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27 junio, 2020

UNA ENTREVISTA AL EXPERTO ESPAÑOL

Miguel Pita: Detalla “Un día en la vida de un virus”

Miguel Pita, es Doctor en Genética y Biología Celular y profesor e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid. En su libro “Un día en la vida de un virus” desvela los secretos de esos seres microscópicos. Aquí una interesante entrevista donde sintetiza su conocimiento y su opinión sobre la actual pandemia:

Periodista: Este bicho que nos ha puesto a todos contra las cuerdas parece que en realidad no es un bicho. ¿Los virus no son seres vivos?
MP:-Es una cuestión de definición. Hay científicos que sí consideran a los virus seres vivos, pero la mayoría no. Los virus no son como las bacterias, las plantas o los animales, todos ellos seres celulares, aunque en algunos casos formados por una sola célula, como ocurre con las bacterias. Los virus son otra cosa.

¿Y exactamente qué son?
-Son poco más que fragmentos dispersos de material genético y alguna proteína. Nosotros nos parecemos en ese sentido más a las bacterias, estamos más emparentados con ellas que las bacterias con los virus.

Se cree que la vida surgió hace millones de años en el agua, donde se concentraban varias moléculas que recibieron una descarga eléctrica que formó una primera célula. Y a partir de ahí, según la teoría de la evolución de Darwin, se desarrollaron todas las especies. Pero los virus no surgieron ahí, ¿verdad?

Eso es, los virus no son parientes de la gran familia que surgió hace 4.000 millones de años, no pertenecen al linaje del que descendemos todos los seres vivos, incluidos los hongos o las bacterias.

Los virus lo que tienen es la parte química de la vida, el material genético, que tiene recogido en su código la capacidad de hacer copias de sí mismo, pero tienen sólo eso. No tienen toda la arquitectura celular que tenemos los seres vivos que procedemos de aquella célula, una armonía muy compleja, un conjunto de orgánulos que se coordinan y cooperan entre sí al compás que marca el material genético. Los virus son sólo material genético que entran en una célula y la hackean.

En su libro explica con un ejemplo muy claro que, para poder entrar en una célula, el virus tiene que tener una especie de llave que encaje perfectamente en la cerradura de esa célula… ¿Es fruto entonces del azar que un virus llegue a entrar en una célula y a desatar una pandemia?
-Claro. En la naturaleza se ensayan muchas combinaciones, y al final hay algunas en las que se da ese reconocimiento físico-químico, esa llave que encaja en la cerradura. Sí, es fruto del azar. Lo que pasa es que cuando ocurre, cuando una llave generada por azar encuentra una cerradura en la que encaja por azar, desata un fenómeno que ya no es azaroso: a partir de ahí ese virus se replica exponencialmente.

En la naturaleza puede haber miles de millones de ensayos que no van a ningún lado, pero cuando uno funciona tiene el potencial para hacerse exitoso. Por eso, como han indicado muchos expertos, estamos jugando a la lotería, participando en una rifa tétrica: muchos virus de otras especies saltan permanentemente a la nuestra pero su llave no funciona en nuestra cerradura. Pero ¡ay!, cuando funciona ocurre lo que ha pasado ahora.

¿Hay personas que, también por azar, son capaces de bloquear la entrada de ese virus en su organismo?
-Sí. Seguramente en este virus, como en otros, aparecerán personas que tengan la cerradura sutilmente distinta a la de los demás. Imagínese una cerradura igual a las demás pero oxidada o atascada por un palillo. Esa cerradura le sigue funcionando a la persona que la tiene para las funciones necesarias, pero haría que el virus no pudiera entrar.

Sería un ser humano que funcionaría igual de bien que los demás para hacer su vida pero que no permitiría el paso del virus. Sería inmune a él por naturaleza, no porque haya desarrollado inmunidad tras pasar la enfermedad y haber entrenado a sus defensas. Ocurre por ejemplo con el sida: hay gente que es de nacimiento inmune al sida.

Ah, no lo sabía…
-Pues sí. Hay estudios que muestran por ejemplo cómo en determinadas poblaciones de África donde la prevalencia del sida era altísima ha habido pequeños fenómenos de selección natural local. Recuerdo un estudio que mostraba que entre las prostitutas de una ciudad africana prevalecía una mutación y que gracias a ella no les había afectado esa enfermedad de contagio sexual. Además, el primer intento de modificación genética en humanos fue crear unas gemelas nacidas con esa inmunidad.

