27 junio, 2025
Mientras el gran debate se diluye en discusiones sobre costos laborales, exceso de presión impositiva, dólar pisado y si salir o no salir al mar, la realidad de los mercados enciende una luz en tunel que podría ser impredecible para la supervivencia de la actividad: no repunta la demanda ni el consumo externo
Tal como explica el sitio especializado Parte de Pesca, cierra junio y la mitad del año muestra indicadores por demás complejos en materia comercial para la especie langostino salvaje y austral en sus mercados tradicionales. ¿Porqué? Las razones son varias, pero de no considerarse el contexto sectorial en el marco de las políticas públicas que adeministra el recurso renovable, a corto plazo podría terminar en colapso como sucedió con el petróleo convencional que se creía que era el negocio eterno de Chubut, o los frenéticos parques industriales textiles que terminaron en taperas, e incluso pequeños pueblos fantasmas derivados de retiradas definitivas de la minería como Sierra Grande en Río Negro o los pueblos de la Meseta chubutense. En materia de producción, la mirada del contexto público-privado es fundamental para atajar desastres económicos evitables.
En la Pesca, más allá de la desconfianza entre funcionarios, empresas, gremios, trabajadores, sistema financiero y ARCA incluída, el estancamiento de precios asociado a una demanda amesetada no es un escenario que se haya visto en años anteriores, en forma tan marcada.
Cuando ya inició el verano europeo y en momentos que no hay capturas regulares de Pleoticus muelleri -langostino patagónico-, según revelan los comerciales de diferentes empresas del sector, no se percibe un interés específico de los habituales clientes, lo cual da una pauta de que el esquema comercial del langostino enfrentará nuevos desafíos.
Para traducir al público general en términos de farándula: ‘si no mostrás el producto, no habrá compra’. Con el agravante que otros sí se preparan para captar y disputar esos espacios de mercados tan laboriosamente conseguidos.
China desapareció como mercado para el langostino argentino, respecto con años anteriores, y ese mercado claramente se volcó por el camarón de cultivo y productos sustitutos a los que se faenan en Zona FAO 41.
La sobreoferta existente de Vannamei de cultivo inundando los mercados, sin dudas ubica a los productos de Pleoticus muelleri en una posición desventajosa; siendo el L1 congelado a bordo el único que puede hacerse lugar solo porque hay nichos de mercado que lo siguen pidiendo y no lo reemplazan por otros. Pero las tallas más chicas del langostino argentino tienen una competencia feroz de los productos de cultivo.
La inversión y desarrollo de la acuicultura ha incluso ido mejorando su propia oferta, con un gambón con menor carga de antibióticos en su proceso de crecimiento y con la mejora de las tallas, cuestión que no habían logrado hasta ahora.
Está claro que el Vannamei ya dejó de ser un peligro para el langostino salvaje y austral, sino que se ha transformado en una competencia directa en determinadas tallas y en determinados mercados específicos.
Nadie duda que el langostino patagónico no tiene nada que ver con ese producto de cultivo, pero hoy el mercado está abarrotado de estos sustitutos ejerciendo cada vez más presión sobre el marisco que crece en forma natural en el mar argentino.
La industria pesquera argentina del sector del langostino no ha logrado elaborar estrategias conjuntas eficientes para instalar a nivel global que el Pleoticus muelleri es un producto diferencial. Todo quedó en manos del mercado y la realidad es que el consumidor final es quien siempre tiene la potestad última de elección.
Pero no se puede desconocer que también hay un fuerte movimiento conservacionista que comienza a impactar en la pesca y en los consumos, tal como reflejan los discursos de múltiples organizaciones civiles, foros y medios secotrizados.
Por lo que está claro que a nivel comercial, ya no se puede utilizar la misma estrategia para colocar el langostino patagónico en el mundo, salvo nichos puntuales donde la demanda de algún producto específico se mantiene invariable. El sector sigue sin diseñar estrategias conjuntas para lograr diferenciar este producto premium del de cultivo, cuyo crecimiento es geométrico en cuanto a volumen y esa sobreoferta se traduce en tracción de precios a la baja.
También es cierto que hoy pensar en productos de alto valor agregado es imposible con el actual esquema de costos de producción, con el nivel de derechos de exportación y con los elevados aranceles vigentes para entrar a la UE.
Cuando la disponibilidad de langostino de cultivo era menor, los clientes europeos estaban al corriente de cómo evolucionaba semana a semana la pesquería en aguas argentinas. Varias de las cadenas de comercialización del producto final dejaron de comprar contenedores y fueron comprando por palets de acuerdo al nivel de ventas y demanda en góndola o restaurantes.
Los hábitos de consumo han ido mutando, el veredicto de compra lo tiene el consumidor final que hoy tiene frente a sus ojos y frente a su bolsillo un creciente abanico de productos alternativos.
Esta demora en el inicio de la pesquería de langostino en aguas nacionales, a nivel comercial, podía provocar que ante el faltante de Pleoticus muelleri el precio experimentara un sensible repunte, pero eso no se está verificando.
Y, aparece un riesgo latente, que es que esos espacios que no se están cubriendo en el mercado sean reemplazados por otro tipo de productos. Una variable que puede llegar a trastocar aún más el negocio del langostino argentino tal como se lo conoció años atrás.
El mercado manda y la vertiginosidad de la dinámica comercial obliga a estar atentos a su evolución, mientras en Argentina aún está en duda si este año habrá o no temporada de pesca en aguas nacionales.