, 2021
Por Alejandro Millán Valencia*
«¿Cómo hizo la naturaleza para crear un reloj a partir de neuronas?» Con esta pregunta como punto de partida, Dean Buonomano, profesor de neurobiología en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), comenzó a investigar cómo nuestro cerebro percibe el concepto del tiempo.
Y varias de sus conclusiones lo llevaron a escribir Your Brain is a Time Machine. The Neuroscience and Physics of Time («Tu cerebro es una máquina del tiempo. La neurociencia y física del tiempo»).
En el libro aborda varias teorías sobre la funcionalidad objetiva de los recuerdos y cómo nuestro cerebro tiene «varios relojes» que cuentan el tiempo.
Es por ello que varias revistas especializadas lo describen como «uno de los primeros neurocientíficos que comienzan a preguntarse cómo el cerebro humano codifica el tiempo».
Sumidos en una pandemia que ha alterado nuestra percepción del tiempo, hablamos de ello con Buonomano sobre ello y también le preguntamos sobre si existe el libre albedrío.
Le hemos dedicado mucho tiempo a pensar y escribir sobre el tema, pero pocas veces se ha tratado de definir.
Así que yo empezaría por ahí: ¿cómo definiría usted el libre albedrío?, ¿qué significa para usted?
Como usted lo acaba de decir, la respuesta a esa pregunta tiene que ver con cómo se elija definir libre albedrío. Yo elijo cuál es la definición de libre albedrío, tengo esa libertad. Es una decisión que toma mi cerebro.
Y de nuevo, una manera de decirlo es que el libre albedrío son las decisiones que toma mi cerebro, que, a la vez, define lo que es libre albedrío. Por eso es algo que va más allá de la ciencia o la física, lo trasciende.
Por qué digo esto, porque de acuerdo con las leyes de la física, el libre albedrío no existe como tal, porque todo debe obedecer a las leyes de la física. Nada puede salir de allí.
Entonces, aquí entra en juego otro elemento: el determinismo.
Y eso nos da dos visiones: la de que el futuro no existe y la de que ya está determinado, ya está previsto.
La primera versión apunta a que el futuro no existe porque aún no hemos tomado las decisiones que nos van a llevar a él, y la segunda a que puede estar ya definido porque no podemos obviar las leyes de la física.
Pero vamos a ponerlo en términos prácticos. Y ahí creo que podemos decir que el futuro no existe, porque es imposible predecir lo que van a hacer las personas o cómo se van a comportar.
Por ejemplo, si le pido que elija un número entre cero y 1.000, es imposible que yo pueda adivinar qué número va a elegir. En esa elección entran un sinnúmero de factores, además de que yo no tengo toda la información necesaria para poder adivinar su elección.
Como ve esto es un sistema caótico, muy difícil de predecir, sin embargo, todavía sigue siendo gobernado por las leyes de la física.
A lo que yo voy es que la gente se siente incómoda con la idea de que nuestras decisiones están limitadas o determinadas por las leyes de la física.
Y aunque no les guste, lo están. Por eso podemos decir que el libre albedrío es una idea, una ilusión.
Bueno, hacia allí iba. Lo que acabo de decir no significa que en la práctica todas las acciones sean predeterminadas.
Lo que yo creo que es importante es abrazar el hecho de que mis decisiones, mi libre albedrío, es consecuencia de la gestión de complicadas redes de información que son o fueron procesadas por mi cerebro.
Y esa información procesada depende de todas las experiencias que he tenido en la vida. Dependerá del lugar donde crecí, de lo que aprendí cuando era chico, de los países que visité, porque todas esas cosas van a moldear mis circuitos neuronales.
Por eso a mí me gusta pensar en el libre albedrío como todo ese proceso que ocurre en mi cerebro.
No. A ver, en esto hay que tener dos puntos de vista que, como usted señala, se desprenden de los puntos que hablamos antes y tienen que ver con la naturaleza del tiempo.
Por un lado, está una visión llamada presentista, que es básicamente que solo el presente es lo real. Y que el pasado fue algo real (cuando ocurrió).
O sea, puedo recordar cosas del pasado y el futuro no está determinado. Esta es una versión casi intuitiva, que casi todos los seres humanos tenemos.
Y además, como no podemos cambiar el pasado, se siente que nuestras decisiones están de alguna manera dándole forma a nuestro futuro.
Ahora, hay otra visión llamada eternalismo o universo en bloque.
En esta visión se señala que todos los momentos del tiempo son iguales, del mismo modo en que todos los puntos en el espacio son reales.
Por ejemplo: Londres y Los Ángeles son dos ciudades reales, que existen. Aunque yo esté parado en un solo punto -Los Ángeles- eso no significa que lo que pasa en Londres deja de ser real.
Lo que quiere decir esta teoría es que el tiempo es una dimensión, como el espacio, en el que todos los momentos del tiempo son igualmente reales aunque uno no los pueda sentir o vivir, porque está encerrado en un momento, en su presente.
Y lo que señala esta visión es que, al igual que no puedo sentir lo que pasa en Londres ahora mismo, tampoco lo puedo hacer con lo que va a pasar en el futuro, pero eso no significa que no sea real.
A ver, el eternalismo, de muchas maneras sugiere que nuestra percepción del tiempo está distorsionada o es una especie de ilusión.
¿Por qué? Porque para nosotros es difícil cambiar la noción de que el futuro es algo real, como que ese camino ya exista. Así que si el eternalismo está en lo correcto, nuestra visión del tiempo (y del mundo en general) sería engañosa, porque la mayoría está de acuerdo en que se siente como que el pasado se desvaneció y el futuro todavía está abierto.