Entonces, en una extrapolación de película de ciencia ficción, ¿si un virus altamente mortífero y con una enorme capacidad de reproducirse empezara a contagiar a los seres humanos, sólo sobrevivirían esas personas con esa pequeña mutación en la cerradura?
-Sí, exactamente. Y tendríamos un ejemplo de manual de selección natural. Pero eso con la Covid-19 no va a ocurrir, no tiene las características de agresividad como para que sólo sobrevivan aquellos que son inmunes por naturaleza.

Hay mucha gente, de hecho la mayoría, que sobrevive al coronavirus simplemente superando la enfermedad. Y tampoco ha ocurrido con el virus el sida, que es mucho más agresivo, aunque ahora hay tratamiento contra él.

 

¿La gran obsesión de los virus, su gran objetivo, es contagiar y replicarse constantemente?
-La dinámica de los virus es muy interesante y no es precisamente sencilla, como tantas otras cosas de los virus. Tendemos a ver a los virus como si tuviesen la obsesión, la fijación por replicarse. Evidentemente no la tienen, no tienen obsesión por nada porque no tienen cerebro. Un virus lo que tiene es material genético, que en el caso del Covid-19 es ARN, y ese material genético puede tener recogido en su código el replicarse mucho, y eso es lo que vemos en el caso del coronavirus.

¿Y hay virus sin esa ‘fijación’ por replicarse?
-Sí. Lo que ocurre es que un material genético cuya finalidad no es el replicarse «obsesivamente» tiende a desaparecer. Los virus generalmente empiezan teniendo un material genético que tiene recogido en su código el replicarse muchísimo, pero normalmente con el paso del tiempo la obsesión por replicarse de ese material genético va siendo menor. Se trata de una dinámica muy típica de los virus: al principio hacen muchas copias y son muy agresivos, pero luego se van seleccionando aquellas mutaciones que producen unos ADNs o ARNs que van más despacio.

¿Y por qué se ralentizan?
-Porque así matan menos a sus hospedadores, y los virus dependen de los hospedadores. Así, se van seleccionando copias menos virulentas.

¿Pero entonces los virus sí serían inteligentes, no?
-No. Ese comportamiento responde simplemente al impulso químico que tiene el material genético del virus. Mientras al principio se observa que por lo general los virus se replican mucho y son muy contagiosos, al cabo de un tiempo comienzan a ir más despacio, se van seleccionando cepas menos dañinas, menos nocivas.

Es un proceso que empieza con mutaciones al azar y en el que al final se seleccionan aquellas mutaciones menos dañinas, que tienden a matar a menos hospedadores y que por tanto dan más tiempo al virus para poder contagiarse. Digamos que los virus tienden a acomodarse con la especie que acaban de conocer, como si de alguna manera se diesen cuenta de que es mejor no maltratar a sus hospedadores. Pero esto ocurre no porque sean inteligentes, sino por un fenómeno de pura lógica evolutiva.

¿Y qué ocurre cuando un virus se debilita y es menos dañino? ¿Se va apagando hasta desaparecer?
No. Cuando se produce esa dinámica el virus tiende justo a no desaparecer, a convivir con sus hospedadores. Es lo que ocurre por ejemplo con la gripe, que en algún momento llegó a nuestra especie desde las aves y se ha quedado, dándonos un poco la lata todos los años y asegurándose de ese modo que permanece permanentemente con nosotros.

¿Y puede ocurrir eso con el coronavirus, que se transforme en una especie de gripe?
-Sí. Hace ya tiempo que numerosos expertos aseguran que es muy probable que pase eso con este coronavirus, y todo parce indicar que puede ocurrir.

¿Y ese proceso por el que el coronavirus se debilitaría ha empezado ya?
-No, ese proceso de amainarse, de hacerse menos agresivo, todavía no ha llegado. Esa dinámica no ocurre en dos meses, requiere mucho más tiempo y muchos más contagios. La disminución en el número de enfermos y muertos de Covid-19 que ahora estamos viendo es el efecto de habernos confinado, de llevar mascarilla y de ser un poco más prudentes. Pero ahora mismo no hay razones para pensar que el coronavirus es menos agresivo que en abril. Probablemente un día lo será, pero ahora mismo es pronto.

