12 julio, 2021
La baja llegó al 60% en el peor momento de la pandemia, pero aún no se recuperan. Los entrenamientos al aire libre y los programas virtuales se convirtieron en los nuevos competidores, con precios similares. Un informe de Cronista muestra las perspectivas de reconversión del sector
Los gimnasios todavía sufren las consecuencias de la pandemia. Aunque en la mayoría de las provincias ya fueron habilitados para funcionar nuevamente con un 30% de aforo en sus espacios cerrados y con protocolos, aún no se recuperan.
Desde la llegada del Covid-19, perdieron hasta un 60% de clientes, según la Cámara de Gimnasios de la Argentina (CGA). La mayor baja se produjo con la extensión de la cuarentena, cuando seis de cada 10 dejaron de pagar las cuotas. Pese a las innovaciones que lanzaron para atraer y retener al público, el número de abonados no se recompone. Continúa un 45% por debajo de 2019.
El temor a contagiarse llevó a muchas personas a entrenar en espacios al aire libre o en sus casas, por fuera de sus propuestas outdoor. Los personal trainers que ofrecen rutinas individuales personalizadas y los grupos de entrenamiento en plazas y parques se convirtieron en competidores directos, con sus clases de gimnasia, running, yoga y baile.
Los precios de estas actividades deportivas son similares. Mientras que la cuota mensual de los gimnasios ronda entre $ 1500 y $ 4500 aproximadamente, un personal trainer cobra entre $ 1500 y $ 5000 el mes generalmente.
Los valores varían dependiendo de si se trata de una sesión mano a mano o grupal, y si el instructor es un coach o un profesor de educación física. «La oferta se customiza a partir de las necesidades del cliente. Un entrenamiento 100% personalizado cuesta $ 3500 e incluye un mínimo de ocho encuentros. Las clases grupales salen $ 1500, una vez por semana. Variamos las rutinas, con distintas dinámicas», dice Rocío Oviedo, licenciada en Educación Física y Deporte.
Junto con otros colegas, Oviedo formó el grupo Personal Trainer CABA, que, a través de las redes sociales, ofrece entrenamientos en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires, como Parque Rivadavia y Parque Lezama.
Paula Piñeiro, personal trainer e instructora de musculación, empezó a dar clases en las Barrancas de Belgrano cuando se habilitaron las actividades al aire libre en 2020. Un personalizado de una hora con ella sale $ 700. Las clases grupales dos veces por semana cuestan $ 2400; mientras que las de tres veces por semana, $ 3000.
A estos casos, se suma la consolidación de nuevos jugadores: las plataformas digitales o profesores online que brindan alternativas más económicas con planes a distancia, que pueden realizarse cuando el usuario lo desea o con la presencia del entrenador a un horario determinado, pero de forma remota.
«En un mes facturé la misma cantidad que antes hacía en un año. Las consultas crecieron desde septiembre», afirma Nicolás Vigario, miembro de Bs. As. Personal Trainer.
Esta plataforma ofrece programas virtuales por $ 5000 mensuales, por ejemplo, una vez por semana. Una clase suelta o por única vez sale $ 1500. Previamente, se realiza una entrevista para conocer a la persona y derivarla al profesor del staff que resulte más adecuado, por el objetivo planteado, la disponibilidad horaria y la zona de residencia.
«De a poco, la gente vuelve a los gimnasios y se suman nuevos socios. Pero estamos lejos del nivel habitual. Hay una porción que no regresaron», asegura Adrián Stoll, vicepresidente de la CGA y gerente de Well Club, ubicado en Arenales 3674, en el barrio porteño de Palermo.
Los establecimientos recuperaron cierto nivel de actividad mientras permanecieron abiertos entre noviembre y abril. Hasta que las restricciones por la segunda ola del coronavirus frenaron la incipiente reactivación. «Los meses de invierno tampoco son la época fuerte para la industria», reconoce el directivo de la cámara.
En un contexto cambiante e incierto, quienes pudieron seguir abonando las suscripciones lo hicieron. En cambio, quienes debieron recortar gastos no dudaron en cancelar los abonos. «Se notó fundamentalmente en los clientes adheridos a débito automático. A medida que se prolongó el aislamiento obligatorio, se hizo difícil sostener la continuidad, con menos dinero en el bolsillo», comenta.
El golpe impacta tanto a clubes barriales como grandes cadenas y hay zonas más afectadas que otras. «Todos perdimos clientela. La situación en Microcentro es crítica, por la poca circulación y las oficinas vacías. Además, mucha gente dejó la Ciudad y se mudó a los suburbios», explica Stoll.
El hecho de que los natatorios tampoco funcionan en su mayoría es otro aspecto que juega en contra, ya que, al no poder utilizar el servicio, los usuarios desisten de ir a los gimnasios. La habilitación fue dispar. Solo se les permitió reabrir a los que cuentan con una adecuada ventilación.
En este contexto, el sector no descarta que haya más cierres de gimnasios. Ya desaparecieron casi 1200 de los 8000 que existían en el país, de acuerdo a la CGA. El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) concentra el 40% de los establecimientos y fue uno de los distritos con más bajas.
Los que quedaron en pie se reconvierten para sobrevivir y darle pelea a los nuevos competidores. Megatlón, SportClub y Bigg Fit lanzaron ofertas anti-Covid, con la inauguración de espacios al aire libre, la apertura de nuevas sedes con planes más económicos por servicios reducidos y clases virtuales para quienes quieren ejercitar desde sus casas, entre otras iniciativas con las que apuntan a fidelizar a sus clientes.