De acuerdo con esa visión, posiblemente nuestra intuición y percepción estén a menudo equivocadas, pero yo estoy en contra de esa idea muchas veces porque nuestras intuiciones y percepciones se adaptan y evolucionan para ayudarnos a sobrevivir -de nuevo- en un universo controlado por las leyes de la física.
Por eso, nuestras intuiciones -en mi opinión- probablemente estén en lo correcto, por lo que ahora soy presentista.
No creo en la idea de que el futuro de alguna manera exista o que el pasado exista de una manera real.
Creo que solo el presente es real. Ahora, al decir una cosa así debo tener mucho cuidado con la teoría de la relatividad.
Porque el ser presentista no significa que todos tengamos el mismo presente. No implica, en lo absoluto, que hay un presente absoluto.
La pandemia alteró nuestra percepción del tiempo»
Por ejemplo, sabemos que los relojes cambian dependiendo de la velocidad de su potencial gravitacional. O sea, eso implica esa parte de la relatividad que señala que la velocidad a la que cambia un reloj o la tasa del paso del tiempo que cuenta un reloj depende de los efectos del potencial gravitacional.
La magnitud de ese potencial aumenta y disminuye de acuerdo con la cercanía al centro de gravedad ya sea en la Tierra o en el espacio. Todo esto para decir que los relojes cambian a diferentes tasas.
Lo que nos deja claro que no hay un presente absoluto o, incluso, un tiempo absoluto.
Volvemos al principio: depende de qué definamos por tiempo.
Yo creo, desde mi experiencia, que tiempo es una palabra. Una palabra que en inglés es principalmente utilizada como sustantivo y tal vez esa sea la razón por la que tiene tantos usos.
Puede referirse a cómo está el clima (algo que también pasa en el español) o a qué hora es.
Pero si nos referimos a su principal significado, tiene que ver con una medida de cambio. Que es medida por un reloj.
Pero los hechos que vivimos, los lugares que visitamos, nos hacen pensar en versiones relativas de ese cambio. Una versión subjetiva del tiempo. Por ejemplo, el tiempo que acabamos de vivir debido a la pandemia de covid-19 es totalmente distinto a lo que vivimos en los años anteriores.
Por eso se hace necesario intentar agrupar y medir de la manera más estándar posible ese cambio, porque nuestra percepción del tiempo varía mucho en nuestra mente.
Por supuesto que la ha cambiado, pero de nuevo, esto tiene que ver con nuestra percepción subjetiva del tiempo.
Esto se ha dicho constantemente, pero nuestra percepción de cómo pasa el tiempo -más rápido o despacio- depende del contexto.
Si estamos haciendo algo que nos gusta o nos inspira, es muy posible que sintamos que el tiempo pasa más rápido.
Lo que ha hecho la pandemia es alterar ese contexto. Tanto para nuestra percepción actual, presente, como para nuestra percepción en retrospectiva.
Sentimos que los meses pasan muy rápido. A mucha velocidad. Pero cuando miramos hacia atrás, cuando nos dicen algo que pasó antes de la pandemia, sentimos que está muy atrás, que ha pasado mucho tiempo, tal vez mucho más del que realmente ha pasado si no se hubiera presentado una pandemia en el medio.
A ver, eso tiene que ver con dos conceptos.
El primero, es qué entendemos por tiempo. Cómo se configura nuestra concepción del tiempo.
Segundo, nuestro cerebro tiene la habilidad de planear el futuro. Y la forma en que lo hace es utilizando el pasado.
Ahora, en lo que me he centrado es en la idea de cómo el cerebro va almacenando recuerdos que después va a utilizar para orientarnos para continuar hacia adelante. Mi gran motivación es poder ver cómo eso ocurre y por qué nuestro cerebro lo hace.
Y creo que una conclusión a la que he podido llegar es que nuestras memorias o recuerdos están ahí para construir nuestro futuro.
No están ahí solamente para nuestras tardes de recuerdos en las que decimos que el tiempo pasado fue mejor y esas cosas. No. Tienen una utilidad práctica.
Acumulamos y mantenemos cosas en nuestra memoria para sobrevivir. Lo hacen los animales que guardan comida para el invierno: recuerdan donde dejaron esos alimentos y vuelven por ellos.
Nosotros lo hacemos de otra manera. Nuestro cerebro necesita saber no solo qué va a pasar sino cuándo va a pasar.
Y para poder lograr ese tipo de cálculos necesita tiempo. Necesitamos saber si va a llover, pero también necesitamos saber cuándo va a llover.
Tanto para los animales como para nosotros es necesario aprender cómo movernos en nuestros ambientes, en nuestros hábitats, por decirlo de alguna manera.
Hay muchas preguntas sobre cómo el cerebro percibe el tiempo, cómo lo cuenta, cómo recuerda, cómo predice lo que va a pasar.
Tal vez la respuesta más precisa se obtiene de preguntarse cómo el cerebro humano conceptualiza el tiempo, cómo lo cuenta y lo abstrae.
La gente puede llegar a pensar que hay una especie de reloj central. Que mide todo lo que estamos haciendo.
Pero nos hemos dado cuenta de que no es así.
Sabemos que el cerebro no tiene un reloj central que le permite contar el tiempo en esa escala. Tenemos diferentes circuitos internos que clasifican el tiempo en segundos, otros en milésimas de segundo, otros en horas y otros en días.
Y aquí se incluyen aquellos que controlan los ritmos circadianos, que marcan el ciclo biológico de las personas durante un espacio de tiempo.
Lo interesante de esto es que así tenemos varios relojes internos que miden distintas cosas. Y eso nos permite concluir que el tiempo es algo fundamental para el funcionamiento de nuestro cerebro.