¿Y cuánto tiempo tiene que pasar para que empiece a debilitarse?
-En realidad no es una cuestión de tiempo, es una cuestión de cantidad de replicación, de cantidad de ensayos que tenga el virus en distintos individuos.

Y para eso se requiere que el virus infecte a un porcentaje muy elevado de la población mundial, que haya muchas más copias de la versión menos agresiva, surgida por azar, que de la versión más agresiva. Para que surja ese mutante menos agresivo tienen que darse muchos turnos de réplica del virus, que es cuando muta, y eso ocurre a base de infectarnos.

Pero entonces, ¿con las medidas de contención no estamos evitando que el virus se debilite?
-Evitamos contagiarnos porque no queremos estar enfermos, pero efectivamente así estamos retrasando el momento en que el coronavirus se vuelva menos agresivo. De ahí todo el debate sobre las estrategias, sobre si es mejor dejar que se infecte toda la población o no.

Si dejáramos que la población se infectara masivamente, además de inmunizar más rápido la población, el virus se volvería menos agresivo antes. Pero pagaríamos un precio muy alto en vidas, por eso no queremos que la población se infecte masivamente, porque no tenemos medicamentos ni vacuna ni queremos saturar los hospitales.

 

Me llama la atención que, en gran medida, esta pandemia sea fruto de una concatenación de azares, de casualidades… Si este virus hubiera saltado por ejemplo a los humanos en una aldea aislada, ¿probablemente hubiera muerto ahí?
-Efectivamente. Pero la clave está en que el mundo está cada vez más interconectado y súperpoblado, es más probable hoy que nunca que una epidemia se convierta en pandemia.

Siendo el azar un factor importante en esta pandemia, ¿era imprevisible?
-No, no era imprevisible, era completamente previsible, como es previsible por desgracia que pase otra vez y haya otra pandemia. Era previsible, como son previsibles otras muchas desgracias de las que los expertos nos vienen avisando.

Lo que era imprevisible de esta pandemia era el cómo y el cuándo, pero que estamos muy expuestos a pandemias es algo que se sabe: por la superpoblación mundial, por el abuso que hacemos de los hábitats de las especies salvajes, por ciertos tipos de comportamientos alimentarios absolutamente irrespetuosos con el conocimiento científico sobre la salud y el medioambiente y otras muchas razones. Era más que previsible que una pandemia como la que estamos viviendo ocurriera.

Y si era previsible que ocurriera, ¿por qué no se hizo nada para evitarlo?
-Por algo que en el fondo es fascinante: vivimos en una sociedad muy ordenada, muy estructurada, con horarios y despertadores, y nos parece imposible que esa sociedad, que consideramos una fortaleza creada por nosotros, los reyes de la creación, la pueda destruir una molécula de ARN.

Es algo que no nos entra en la cabeza, porque nuestra cabeza está muy preparada para entender que nosotros somos maravillosos, grandes supervivientes, indestructibles, incluso para explicarnos a cada uno de nosotros a nivel individual que casi todo lo que hacemos lo hacemos bien.

Nuestro cerebro tiene recursos para reconstruir la realidad a nuestro antojo, y todo eso es un gran engaño. Estamos muy lejos de entender que todo lo que está pasando ahí fuera es física y química, y la química es poderosa. La química es la que determina la capacidad replicativa de una molécula como la del ARN de un virus, que puede poner patas arriba todo lo que tenemos construido.

Y, del mismo modo, un aumento de tres grados en la temperatura media del planeta puede desestabilizaros hasta el punto en que en unos años estemos todos pasando hambre.

¿La especie humana podría extinguirse a causa de un virus?
.Sí, podría ser. Pero yo no apostaría por que sea un virus lo que nos haga desaparecer, y la mayoría de los expertos en predicciones tampoco. Es dramático, hay expertos que se dedican a estimar cuál será la causa más probable de extinción de la humanidad, y aunque no quiero ser pesimista eso nos puede dar idea de cómo estamos haciendo las cosas.

Y según los expertos, ¿cuál es la causa más probable de extinción de nuestra especie?
-El descontrol de la inteligencia artificial, por encima de otros fenómenos que también están entre los más probables como el cambio climático y la biología sintética.

Un virus, normalmente, podría diezmar la población. Un virus muy, muy agresivo, de esos que matan al 70% de quienes lo contraen, normalmente contagia menos, porque no le da tiempo a propagarse tanto. No podemos descartar que un virus sea el responsable del fin de la humanidad, pero no está entre los candidatos mejor posicionados en ese triste podio, porque los virus más letales suelen ser menos infecciosos.

¿Y qué es exactamente eso del descontrol de la inteligencia artificial? ¿Nos matarán los robots directamente?
-Bueno, un poco menos estilo Hollywood pero en el fondo es eso. El peligro es que deleguemos demasiadas funciones en elementos de inteligencia artificial que pueden tomar decisiones por sí mismos, y que al final no podamos controlar esas decisiones.

De hecho, esa era una de las grandes preocupaciones de Stephen Hawking, que no era, para nada, un loco. Pero también hay que tener presente que, independientemente de las probabilidades de que esto ocurra, el futuro no podemos anticiparlo y los desastres podemos prepararnos para evitarlos.

Dice en su libro que, sin una vacuna, es imposible erradicar un virus, que es como intentar limpiar las migas del tostador: por más que uno se esmere, siempre queda alguna. ¿No hay otro método?

-Sin un vacuna, la única forma de erradicar completamente al coronavirus sería que los millones de personas infectadas en todo el mundo por él se aislaran y se curaran simultáneamente. De ese modo el virus acabaría muriéndose en sus cuerpos y lo habríamos erradicado. Pero eso es prácticamente imposible, y no digo que es completamente imposible simplemente porque soy científico y como la opción no es físicamente posible me veo forzado a decir que es enormemente improbable.

La otra opción que tenemos para erradicarlo es encontrar una vacuna y que haya una campaña de vacunación a nivel mundial simultánea, algo que ya se consiguió con la viruela. Después de una vacunación masiva, con un enorme esfuerzo político y social, llegó un momento en que no había ninguna partícula viral de la viruela en ni un solo individuo, de modo que no se podía replicar. Pero desafortunadamente, y a pesar de que hoy tenemos más medios, creo que una vacunación masiva contra el coronavirus en estos momentos sería mucho más difícil que cuando se erradicó la viruela.

¿Y eso por qué?
-Hoy estamos mucho más preparados para generar vacunas y mucho más preparados para comunicar, pero mucho menos mentalizados de la importancia de una vacunación a nivel mundial, sólo hay que ver cómo está aumentando el número de personas que dice que no se quiere vacunar. Hay quizás un problema de credibilidad en los organismos de la salud mundial, fruto de que hay gente con mucha menos autoridad y conocimiento que opina, sin fundamento pero con repercusión, de forma simultánea a cuando lo hacen las instituciones de salud, cuyas directrices son las que deberían contar.

¿Hay virus buenos?
-Bueno, a los biólogos no nos gusta mucho hablar de virus buenos o malos. Los virus son virus y no tienen intención, no son ni buenos ni malos. A veces a nosotros, los humanos, los virus nos benefician y otras veces no. Hay muchos virus que, desde nuestra perspectiva antropocéntrica, diríamos que son beneficiosos.

¿Algún ejemplo?
-Como cuento en “Un día en la vida de un virus”, hay un ejemplo fascinante. El origen de la placenta, algo absolutamente imprescindible para que existan animales mamíferos, surge de una infección de un virus.
En concreto, de un proceso de inserción de material genético de un virus en el material genético del antepasado que dio lugar a los mamíferos. Y también hay virus que tienen relaciones simbióticas con plantas, con hongos. No todos los efectos de los virus son necesariamente nocivos para el hospedador. Pero como en la esencia del virus está el no tener él célula y necesitar una para que su ADN o ARN se pueda replicar, normalmente el resultado a eso, de entrar un objeto extraño en una célula, es malo.

La primera epidemia de la que hay constancia es la plaga de Atenas, en el siglo V a.C. La humanidad siempre ha sufrido pandemias. ¿Estamos condenados a seguir sufriéndolas en un momento u otro?
-Yo creo que mientras la humanidad siga viviendo en grandes grupos, habrá pandemias. Y los seres humanos tienen un impulso social, e incluso biológico, a organizarse en grandes grupos. Así que si seguimos siendo humanos como lo somos ahora -es decir, unos seres profundamente sociales que se organizan en grandes grupos- seguirá habiendo pandemias.

Supongo que, si continuamos con nuestra forma de vida, hay altas probabilidades de que se desate otra pandemia, ¿no?
-Sí, sin duda. Y la prueba la tenemos en que ahora mismo estamos viviendo una.

 

*El Mundo